Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

18 dic 2011

Melancolía como droga


Caminé por oscuras sendas agarrado a mi crepitante antorcha. Sólo. Alejándome de las luces que quedaban a mi espalda y adentrándome en la negra noche suplicante de compañía… desnudo de cuero y oro… con el zurrón vacío de sentimientos y cadenas.
Libre.
Y, a pesar de las voces, no me giré al escuchar mi nombre.


Seguí adelante para no mirar atrás jamás.





Hoy… hoy ha amanecido un día triste.

No es por causa de alguna efeméride olvidada y desesperanzadora… o a causa de alguna noticia pésima o agónica, no… aunque haberlas, como las meigas, haylas. Tampoco es debida la tristeza a algún percance personal que altere la rutina o la felicidad diaria que embarga éste, nuestro Cuartel General.

Todo en calma. Todo tranquilo y dentro de los cánones normales…

… pero hoy es un día triste.

Sin quererlo… sin darme cuenta del viaje que mi mente emprendía… ausente… de golpe, en un instante cualquiera, me he encontrado pensando en el ayer. Pasando las recias hojas de ese álbum de fotos que todos tenemos en la memoria de nuestro disco duro… entre nuestros sueños presentes y los que están por llegar.

Allí… en ese pequeño rincón que guardo en mi cabeza… he reencontrado a viejos amigos que ya no están con nosotros… fugados en cien noches primaverales… He visto las risas, las complicidades, la eterna noche con sus luces fluorescentes anunciando la Vida… y me he perdido en el vacío que quedó atrás.

El colegio… el instituto… el viejo conservatorio con sus destartalados pianos negros… las clases de repaso e informática… Los profesores y nuestras manías… El cine en el Aula Central, todos los viernes por la tarde, justo acabar las clases para evitar que cayera sobre los inocentes espectadores la negra noche del fatal invierno… La historia Interminable y su increíble dragón blanco…

También he visto los cuerpos de las chicas transformarse… crecer… sus labios, sus caderas… sus encantos todos… Los he visto esta tarde, entre mis recuerdos, con una mirada pícara y una sonrisa cómplice entre los labios… como la primera vez que deparamos en la mutación… mis amigos y yo… una tarde de otoño, al tiempo que caían nuestra inocencia y vergüenza.

Y venían acompañadas, las chicas, de los primeros besos y las primeras caricias… las primeras citas y el famoso “Te quiero”… nunca puntual, siempre a destiempo… ¡Cierro los ojos y sigo escuchando las risas y los bailes!... sigo oliendo a fresco perfume y a rojo carmín… y sonrió. Los desamores estaban escondidos tras las bellas musas y, a primera vista, entre mis recuerdos, han pasado desapercibidos.

Para mostrarse, a los pocos momentos, encima del solitario escenario… como la solista del coro… la soprano del canto de sirenas… Intentaban parecerme crueles, dolorosos… esos recuerdos de rupturas, corazones rotos y futuros en soledad… Lo intentaban, pero no podían. Ahora, actores de mi memoria, han perdido la fuerza de su papel protagonista.

Ahora, como tantas y tantas cosas que han surcado mi mente mientras el Sol caía y la Luna se alzaba victoriosa en el azulado cielo, esas imágenes ya no bailan junto a mi mesa en las cenas de guardar.

Son pasto de las llamas del Pasado.

Pero… esta tarde… esta tarde me he sorprendido mirando atrás… y he sentido la tristeza de unos tiempos que, como rezaba la canción, siempre fueron mejores.

Tristeza por los años que se fueron… por lo que quedó atrás… las risas y las lágrimas todas. Por los sueños que, como fantasmas que quisieran desgarrar mi alma, aparecen y desaparecen entre mis viejas fotos como si intentaran burlarse de mi… de mi camino, tan diferente al que ellos representaban… tan inimaginable… tan alejado de aquellos proyectos de antaño, cuando todo parecía posible y todavía no se habían acercado demasiado las alas de la imaginación, de cera, al calor del Sol.

El sueño vespertino me trajo viejas canciones de pasados días… viejas historias más bien olvidadas de ideas, caminos y metas… algunos cumplidos, otros pendientes… los más, olvidados.

Tristeza por aquellos años… y por los que están por venir. Tristeza por lo que era y dejó de ser. Por lo que podría haber sido… por lo que podríamos haber sido…

Tristeza por lo que queríamos… y nos robaron.

Hoy, soldados, es un día triste. La nostalgia y la melancolía han embriagado nuestro corazón y, como jamás deberéis olvidar una vez nuestro baile de inicio, tales demonios no son más que un cáncer para el corazón del valientes. Lo corrompe, soldados… lo reduce a la nada… a la cobardía… a la mesura… la claudicación…

Nuestros corazones, soldados, no están hechos para caer en la trampa de la ensoñación… de lo que no fue, pero pudo haber sido. Como si se tratara de arcilla, debemos agarrar dichas células cancerígenas y, estrujándolas entre nuestros dedos, darles forma de pelota… grande y redonda… que cruzará, tras sufrir la fuerza de nuestro brazo, el Universo como la más brillante de las estrellas fugaces.


Para ellas el destierro.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso es el frió del invierno que se echo encima de golpe. Prueba con vino caliente con higos secos y entre amigos, la melancolía se va cagando leches.
Saluditos.

Lin Fernández dijo...

Bello y evocador relato.Donde la melancolia lo envuelve todo. un saludo y feliz navidad.

Maribeluca dijo...

Mirar atrás con cierta nostalgia parece inevitable, pero siempre como parte de un bagaje que nos ha conformado como somos y siempre formará parte de nosotros ,que además somos presente y futuro, vivamos intensamente los de hoy que recordaremos también mañana.

Herep dijo...

El frío melló mi ánimo, Zorrete.
Ahora salgo a ver si encuentro una tienda abierta para comprar los ingredientes que mencionas y prepararme un combinado de esos.
Lástima que es lunes para abusar del vino.

Un abrazo fuerte, bloguero.

Herep dijo...

Bello y evocador, Agustín... sí.

Pero, como digo en la entrada, la melancolía es un torpedo en la linea de flotación del valiente.

Mis Monos no pueden permitírsela.

Un abrazo, neozelandés.

Herep dijo...

Es inevitable, Maribeluca... tienes razón... Siempre hay un momento en el que te dejas llevar por la nostalgia y, si la marea es fuerte, puedes llegar a plantearte demasiadas cosas.

Pero ya pasó. No fue más que simple marejadilla.

Un abrazo, Maribeluca.

Natalia Pastor dijo...

Y en estas fechas es cuando la melancolía hace presa en nosotros.
Melancolía de los recuerdos que vuelven a nuestra memoria como recordatorio de tiempos maravillosos, que desgraciadamente, ya no volverán.
Melancolía por amores que se fueron y dejaron una huella imborrable;melancolía por aquellos seres queridos que ya no están entre nosotros.

candela dijo...

Muy pocas veces he mirado hacia atrás, no se es una suerte o una maldición. Y menos en Navidad..

Por aquí eso se cura con un "plis-plas" de café licor..
;)

Herep dijo...

La Navidad, Natalia, es un acelerador para la mente melancólica.
Menos mal que seguí el consejo que me ofreció el barman de la esquina.
Mano de santo, amiga.

A la mañana siguiente, el dolor de cabeza me impidió concentrarme más de dos segundos.

Un abrazo.

Herep dijo...

Suerte tienes, Candela.

El no mirar atrás, como pienso y creo, es una debilidad porque, indirectamente, uno busca las cosas que hizo mal y las que podría haber hecho mejor.

Un abrazo, bloguera.