Otro día de perros en el Cuartel General...
... aunque un gracioso conjuro los transforma en ratas, por
doquier, rodeándonos de muros para afuera. Multitud de ratas en manifestación, reivindicación,
ocupando las calles adyacentes, apiladas, siete millones en un metro cuadrado,portando banderas puño en alto. Todas
gritando, haciendo así con las patitas delanteras.... ric-ric-ric-ric...
afilándose las uñas mientras salivan imaginando el sabor de los monos,
nosotros, que las miramos desde el torreón de popa, atentos al aquelarre que ha
ocupado la tierra española
... antaño regada de sangre, hoy hediendo a orín de roedor
común.
Hay tantas que, como un vulgar sastrecillo valiente, de una
patada golpeas media docena. Mirado hacia nuestras espaldas comprobamos que no
son pocos quienes se desgañitan durante los 2 minutos de Odio que se han
instaurado desde que el pueblo ha asido la democracia por los colgajos. A
muchos ya los conocemos: son la peste negra de la alegría de la ceja, los rojos
multimillonarios hacedores de la bienaventuranza para el mísero lumpen que les
observa y adula como si fuesen el becerro de oro. Con la superioridad moral que
da ser protagonista de Cuéntame o la credibilidad labrada leyendo el
teleprompter en TV, montan un tribunal inquisitorial laico con palmeros y todo.
No importa qué: un chaval desequilibrado del comando Dixán en su versión ni-ni,
una fiesta de la "rosa blanca" rodeados de la bilis de los chicos de
la gasolina, un juramento sobre la Biblia Negra del Gran Oriente, un insulto a la honra de España... sea cual sea: histórico, real,
imaginario... una pulga de rata que pasaba por ahí se convierte en titán de la burla, el
ensañamiento, el odio. Los microbios de siempre atrapados en su cheká de la Guerra
Civil.
Pero... Monos... hemos mirado hacia atrás, ¡y son tantos! ¡Y los hay nuevos, jóvenes de la juventud mejor preparada de la historia de España, que ya es decir! Cuatro o cinco días han sido suficiente para ver lo
extendido que está el virus corrosivo de la sabiduría gramsciana. Por doquier aparecen gritos exacerbados,
llamadas a la guillotina, a retozar (palabrón, retozar) sobre la tumba de los
muertos de Paracuellos, corretear alabando el feminismo con las domingas al aire, beber
cerveza a morro rollo Rocco Siffredi, quitar la foto del Rey del despacho para poner la
de Lady Gaga... el Pisha de Cádiz -la Pepa, Cádiz- diciendo que la bandera está
mareada con tanto viento; en Barcelona el teniente coronel oliéndole el sobaco
al redskin de la espardenya, por no mencionar la capilla de Tutankamón que han descubierto
en el sótano, y, para rematar a gol el esperpento patrio, los alcaldes llegando al
"untamiento" montados en un dron futurista dispuestos a subirse el
sueldo en el primer pleno, justo después de las gambas de la investidura.
Municipios y comunidades. A su tiempo, en La Moncloa se
montan un submarino liándose la grifa con el papel en el que está escrita la
Constitución, esa Ley Magna que, por prostituida, ya no rige en muchos rincones de
España. Paralelamente, el Gobierno de Mariano Rajoy, el Iluminado, sigue mirándose
en el plasma contemplando lo bonico, elegante y señorial que le hace el puro en
la boca.
La defensa de la Nación, la más traidora de las ratas del
Averno, la deja para otro día.
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No era esto, no era esto... decía Ortega y Gasset.
No lo era, tenía razón. Merece más, mucho más que esto, canta
Bill Murray contrariado en el sofá de la Sala X mientras mira de reojo a Scarlett,
esa diosa de pelo rosa. Pocas veces conoceremos algo que valga la pena, una
pasión rejuvenecedora, una razón por la que aventurar la vida toda.
Es más que esto, España.
Dime sólo una palabra,
y no habrá nada más.
y no habrá nada más.
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