... entras...
... y es una sensación extraña... todo en calma, en silencio, apenas luz ilumina la Sala X, la bulliciosa cantina de los años mozos... el Cuartel General por entero... El piso cruje, la madera de las columnas envejecida, desconchada pintura por aquí y por allá, y frágiles telas de araña decorando esquinas que esconden espíritus errantes...
Todo vacío, sin soldados, primates, ni uno ni doce ni trece ni nadie.
Pero hoy hay función.
Y ahí salgo, desde bastidores, a contar mis chistes nuevos a este público viejo.
Y apenas en el escenario, aposentado en el taburete de las glorias pasadas, liado un cigarrillo, miro hacia los focos, deslumbrado, sabiendo no encontrar ni un triste cruce de miradas, pero sonriendo, a punto tras carraspear cazalla... todo ensayado... tres, dos, uno...
... para empezar con el...
... ¡Pero qué publico más tonto tengo!...
Porque público imbécil es el que aguanta ahí detrás, mudo, ojiplático, retorciéndose por mil picores y escozores sin científica causa climática. Sufren las infamias representadas en el gran teatro del mundo calderoniano en el que se ha convertido, si lo dejó de ser alguna vez, esta vieja piel de toro que fue España.
Sufren entre risas y carcajadas y golpes en el pecho de comunista superioridad moral.
Qué idiotas asisten al saqueo socializante del "otro mundo es posible" que asola de norte a sur, de este a oeste, de flotilla hasta asamblea... Entre Ingreso Mínimo Vital, deudas condonadas, politología de pelo en axila y demás menstruaciones autonómicas, aplauden cuales títeres de pandemia imaginándose agraciados con alguna prebenda, un apretón de manos en el mitin del domingo a mediodía, si hay suerte un vasito de plástico de vermú, una foto firmada del puto de dos metros.
En el palco, público idiotizado cuelga el esmoquin por mejores galas heredadas del abuelo del batallón Líster. Obsérvalo, presto al asalto del Cuartel de Inchaurrondo convertido hoy en badulaque pakistaní. Bajo su ímpetu, el cerro del Hotel Mena Palace cinco estrellas en la escala del Estado del Bienestar... pensión completa incluido albornoz de la benemérita, virgen blanca sumisa y machetazo gratuito... no ha de rendirse.
¡Atronador aplauso! ¡Vítores y gente en pie! ... ¡Open Arms!¡Open Arms!...
(Oh, Dios... pero qué público más tonto tengo)
Pausa, trago saliva, algo frío gaznate adentro, calada, el guión dicta sección de putas, drogas, género multicultural de piernas abiertas y ganado salvaje en el metro. Éxito asegurado. Al memo le gusta deshumanizar al paria, dispar de lejos o degollar en el autobús, gritarle alienado... fascista... ¡Oh, qué de antifas hierven en el teatro! ¡Qué no habría sido de la Historia del Universo de haber estado vosotros ahí, en el momento oportuno! Cuántas judías podrían haber sido violadas, cuantos bebés triturados in utero, cada ciclista equivaldrá un árbol en el bosque de la biodiversidad y perros y gatos y peces gozarán de sanidad y educación y VPO y pensión a perpetuidad merced al Líder Supremo de la Sauna Socialista Tremendamente Enamorado.
Rompe la armónica comunión teatral la mujer de primera fila entre exhortaciones democráticas y maldiciones de progreso pues cree ver la imagen fantasmal del marido muerto, allá en el infierno, podrido por los gusanos patriarcales, aterrado víctima del rosado pelo Pantene Gulag... Oh, mi Charo... ayer de mantilla y cofradía, hoy liberada de género y de limpieza de sangre. Llora. Llora cual colegiala, haciendo así con las dos manos juntas, como una forma de coño.
Cristiana vieja, su pellejo no sufre de inflación.
¡Guapo!, me grita ciega de ideología, analfabeta, mientras pongo rumbo directo al camerino.
Ellos aguardan... esperan un bis que no ha de suceder. Pasan segundos como años, minutos son décadas, y las caras no varían ante el taburete vacío. Suelte sapos y culebras y mentiras o medias verdades, han venido a gozar de los dos minutos de progreso con los que disfrazan el atroz odio e infamia de clase que supuran, hediondos.
Dos minutos. Mañana, uno será suficiente. Después, no hará falta ni alzar el telón.
Henchidos frente a la roja tela inerte, se verán atravesando las puertas del Valhalla.
