Turistear

Ahora que arrecia el calentamiento global antropogénico de género neutro debido a que el caprichoso cambio climático ha obrado la retirada del invierno malote y franquista; ahora que los días se alargan, los mares se templan, las medusas acuden a la piel, la arena hierve y las muchachas cuecen sus ubres al sol del mediodía, ahora, decía, es el momento de planear las vacaciones estivales, época mágica y bien merecida por los parias del mundo -¡uníos!-...
... y qué mejor lugar... qué mayor paraíso en la tierra prometida... ¡Ítaca, Ítaca, Ítaca!... que la republiqueta catalufa de los ocho segundos, en todo el orbe conocida por la amabilidad de sus gentes de abolengo ADN, la hospitalidad de sus racialistas establecimientos hosteleros... ¡polis no, maketos!... la excelencia sectaria de las instituciones públicas a dos mil euros el auxiliar administrativo, el acérrimo ecologismo contrario a plásticos y demás lacitos nauseabundos reflejado en sus leyes viejas, la sonrisa de la hiena dibujada en el rostro de su cuerpo periodístico, los autorretratos al óleo con terroristas condenados pintados en toda manifestación callejera y esa templanza democrática y tolerante tan aplaudida allende las fronteras del edén republicano por camadas de gabachos, pérfidos, flamencos y muyahidines que, arrancando hojas del calendario, aguardan la quincena de vino y rosas que les espera en el terruño que el dedo todopoderoso de Wilfredo el Pelotudo convirtió en el mejor rinconcito del planeta azul flotante para nacer, sacarse una oposición pública en educación, hacerse bombero donador de sangre o policía busca-urnas. Y, llegado el momento postrero, a pie de playa, en un camposanto de cruces frente al Mediterráneo... o Mare Nostrum por catalán..., tras degustar el frigopié y descansar del frenesí de la sardana, dejarse morir en un fin de asueto estelada michelín.
Jamás ocho segundos... jamás un orgasmo genético... sirvieron para dibujar un esbozo tan fidedigno de tamaño vergel.
Vengan, disfruten y críen malvas.