En la capital de la Costa Dorada, esta semana del 15 de
Agosto, se celebran las noches doradas en honor a la santa patrona, Santa María de la Mar... salada,
que dicen los abuelos, y como todo es jolgorio y espectáculo en esta ciudad de
turismo familiar de borrachera, el aquelarre del martes tiene que estar a la
altura de las expectativas.
Que se note, collons, quién es el gallo que manda en
el corral de la casa consistorial. ¡Tiremos la casa por la ventana, concejales!
A esta hora de la tarde aún continua el festejo del día.
Sobre el escenario, una turba de artistas lanza en ristre, contenedor
despatarrado, piedras para qué os quiero y cartón serigrafiado en perfecto
catalán Nivel C. La función empezaba de madrugada, tras una patada a la puerta
propinada por las fuerzas y cuerpos de seguridad del "nou país"-esos
policías con trajes hechos a medida que, llegada la hora de la verdad,
contestan con un trabalenguas a cualquier llamada de allanamiento de morada:
"estamos muy ocupados, señora... llame... llame... ¡llame a la Guardia
Civil!"-, y tanta maña se dieron en la operación de asalto al tren del copyright que uno de los
inquilinos, temeroso de ser pillado con el fardo ilegal, voló tres plantas
hasta el cielo... como el gato volador... como si fuese una de esas inglesas
que se despeñan desde la habitación del hotel nada más ver una litera libre en
la piscina.
Para qué más, señoras y señores. ¡Qué cachondeo, qué
alboroto, otro perrito piloto! Un parpadeo, y las calles estaban llenas. Un
suspiro, y llega la masa justiciera dispuesta a ajustar cuentas con la policía
española, ¡racista fascista!, que tan mal trata a estos pobres parias de
la tierra. Leyes, papeles, autoridad, vivienda, libros de texto, prótesis y
medicinas, subsidios y dos tazas de migajas... ¿qué coño es la UDEF, Susana?
A medida que transcurrían los minutos, han ido sucediéndose
los artistas invitados, quienes han dado buena cuenta de sus privilegiadas
capacidades en el somero arte de arramblar con el mobiliario urbano y la paz
social. A coro, ni corta ni perezosa, la turba festiva ha decidido cortar la
vía férrea que, para aquellos que no lo sepan, corta la villa turística de cabo
a rabo, este-oeste, norte-sur. Cuatro contenedores, sacos de pedrolos del tren,
basura y una muralla humana erigida contra la bestia de acero del Regional de
las 15:10h. en el corredor del mediterráneo.
Como decíamos ayer... tras cinco horas de actuación en
exclusivo directo, me he cansado de tanta cantinela, volviéndome para el
Cuartel General. Atrás, pero, el festival no tenía visos de terminar, incluso
se anunciaba show del cónsul. La muralla seguía firme y, frente a ella, las
patrullas de la policía política, estoicas, aguantaban como estacas... "al
vent, la cara al vent"... la pose fotogénica, y poco más: algún cacheo
para el fotógrafo de la prensa afín, un carraspeo exagerado, una inquisitiva
mirada al escuchar un mal uso lingüístico... pero el tren ahí sigue parado, la
población estival continúa desconectada, y el servicio ferroviario fue desviado
a las paradas del autobús de Paco Martínez Soria, encargadas ahora de gestionar
la horda de turistas que viene a gastarse su maldito dinero a las tiendas
capitalistas que pagan impuestos basados en la plusvalía del Padrecito de los
Pueblos en vez de irse a otro puñetero lugar y dejarnos tranquilos tocando el
jembe y la flauta perruna a la sombra del patatal.
¿Desvarío?... No... no, perdón, no vaya a acusarme los
"charlies" de la brigada de lo político-guay. No es mi
intención mostrarles la náusea que produce ver cómo cuatro gatos cortan la vía
del tren mientras la policía mira impasible. "Esperan órdenes",
dice ahora el trabalenguas, pero tales órdenes no llegarán jamás porque nadie
quiere asumir su puta responsabilidad en esta España que el progrerío ha
convertido en Chirigota Española, s.l. Las Leyes pesan igual que los pétalos de las margaritas y los delitos no son más que actos de rebeldes chicos de la gasolina para la
camada de ratas que pululan por los abrevaderos de "la dignidá, la
igualdá, el progrezo y la democracia populá", meras puchinelas
moviéndose al son de la Negra Parca que, en el centro de su telaraña, teje y
teje la mortaja con la que ha de envolvernos cuando llegue el fresco de la
noche y las últimas luces se apaguen.
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