Ha sido una Semana Santa soleada en la costa mediterránea,
excelente para tomar una caña en el chiringuito de Vera, tan ansioso como
siempre, capaz de abrir la parada incluso en un día lluvioso de Noviembre.
Tranquilo de primeras, el nubarrón llegó después, obtuso,
disfrazado de con las plumas del buitre negro. Fue el sábado, un día excelente en la cala de los cangrejos,
cuando conocí al Sr. Smallweed, de profesión: usurero.
Se sentó en la mesa que quedaba libre, con sus gafas
negras y su mondadientes enquistado en el labio inferior, sombrero de paja y
camisa blanca desabrochada. Lanzó sobre la mesa la abultada cartera, un juego
de llaves en el que destacaba la rara insignia de cualquier coche caro,
resguardos de tarjeta de crédito y un pañuelo bordado con sus iniciales, todo
arrojado con esa desidia que apesta a ego descomunal, y, alzando el brazo mientras
chascaba los dedos, llamó al chaval de la barra con un "psss" muy perruno.
Una caña bien fría, dice, y me mira.
No sé qué demonios vería en mis ojos a través de sus gafas
de rayos X, pero fue todo lo contrario a mi total indiferencia. Debió ser cosa
de milagro porque, creyéndome intrigado en su legendaria figura, el sujeto
empezó a tutearme mientras narraba con épica la odisea del Sr. Smallweed... soy
usurero, repetía cachondo... a lo largo y ancho del negocio con el que,
humildemente, había triunfado convirtiéndose en el hombre que era hoy.
Una larga lista de cambalaches con todo tipo de gentes,
intereses compuestos por un par de cifras porcentuales, recibos, madres que
acuden con sus hijos a llorar en su oficina sita en su propio palacio... ¡tienes
envidia, eh, chaval!... policías sacando maletas, un colega que conoce a un
colega que no escatima esfuerzos cuando la cosa se pone peliaguda... y dinero,
dinero a espuertas, legal o ilegal, todo libre de impuestos, que el cepo de
Hacienda es para los pobres, para los pringados que tienen sueños.
Smallweed se bebió de un trago la caña helada. Se encendió
un cigarro de liar y se esfumó con tanta ceremonia como había llegado, batiendo con fuerza sus alas.
Usurero, se llevó el excelente día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario