- ¡Jordi, Jordi...! ¿Me escucháis?
A pesar de las interferencias, la voz de Abril, corresponsal
en Bombay, es entendible.
- Te escuchamos, Abril. Alto y claro desde el plató del
telediario segunda edición, en riguroso directo. ¿Qué está pasando, Abril?
¿Puedes darnos alguna pincelada de los sucesos? Desde aquí se nos hace
muy difícil comprender qué ha provocado estas revueltas callejeras en la ciudad
india.
La joven reportera, transcurridos los segundos del retardo,
se quita el pinganillo de la oreja, aquejada, antes de mirar a cámara.
- Algo increíble, Jordi, lo que se está viviendo en las
calles de Bombay desde primera hora de la mañana. Podéis comprobarlo vosotros
mismos, a mi espalda, gente corriendo por la calzada, volcando los coches, los
burro-taxis, rompiendo los escaparates de las tiendas... Los saqueos empezaron poco
después y no han cesado desde entonces. Tanto la policía metropolitana como la
estadual están sobrepasadas por la situación, Jordi.
- Creo que no es Bombay el único foco de la revuelta,
¿verdad, Abril?
Pasan los segundos de rigor debido a la lejanía Madrid-Bombay.
- ¡Toda India sucumbe víctima del brote psicótico, Jordi!
Nueva Delhi, Dehradún, Agra... incluso en la recóndita Alwar... todos los hombres
se han echado a la calle con sus turbantes, presas de un furor diabólico no
bien se ha conocido la noticia de que el Parlamento ha aprobado la nueva
reforma laboral. Mareas recorren las calles como la marabunta arrasa la selva.
- ¿He oído bien, Abril? ¿Están, también los indios,
indignados con las políticas de su Gobierno? La última noticia que teníamos es
que las organizaciones no-gubernamentales habían puesto el
grito en el cielo debido a la esclavitud laboral que asola el país.
- Así es, Jordi. Intermoney, Unipetroleum, Demagogia sin
Fronteras... Lo que se veía como un hito en la historia de la India se ha
convertido en una pesadilla. La propuesta, como bien dices, amparada y alentada
por un sinfín de entidades sin ánimo de lucro, está destinada a acabar con la flexibilidad laboral del país garantizando los más ínfimos derechos laborales del mundo avanzado: jornada de 8
horas, un salario mínimo interprofesional...
Se produce un instante de estática, la imagen de Abril enmudece y, atendiendo al fuego y el rápido vaivén de las ambulancias, el
espectador presupone que aquella es una zona bajo asedio, algo peligroso... muy
peligroso...
- Abril, Abril... ¡te pierdo, Abril!... ¿Me ha parecido que decías "subdesarrollado"?
- No... No... ¿me escucháis? ¿Hola, hola... hay alguien ahí?
¡Sí, sí, ahora me llega tu voz, sí!... ¡No, no, qué va! He dicho desarrollado refiriéndome a nosotros... a España, con nuestra fastuosa legislación laboral, tan garantista toda ella, reguladora, intervencionista, siempre bajo la vigilancia de los entes encargados de su perfecto engrase, sindicatos y patronal, paladines de los oprimidos, los parias
y el lumpen. La India, presionada por los países occidentales y una sociedad
civil europea que no puede permanecer impasible ante la deslocalización
empresarial propiciada por una legislación que roza el esclavismo, se ha visto obligada a sucumbir cambiando las reglas del juego.
Detrás de Abril, y de forma borrosa debido al humo y un súbito
zarandeo de cámara, se ve explotar un coche, cuya deflagración alcanza un
puesto de grillos a l'ast y dos burro-taxis, que también explotan.
- ¿Jordi? Las cosas se están poniendo muy difíciles por aquí
abajo. ¿Me escucháis?
- Alto y claro. Sigue, sigue, Abril. Estás haciendo un
trabajo excelente. Te escuchamos.
- Gracias, Jordi... Como iba diciendo, el Parlamento aprobó
la nueva legislación "pro-otro-Mundo-es-posible", y no han pasado ni diez segundos que
la marabunta india se ha echado a la rúe, garrote en mano, en busca y captura de las sedes de Indiflexión, Mercawoman y las demás multinacionales
que están afincadas en Bombay, cuyos trabajadores han sido puestos, contra su voluntad, en el ojo del huracán.
Los pobres parias que en ellas trabajan, lejos de ser felicitados debido a los logros
conseguidos, están pereciendo bajo una lluvia de cuchilladas, patadas y golpes con
cañas de bambú, acusados de llevar a la ruina a todas las demás empresas de Bombay...
y la India entera... las cuales se ven incapaces de hacer frente a las condiciones impuestas por el
Gobierno y su reforma laboral. Miles de pequeños negocios se verán obligados a
echar la persiana abajo, y los trabajadores despechados, furibundos y presas de
una ira infrahumana, están arrasando con todo lo que huele a Occidente.
El sonido se corta y la becaria Abril, en su primer destino
como reportera, gesticula muda ante los ojos de unos espectadores que observan desde la comodidad del sofá de curtido cuero demagógico e hipócrita instantes antes de ser rodeada por varios hombres con turbante, cayendo la cámara al suelo, pasando la imagen a negro, ahorrando más infamia televisada.
Segundos después la violarán.
Así es esa gente.
4 comentarios:
Todo eso podría suceder con perfecta similitud a lo que relatas. Buen tema, Don Herep.
Toda la mano de obra de Occidente en lo referente a textil, electrónica, etc. la ponen esclavos hindués y chinos o coreanos. Lo que supone que un día alguien los despertará en dirección a los derechos laborales, y los que ahora comen de sus jornadas de 14 y 16 horas diarias perderán su trabajo.
Complicado asunto y bomba en perpetuo balanceo sobre los que han deslocalizado sus empresas en Usa y en Europa.
La maldita globalizacion y sus nuevos mercados de esclavos.Como siempre el capitalismo nunca pierde,faltariamas,saludos,
Es complicado, tienes razón, por lo que sería conveniente no tratar el tema con la demagogia y el maniqueísmo que tanto abunda en Occidente, donde lo fácil es hablar sin tener en cuenta las particularidades de dichos países y las consecuencias que podrían producirse.
Un saludo, don Javier.
El capitalismo, Agustín, es la única forma de acabar con el esclavismo, amigo mío. Pero el capitalismo bien entendido, y no este contubernio de amiguitos/empresarios/políticos, tan dado al monopolio y la aniquilación de la competencia.
Un abrazo, neozelandés.
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