En la sala se respira ese ambiente...
Mezcla desigual de expectación y desánimo, sostengo un
Larios cola caliente mientras observo la sala de variedades a la que
me ha traído la noche confusa. Reina la penumbra, escasea la luz, las
columnas destilan hastío de cuero viejo y el espejo de detrás de la barra,
brumoso, refleja gentes de color sepia marrón. Incluso la camarera, no más
joven que yo hace una década, sirve copas tediosas con un brío apático: un "jotabé", dos
"cuttis" y un "dic", aquí tiene, gracias, y ni una mirada,
ni una sonrisa, ridículo soñar la posibilidad de algo más. Cabe mirar el escote,
pero pronto se pierden las ganas, contagiado de tanto respirar aire viciado, y uno vuelve la cara al
escenario, hábitat del artista invitado de la noche.
El plato fuerte del cartel.
Se enciende el foco, varios fantasmas de humo habano
recorren el haz de luz, alguien sentado en el escenario, una mujer, gorro negro, americana
entallada, zapato de tacón. Levanta la cabeza entre una bocanada de humo,
retira el sombrero y aparece ella, de quijada traviesa y mirada abesugada, dispuesta a entretener a los
corredores de fondo del cubalibre de la transición:
Saben aquell que diu...
... y se cuenta un chiste, una burla, una guasa, y emplea el
tono de voz que la ha encumbrado al olimpo de los alfareros de la tragicomedia,
dulce pero soberbio, seguro y altanero, propio de la juventud que tan bien
trabaja, siempre a la última, a la moda, conocedora de todas las tendencias de
las chicas objeto que juegan a hacer, del pasillo de la oficina, una pasarela
de la gran manzana.
Saben aquell que diu... que la economía va viento en popa?,
repite exhalando un espeso humo que irrita los ojos de todos los espectadores
que observan hasta sobrepasada la segunda fila. Se escucha alguna risita, poco,
pero la artista sigue con su número, inmutable, absorta en su burbuja de
confort.
El ambiente tiene la pesadez mortecina del peso de los
fracasos de la ilusión, pero ella no da muestras de desánimo. Impertérrita,
disfruta de las mieles de su realidad compleja, invisible para quienes no posean ese
brillo en la mirada, esa pupila gozosa, un atisbo de sonrisa cruzada en los
labios... Saben aquel que diu que son los adalides de lucha contra
la corrupción?, prosigue recitando farsas una detrás de otra, continúan las chirigotas
acompañadas por el humo del fuerte tabaco, ahora dice que los miembros del
partido jamás metieron la mano en la caja -se fuerte, Mariano-, después deleita
al respetable con el del bribón que gallardeaba de tener fuertes y firmes
valores. Saben aquell que diu... que nosotros cerramos el grifo, desconocemos
quién pagará la deuda, metimos a los sediciosos entre rejas y defendimos el
abolengo de la nación? ¿Lo saben, y siguen sin reír, infelices?
Otro que no perteneciera a la generación mejor preparada de
la historia habría sucumbido bajo la presión de una sala silenciosa e inerte, próxima
a la sepultura... pero ese no es su estilo, no el de ella, con esos ojos, ese
gesto, esa excelencia innata.
Observas el vaso vacío y pides otro cubalibre añejo.
Algo te dice que no podrás escapar de este tugurio.
Algo te dice que no podrás escapar de este tugurio.
2 comentarios:
El pobre EUGENIO hoy ya no podría hacer sus chistes porque, tal como explicas, éstos se han convertido en hechos reales.
La realidad supera cualquier ficción, don Javier, y el mundo de los chistes no iba a ser menos.
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