Hoy, aprovechando uno de esos momentos de ensoñación
personal que suelen visitarme las noches impares, voy a hablaros un poco de un
grupo de música… famoso, o no… bueno, o no… políticamente correcto, o no…
No recuerdo exactamente cuándo escuché, por primera vez,
esas letras ácidas, esos acordes disonantes y los míticos cambios de ritmo de
sus guitarras… amén de la voz ronca, carcomida por el abuso de las drogas
blandas… duras… pétreas barricadas en todas las arterias principales...
Como sucedería a un gigoló de postín, tampoco recuerdo la
primera vez que vi el rostro de los cuatro jinetes del apocalipsis de la
Extremadura profunda. Tampoco hace falta recordarlo. Sus rostros, comunes,
tienen similares rasgos a las caras de esos que aguardan a las puertas de los
supermercados… cartón xerografiado en mano… pidiendo una ayudita para su
familia y cuatro hijos. Famélico, escuálido, hueso bajo pellejo repleto de
finos agujeros… ojeras… barba desarraigada… manos henchidas gracias al frío y
al sedentarismo de la sangre coagulada…
Pero sí recuerdo los acordes de la primera canción que les
escuché… en una vieja cinta cassette… regrabada y ajena a derechos de Copyright…
¡benditas cintas magnetofónicas, lo que nos ahorrasteis!... propiedad de la
mafia, bautizada hoy con las siglas SGAE. Era el Bri, bri, bli, bli… allá por
el 93… en una pequeña y desordenada habitación de un viejo amigo de la infancia
que, por aquella época, era la etapa que se desangraba bajo nuestros pies…
víctima de nuestra ansia infinita por vivir.
La letra, Monos.
Siempre ha sido la letra. Una canción… lenta, rápida… ritmo
que desmelena o acaramela en una pista de baile… Siempre ha sido la letra lo
que me llevó en volandas a estimar o despreciar una tonadilla cualquiera…
rumba, salsa, death metal, ranchera… ¿Qué transmite? ¿Qué inspira? ¿Es poesía o
eterna prosa aquello que causa tal defecto? ¿O virtud? ¿Es esa la razón por la
que me pierdo en el fondo y no aprecio la forma? ¿Será eso lo que motiva mi
desprecio por el arte moderno? Basura moderna.
De cien, compro noventa y cinco… que siempre me dijeron mis
padres que no hay que ser egoísta. Es poesía para mis oídos escuchar las
lamentaciones por el amor perdido… el odio por el amor que se fue y nada se
llevó… la pérdida de una amistad o el regalo de una enemistad. La mezcla burda
entre lo grosero y lo bello… entre unos labios perfilados en carmín y unas
piernas escuálidas, enfiladas sobre negros tacones de aguja, temblorosas por obra del yeso de heroína y caballo barato… esperando en una fría esquina…
Canciones de fracasos, drogas y parques al atardecer, entre
hogueras que calientan oxidados bidones y público silente… pensativo, si
alguien puede pensar cuando se está abducido por la grifa y la litrona…
solitarios en nuestra hombría… acomplejados todavía por la infantil regla de
los mocosos con cabaña sobre el roble viejo… Fuerte Apache. Prohibida la
entrada a las niñas… Felices y espontaneas carcajadas que rompen la noche.
Como los años, han ido sucediéndose CD’s… uno tras otro… y
los hemos devorado todos. Los anteriores, mejores… cualquier tiempo fue mejor,
también para la música… y los posteriores, más melódicos, con letras menos
punzantes y más acordes con los tiempos que nos está tocando vivir… repletos de
crema que empalaga… simples como los chistes fáciles de los cómicos del Club de
la Comedia… mismos protagonistas, mismos culpables, mismos prejuicios. Temas
más pulcros, filtrados para una buena promoción en alguna emisora poseída por
los triunfitos de turno, amén de cantantes de histriónicos graznidos moldeados
con sintetizadores de 100 canales y tecnología capaz de curar el cáncer.
Canciones vendidas… traidores bajo la mafia de la industria musical… dolor que
quema, Robe. Quema de ti, cabrón. ¿Mentías? ¿O mientes ahora?
La verdad, no me importa. Para nada.
Nada me importa que de un chute acabes desplomado en algún
portal… o que tu hígado, maltrecho, se rebele cualquier día y se funda como se
funde una vida, tío. La Muerte es la última parada en esta aventura, y abre las
24 horas. El camino que se elige para abrazarse con ella es cuestión
personal. Que te llore quien te quiera,
difunto.
Y, como se comprenderá, mucho menos me importa lo que diga en las
ruedas de prensa, escasas, con las que obsequia a la nueva legión de socios y
simpatizantes que se agolpan a las puertas de tu nuevo Olimpo… derruido a pesar
de los esfuerzos de la muchachada por erigirlo de nuevo. Craso error pues nunca
quisiste el título de superhéroe. ¿Habrás cambiado también en esto? Las
opiniones que viertes sobre los temas de actualidad… tampoco me importan… allá
tú… y la Paz en el Mundo.
Tampoco importaban antes.
Como dije, son las letras. Palabras y versos que me
acompañaron en aquel despertar a la juventud… con sus amores platónicos, sus
amores perros, sus perros de mis amores… las noches alucinadas sentado sobre un
frio banco de madera de las afueras… cuando en el pueblo todo eran afueras. O
las escasas lágrimas que afloraban entremezclando rabia y compasión… miradas
extrañadas de la parroquia cuando entonabas un estribillo malicioso… ¡Qué asco!
