Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

11 jun 2018

El alto timonel


Fue una de las más logradas actuaciones que se recuerdan en el patio de butacas del festival europeo de la canción. Corría en año mil novecientos y pico cuando, descalza sobre el escenario, la morenaza española encumbró el listón del espectáculo hasta cotas difícilmente imaginables fuera de la decadente Europa raptada por los mercaderes. Melena aferrada a una diadema paupérrima, sedas blanquiazules por vestido, voz agitanada por la cazalla y, al son de una filarmónica vienesa de tercera regional, suena la lengua de Cervantes entonando el ay quién maneja mi barca, quién... que a la deriva me lleva, quién... ay quién maneja mi barca, que a la deriva me llevaaaaa... 
Para los incautos, decir que nada tienen que ver estas letras con la cochambre que surca el Mediterráneo sin billete italiano y que ha sido apadrinado por los santos españoles de la periferia racialista/nazionalista en supino gesto de humanidad dos-punto-cero... o solidaridad de salón color salomón... sino que, para ser más inquisitivo, hoy, en estas escasas líneas que puedo parir escabulléndome unos instantes de mis ajetreados vaivenes como comandante en jefe de esta milicia simiesca venida a menos, el protagonista no es la barca, la mafia o el afilado diente del coyote que se frota las manos ante el negocio venidero, sino el barquero... sus verdades porqueras... de nombre gomierdo de Peeeeeedro, el usurpador a mejor precio, famoso por vender La Farola en los semáforos de la capital o buzonear los folletines con las ofertas del supermercado en las viviendas de la mancha humana común.
Él y su cohorte de aduladores sin labor conocida en ámbitos ajenos al erario público -amplia sectorial que incluye a médicos, astronautas, algún corrupto que otro y demasiado olor a chanel número cinco-, mediante una de las burlas típicas y tópicas de este régimen del setenta-y-ocho bipartidista, ha ascendido al trono celestial monclovita, donde se siente a la derecha de la segunda república, a la que lava los roñosos pies con el agua limpia de sectarismo y revanchismo guerracivilista.
Todo el pescado vendido sin pasar por las urnas, dándole un nuevo cariz al muñido sofisma iniciático del gran abrazo transitorio conocido como "quítate tú que me pongo yo". Sólo es un tinte, nada nuevo en el menú pues este plato ya nos lo conocemos de antes. Repite todos los fines de semana. Degustado a gusto por el sedentario españolete de a pie, humanista e ilustrado todo él, feliz en su góndola veneciana mecida por el viento, ese amo impertérrito que... ay... durante más tiempo del que podemos imaginar, va a mecer la barca
hacia la deriva.

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