Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

6 ago 2011

La dieta Dunkan


- Buenos días.

- Esto… buenos días… verá… he visto en televisión, en varios carteles por la ciudad y en un sinfín de correos electrónicos, el anuncio de su nuevo sistema para perder peso.

- La dieta Dunkan, querrá decir…

- Sí, perdone.

- No se preocupe, mujer… tranquila. Hoy en día y más ahora, en verano, abundan los anuncios para perder peso… es normal que la gente acabe un poco desquiciada… Verá. Yo soy un famoso nutricionista allá por mi tierra, Argentina, donde llevo ejerciendo desde pequeño, bajo la tutela de mi padre, nutricionista también… como mi abuelo… y bisabuelo… ¡Esa es la clave del éxito de mi método! La prueba… el método científico… el estudio de unos hábitos alimentarios durante tres generaciones… imposible el fallo… un sistema muy conocido en Buenos Aires que, seguro, hará furor por estas latitudes.

- Sí, sí… si son muchas las amigas del Club de Hípica que me han hablado de la dieta… ¡y todas con gran entusiasmo!... pero verá, yo… de un tiempo para acá he ido ganando unos kilitos… unos cuantos… y he probado un sinfín de dietas sin obtener resultado.

- ¡Eso no es problema para mi dieta Dunkan! ¡Hay, jovencita… jovencita! ¡Mujer de poca fe! Dígame, ¿Cuánto pesa y cuánto pesabais?

- Esto… doctor, me da cierta vergüenza decirle… mucho.

- No. No… no me hable de usted, jovencita. Tutéeme…

- De acuerdo… pues verá, de una figura bien moldeada he pasado a esto… una gran bola, como puedes ver.

- ¿Una bola? ¡Yo no veo ninguna bola!... un poco de sobrepeso, eso sí, pero nada que no se pueda remediar con un poquito de esfuerzo. Veamos, ¿cuándo empezó su cuerpo… su metabolismo… a almacenar y almacenar la grasa? ¿Hubo algún momento “especial”? ¿Algo que puedas identificar como el detonante? ¿O fue una cosa sin más… de un día para otro?

- Hombre, doctor… Empecé a engordar hará un par o tres de años, más o menos, pero no recuerdo si hubo algún motivo. De joven siempre había sido muy deportista, eso sí. No tenía ni pizca de chica. Era un horno para la grasa. Todos me admiraban cuando paseaba por la calle… me soltaban piropos…

- Comprensible.

- ¡No me haga reír! ¡Era tan vergonzoso! Pero me sentía segura y todo funcionaba a la perfección. Con las amigas, en el trabajo… mi familia… Mi familia es conocida, de antiguo… así como la suya, más o menos… pues bueno, yo soy la prima de Riesgo, mi tío… de ésos que mueven el cotarro, ya me entiende…

- Ahora mismo… no sabría qué decirle…

- Bueno, pues eso… que ahora… ahora es diferente. Nadie me silba en las esquinas, nadie se me acerca a ofrecerme fuego en la playa… Todos me rehúyen como si tuviera la Peste Negra. Y… no soy feliz, doctor. Nada feliz.

- ¿Sigue haciendo ejercicio?... No, señorita… no llore, mujer…

- Snif. Algo sí que sigo haciendo. No tanto, eso sí… pero… de vez en cuando…

- Pues esa será lo primero. Volver a correr y sudar un poco por las tardes, ¿de acuerdo? ¿Tiene una cinta en su casa?

- No.

- Ah. Pues ya es tarde… o si lo prefiere, corra por la calle. Pero hay que hacer algo de deporte para complementar la dieta. Tome un pañuelo, muchacha, tome. Sigamos… ¿vos coméis mucha pasta… muchos hidratos de carbono?

- ¿Cómo? ¿Pasta? ¿Macarrones y esas cosas, quieres decir?

- Exacto, exacto… Verá… los espaguetis, macarrones, raviolis… esas cositas diminutas están formadas por carbohidratos, o keynesianos, como los llamo yo en el libro. Keynesianos, así… que queda más trágico. Son muy dañinos pues hacen que el organismo nunca tenga bastante con lo que come… come, come, come… engulle, y nunca tiene suficiente. Así, cuando uno menos se lo espera, no se ve los pies…

- Mmmm…

- Y, ¿de carne? ¿Cómo andamos?

- Pues mire, carne es de lo que más como. No me gusta el pescado, ni la fruta… pero el entrecot, el solomillo… ¡chuletas a la barbacoa!...