¡Qué ruido!... pero qué placer para mi acelerado corazón y mi imaginativa
mente… repleta de caminos por andar, barreras por saltar y lagos helados por
cruzar.
Recuerdo muchas imágenes de mi vida… y la mayoría vienen
amenizadas con la misma banda sonora. Una tarde, sirviendo helados en el que
sería mi primer trabajo veraniego, la imagen de un amigo mostrándome una
cinta… ¡Es el nuevo… grabado! Una noche, defendiendo la poesía de sus letras
ante bellezas de fría mirada. Miles de tardes de juvenil meditación. A Carlos y
su walkman de almohadillas color naranja… a Óscar y tantos que no están pero
siguen presentes. Mil veces, mirando al cielo, buscando una Luna... una imagen en el primer concierto, pantalones de gasa rosa y
cuerpo moribundo… ronca voz que hincha mi corazón… aire, aire, aire… hasta
hacerlo casi reventar...
Pero no revienta, Monos. Esas letras han hecho bien su
trabajo, soldando cual hormigón las piezas que forman el puzle de mi vida… como
buena argamasa.
Cemento armado para un muro que no derribará el Caos... en forma de Viento.
12 comentarios:
Anda que no te has puesto nostálgico. Aquel tiempo de vaqueros, de amanecer a las nuevas experiencias, primeros cigarrillos y otras sustancias quedó atrás y se estancó para recordarnos que algún día fuimos tan jóvenes cómo insconcientes y que si aquel tiempo volviera no sabríamos por donde cogerlo, Tempus Fugit, mi querido amigo.
Un saludazo.
Pones el alma en lo que dices, amigo Herep. Y lo dices bien, con sentimiento, que es como hay que decir las cosas profundas. Si no se dicen así, es mejor no decirlas. Me ha llegado muy adentro este pensamiento: "La Muerte es la última parada en esta aventura, y abre las 24 horas." Lo encuentro terrible, Herep; terriblemente verdadero.
Un cordial abrazo.
Joé, no soy el único que chochea por aquí xD
Herep, que vamos a acabar contando batallitas. Formaremos, algunos, un grupo de blogs CAMP. ¡A que nadie recordaba esa expresión!
JUASJUAS
Me voy, que me toca la infusión
Joder que bonito lo has hecho hoy.Me has recordado toda mi epoca de Ibiza alla por 1967.Y eso la verdad no hay derecho.un abrazo.
No digo nada que si hablo y mas hoy que estoy un poco.... Yo soy originario --mi familia-- de Extremadura y allí todos me llaman El Robe, soy tocayo de este. ¿Pero que te pasa con mi tocayo el Robe?. ¡El paso del tiempo!, eso a todo el mundo pone en su sitio. Lo falso se descubre. ¿Pero cuéntamelo que paso?. No estoy al tanto.
Saluditos compadre.
Herep, a determinadas edades eres impermeable, eso es lo que ocurre. Y es que, si no fuera así no llegaríamos a viejos ninguno de nosotros. También ocurrían cosas repugnantes, pero no se veían igual que ahora.
Por eso es mejor no mirar atrás y centrarse en el presente, se sufre menos.
No te creas, CS... no estaba nada nostálgico. El problema es que llevaba tiempo pensando en escribir algo sobre dicho grupo de música, y ayer encontré el momento.
Un tributo a una banda sonora que martilleó una primera etapa... y, si no me equivoco, todas las siguientes.
Un abrazo, amigo... y agarremos fuerte ese Tempus, ok?
Gracias, Tío Chinto. Me dejé llevar por lo que extraigo de la música, amigo mío.
No sé muy bien qué decirte... tus palabras me sonrojan, artista.
Sobretodo viniendo de vos.
Un abrazo y que siga representándose nuestra función.
Sí, Ocón... cada día me domina más el subconsciente. ¿Será el signo de estos tiempos?
Que sean dos manzanillas, amigo... y buenas pipas de tabaco para amenizar la noche, que se anuncia larga.
Zorrete...
No te preocupes, que el Robe está igual de hecho polvo que siempre. Nosotros, en los conciertos, siempre decimos que quizá sea la última vez que lo veamos... pero ya sabes, mala hierba nunca muere.
Escuché algo de sus alabanzas a la SGAE y alguna queja injustificada sobre su público... pero nada más... amen de su "suavidad contemporánea" que, bien mirado, no está del todo mal.
... pero el motivo último de mis quejas es el darme cuenta, con los años, que esa rebeldía se consumió como un cigarro en la madrugada. Ahora, el objetivo de las quejas es otro, aunque la música nos siga sonando igual.
Un abrazo fuerte... y sepa usted que queda rebautizado, para El Ejército de los 12 Monos, como El Robe, laureado con la Cruz de San Fernando al mérito.
Me apunto a fuego el consejo, Candela.
Pero no estaba nostálgico ni triste... al menos ayer. Quizá defraudado al conocer que "el enemigo" de aquellas canciones, he resultado ser yo hoy en día.
Pero no importa... para nada. Me hice a la idea hace mucho tiempo.
Un abrazo.
¡Agustín!
Te he saltado... perdón... ¿Ibiza años 60? ?Y tú me hablas de "derecho"?
Envidia cochina es lo que has dejado por aquí hoy, neozelandés.
Algún día ya nos contarás, ok? Seguro que puedes escribir un par de tomos de la Enciclopedia Ilustrada.
Un abrazo y gracias.
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