Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

20 ene 2018

Operando (mentes)


En el cajón de los recuerdos guardo viejas cintas casete de los años en los que recorría, junto a mis padres, las desconchadas carreteras secundarias de la reseca piel de toro española. Y eran buenas, y aún hoy lo son, y me costó lo mío que el colega despistado de turno me las dejara para que las tostara en una copia que, por aquella década de los noventa, nadie consideraba un acto ilegítimo que pudiera acarrear una estancia -permanente e irreversible- con todos los gastos pagados en el selecto club del sistema penitenciario español como podría suceder hoy, en estos tiempos modernos (de mierda), con sus leyes Sinde, la propiedad intelectual-cultural-basurienta y demás patulea infecta.
Era meterla en el reproductor de la furgoneta y, acción-reacción, torcerse el gesto de mis progenitores. Esto es una porquería, pequeño Comandante en Jefe, decía el viejo, rematando a gol con el típico ya no se hace música como la de antes, hijo.
El hijo, que hoy es hombre... hombre con pretensiones de supersimio... echa la vista atrás, analiza y compara con el presente de este siglo veintiuno sin coches voladores ni robots multitarea y, ¡o tempora, o mores!, sólo puede llenar la copa de tinto rioja libre de boicot para, en un brindis de reconocimiento introspectivo, agradecer otra lección más a quienes hicieron tanto por tan poco.
Porque delante, amparado por los rayos catódicos del aparato de ingeniería social masiva que es la TV, entre cortinitas de estrellas y aplausos de la intelectualidad actual sembradora de utopías sacadas de la más profunda de las pocilgas lisenkyanas, la piara de cirujanos de la moral de la nueva era, esgrimiendo el micrófono, las mejores galas transparentes y la última ocurrencia de la partitura del relativismo post-muro de Berlín que copa la filosofía occidental, empieza a entonar la cantinela del otro mundo es posible...
... mundo de talante, género, igualdad y comunismo molón e iconoclasta en vena.
Redoble de tambor y... ¡oh, sorpresa!... sale al escenario el mocoso adolescente de pantalón pitillo tres dedos por debajo de la rodilla, tupé a lo Elvis sidoso y pegote díscolo de mascarilla facial soldado a la rala barba para, en perfecto inglés global y colectivo, cantar algún tema de fusión en el que se alaba las bondades del sexo interracial en el que la rubia no es mujer completa hasta que un negrata se la meta montados en un velero. ¡Qué de aplausos entre las jovencitas deseosas de éxito que babean ante el escenario! El jurado puesto en pie. Las cabeceras de los periódicos del mañana, en Times New Roman tamaño treinta y tres, enumerarán uno por uno las virtudes de los hijos del mañana... tan modernos... tan libertinos... tan limpios del polvo y paja de la tradición. Diez putos puntos en la escala del nuevo orden, Siset. Que pase el siguiente...
... y el siguiente -por paridad- en la lista de aspirantes a ídolos entre la muchachada es una chavala sin pelos en la lengua pero con una larga melena en axilas, piernas y flor de loto. Espontánea y fresca como el rocío de primavera. ¡Chumino de España, la llaman!, y también canta en inglés o francés o zulú catalán de perfecto nivel c. Se atreve con los segadores de cabezas españolas puño en alto haciendo las delicias de su tutor en canto gregoriano, que es aborigen de la Tractoria que vilipendia al Rey de España en nombre de la republiqueta del tiro en la nuca y la fosa común selectiva. ¡Qué futuro, chumino de España, ha de ser el tuyo en esta nueva sociedad todopoderosa!
Tras los líderes, hay más modorros y modorras abriéndose paso en el escenario de la música actual, calcomanías diferenciadas por el tinte flemático del tupé o la sorpresa inconmensurable que esconden entre las piernas -carne, pescado, verde-que-te-quiero-verde-, pero todos han de cantar a la paz del corral, el olvido de las penas y el escarnio de un antiguo régimen que casa muy poco con ellos, generación de generaciones, ajenos a guerras, sacrificios, valores, conocimientos o convicciones de cualquier tipo, como buenas cotorras primigenias de lo que se llama, sin vergüenza alguna, la muchachada mejor preparada de la historia de España.
Cuando los focos se apagan y llega la noche, desconectados los amplificadores y en cama los ecualizadores, llega el momento de conectar con la audiencia mediante el muñido juego infantiloide de los médicos, en el cuarto oscuro, donde se fantasea que la baba ajena que se entremezcla con los flujos virginales propios es la del mandamás de la cosa, de la industria, en una vorágine de amor libre, náusea y tocamientos de salón con los que provocar, virtud innata en el artista modernillo (de mierda) la acomplejada reacción de los eunucos de la tradición y el escarnio de un denostado líder de la dictablanda convertido en muñeco de pim-pam-pum una vez enterrado -y no antes- bajo una losa de un trillón de toneladas. Pero, ¡oh, perdón... él/ella/ello-no-lo-sabía!... disculpe... el espectáculo debe continuar...
Miro atrás, anhelo el vinilo, y de no haber Dios, larga vida y gloria a mis cintas casete.

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