- Mujer, mujer… ¡Eso es veneno! ¡Cómo no vais a estar como un balón! Todo proteínas y grasas… eso tampoco es bueno, entendéis… también, ocultas, se encuentran unas partículas pequeñísimas, las sociatas, que en el organismo actúan de un modo muy pernicioso: a medida que éste va engordando, las dichosas partículas van intentando aportar soluciones para contrarrestar el “agotamiento” de los órganos vitales… pero esas soluciones no tienen éxito. Más bien aceleran el engorde de la res y de las propias partículas… actúan como… cómo le diría… ¡igual que parásitos!

- Doctor… esto me avergüenza, pero… en los últimos meses no he comido otra cosa.

- ¡Hay, pecadora!... es difícil resistirse, si yo lo sé. ¿Me distingue? ¿Me observa? ¡Antes pesaba muchos kilos de más! Y míreme ahora, míreme… un figurín… pero claro, me tuve que abstener de muchas cosas… olvidarlas para siempre… Como los dulces. Olvidé los dulces.

- ¿Los dulces?

- Claro, señorita. Los pasteles, el croissant del domingo por la mañana… el chocolate caliente con porras… Todo eso pasó a la historia de mi anterior yo. Por su cara observo que vos sí que come dulces, ¿me equivoco?

- No.

- Pues debe olvidarse de ellos. El azúcar… enciérrelo en una botella y láncela al mar. Así, así… haga el gesto con el brazo. Pruebe. Los azucares son muy dañinos. Hacen que perdamos la noción de la realidad. Todo nos parece bien, agradable, perfecto… pero no es así. Nublan nuestra mente mientras vamos agarrando sobrepeso… más sobrepeso… sin darnos apenas cuenta. Yo lo comparo en mi libro con la TV. Nos entretiene con sus patochadas mientras la realidad se va colando por nuestras ventanas… robándonos la plata mientras observamos la TV.

- Doctor… entonces, ¿qué debo comer? Porque me está dibujando un panorama que válgame Dios…

- Señorita, es fácil… Mire, compre mi libro y lea el capítulo 4. Se narra un caso parecido en demasía al suyo…

- Sí, pero… no… ¿ésa es su recomendación?

- Tranquila, tranquila… déjeme acabar… sí, pues es tarde ya y tengo un poco de prisa… mire, vos tiene que hacer la dieta Dunkan estricta. Muy peculiar y severa, pero con resultado garantizado. Deberá acabar con su rutina actual y volver a realizar algún tipo de deporte… el que vos prefiráis… para poner en movimiento esa masa estática. Y, por supuesto, nada de dulces, nada de hidratos de carbono, nada de carne… ni huevos ni aceites… Deberá, a partir de hoy mismo, alimentarse a base de pan y agua.

- ¿Pan y agua?

- Pan y agua, eso he dicho. Nada más. No hay nada más a añadir a su dieta. ¿No ve que con eso de ahí… esos colgajos… esa reserva que tiene usted en su cuerpo está servida para rato? ¿Pero vos para qué queréis comer más? ¡No le va a hacer falta! ¡Por mucho tiempo! ¡Ya está servida! Ahora lo que debe hacer es quemar… y para quemar, nada mejor que no comer.

- Pero… para esto…

- Claro, claro… para esto… Ande, ande, tome el libro y páguelo a la salida a la muchacha de recepción… sí, sí… ya ha pasado la media hora... y cierre la puerta.



Bufff… ¡qué agobio! Siempre igual con esta gente. Se hinchan a comer como los cerdos, como si esto fuera Jauja, para luego venir a la consulta a que se obren los milagros.

4 comentarios:

candela dijo...

Esa, ni con la dieta Dunkan adelgaza. Quizá una visita a Lurdes, pero no se si colará.

Lo que si te digo es que como reviente nos va a poner a todos perdidos de adipocitos.

Tío Chinto de Couzadoiro dijo...

Las sociatas, amigo Herep, han sido las sociatas, esas partículas diminutas, las que la han inflado tan indecentemente, hasta dejarla como una cerda.
Un cordial saludo.

Herep dijo...

Hombre, quizás si se disfrazara bien de beata podría llegar hasta la imagen... aunque le servirá más bien de poco.

Candela, ¿tienes esperanzas de que no reviente?

Un saludo.

Herep dijo...

Claro, Tío Chinto... si llevaban unos añitos dando la matraca con el tema de que la deuda soberana del país era baja... estirando un poco de aquí, otro de allí... y mira, hinchada como un globo.

Un saludo, bloguero.