... y es una sensación extraña... todo en calma, en silencio, apenas luz ilumina la Sala X, la bulliciosa cantina de los años mozos... el Cuartel General por entero... El piso cruje, la madera de las columnas envejecida, desconchada pintura por aquí y por allá, y frágiles telas de araña decorando esquinas que esconden espíritus errantes...
Todo vacío, sin soldados, primates, ni uno ni doce ni trece ni nadie.
Pero hoy hay función.
Y ahí salgo, desde bastidores, a contar mis chistes nuevos a este público viejo.
Y apenas en el escenario, aposentado en el taburete de las glorias pasadas, liado un cigarrillo, miro hacia los focos, deslumbrado, sabiendo no encontrar ni un triste cruce de miradas, pero sonriendo, a punto tras carraspear cazalla... todo ensayado... tres, dos, uno...
... para empezar con el...
... ¡Pero qué publico más tonto tengo!...
Porque público imbécil es el que aguanta ahí detrás, mudo, ojiplático, retorciéndose por mil picores y escozores sin científica causa climática. Sufren las infamias representadas en el gran teatro del mundo calderoniano en el que se ha convertido, si lo dejó de ser alguna vez, esta vieja piel de toro que fue España.
Sufren entre risas y carcajadas y golpes en el pecho de comunista superioridad moral.
Qué idiotas asisten al saqueo socializante del "otro mundo es posible" que asola de norte a sur, de este a oeste, de flotilla hasta asamblea... Entre Ingreso Mínimo Vital, deudas condonadas, politología de pelo en axila y demás menstruaciones autonómicas, aplauden cuales títeres de pandemia imaginándose agraciados con alguna prebenda, un apretón de manos en el mitin del domingo a mediodía, si hay suerte un vasito de plástico de vermú, una foto firmada del puto de dos metros.
En el palco, público idiotizado cuelga el esmoquin por mejores galas heredadas del abuelo del batallón Líster. Obsérvalo, presto al asalto del Cuartel de Inchaurrondo convertido hoy en badulaque pakistaní. Bajo su ímpetu, el cerro del Hotel Mena Palace cinco estrellas en la escala del Estado del Bienestar... pensión completa incluido albornoz de la benemérita, virgen blanca sumisa y machetazo gratuito... no ha de rendirse.
¡Atronador aplauso! ¡Vítores y gente en pie! ... ¡Open Arms!¡Open Arms!...
(Oh, Dios... pero qué público más tonto tengo)
Pausa, trago saliva, algo frío gaznate adentro, calada, el guión dicta sección de putas, drogas, género multicultural de piernas abiertas y ganado salvaje en el metro. Éxito asegurado. Al memo le gusta deshumanizar al paria, dispar de lejos o degollar en el autobús, gritarle alienado... fascista... ¡Oh, qué de antifas hierven en el teatro! ¡Qué no habría sido de la Historia del Universo de haber estado vosotros ahí, en el momento oportuno! Cuántas judías podrían haber sido violadas, cuantos bebés triturados in utero, cada ciclista equivaldrá un árbol en el bosque de la biodiversidad y perros y gatos y peces gozarán de sanidad y educación y VPO y pensión a perpetuidad merced al Líder Supremo de la Sauna Socialista Tremendamente Enamorado.
Rompe la armónica comunión teatral la mujer de primera fila entre exhortaciones democráticas y maldiciones de progreso pues cree ver la imagen fantasmal del marido muerto, allá en el infierno, podrido por los gusanos patriarcales, aterrado víctima del rosado pelo Pantene Gulag... Oh, mi Charo... ayer de mantilla y cofradía, hoy liberada de género y de limpieza de sangre. Llora. Llora cual colegiala, haciendo así con las dos manos juntas, como una forma de coño.
Cristiana vieja, su pellejo no sufre de inflación.
¡Guapo!, me grita ciega de ideología, analfabeta, mientras pongo rumbo directo al camerino.
Ellos aguardan... esperan un bis que no ha de suceder. Pasan segundos como años, minutos son décadas, y las caras no varían ante el taburete vacío. Suelte sapos y culebras y mentiras o medias verdades, han venido a gozar de los dos minutos de progreso con los que disfrazan el atroz odio e infamia de clase que supuran, hediondos.
Dos minutos. Mañana, uno será suficiente. Después, no hará falta ni alzar el telón.
Henchidos frente a la roja tela inerte, se verán atravesando las puertas del Valhalla.
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