Hoy voy a contaros una historia que jamás podréis leer en
los libros. Ni una palabra se dice en el catálogo de lecturas recomendadas en
el mastodóntico sistema educativo catalán... o español... ya que hacerlo, entrar
en lo que Miguel de Unamuno popularizó como "intrahistoria",
es pecado en estas tierras nuestras tan afines a la corrección política, la
servidumbre y el virus de la crispación. Todo sea por evitar la crispación,
señor Iluminado Rajoy. Sea todo por ese perfil suyo tan bueno, de
centro, afín al "otro Mundo es posible", donde la Economía lo
es todo y los seres humanos bailan, agarrados de la mano, como buenos hermanos
laicos.
Todo el mundo te toma por el pito del sereno, así que aquí
va mi historia, a tu pesar.
Resulta que en las costas del Mediterráneo, cruzando la
Punta del Caballo dirección N-S, encontramos una bonita villa que ya aparece en
los mapas desde tiempos inmemoriales. Dicen que en aquellas ruinas donde
nosotros jugábamos cuando apenas levantaba dos palmos del suelo, mucho tiempo
atrás tuvo el mismísimo Augusto una choza en la que pasaba los meses de
veraneo, disfrutando de las vistas virginales de la época. Pasaron los años y
el Imperio, como suele suceder con los Imperios, cayó dejando paso, al igual
que en el resto de España, a los moros degolladores de infieles. Subieron y
subieron hasta que en Poitiers, un hijo bastardo del Rey galo, conocido como
Carlos Martel, consiguió frenar a las hordas del exterminio. Nacía, de esta
guisa, la archifamosa Marca Hispánica alrededor de los Pirineos... aunque esta
tierra mediterránea mía protagonista de esta historia triste quedó en el barrio
de la media luna, con sus cincuenta rezos diarios, su velo impertérrito y la
ausencia total de cerdo en el menú.
Fue a partir de estos años cuando se desarrolló el núcleo
argumental de estas letras: el nacimiento, y florecimiento, de la sociedad
feudal del Medievo, con sus reales castillos, sus caballeros juramentados y sus
siervos felices moliendo trigo de sol a sol. Caso curioso, el de la vertiente
Mediterránea, ya que un poco más al este, en zona mesetaria, las peculiaridades
de la Reconquista impidieron la implantación del feudalismo. Las batallas
contra el Sultán, cuando eran beneficiosas para la cristiandad, acarreaban cientos
de kilómetros cuadrados de terreno ganado al enemigo, el cual urgía ser repoblado. El
vasallaje, la servidumbre, las migajas de los no privilegiados... No, eso fue ámbito
de las tierras del este y el influjo de la Europa feudal, estamental... totalmente absolutista.
A partir de este punto, y hasta el día de hoy, cuatro
barrios residenciales más, un par de puertos deportivos, la famosa "revolución
industrial", la aparición (y desaparición) de las suecas en topless y
un cierto tufo a rancio que nadie sabe muy bien de qué libro ha salido... todo
aderezado con historias mil que, por un buen puñado de dólares, pueden ser
reescritas a gusto del consumidor último, pues para eso estamos en la época
digital, capaz de borrar de un plumazo siglos y siglos de amaneceres y
atardeceres, que diría Winston Smith.
Tampoco ha cambiado, Monos, el ADN feudal y estamentario de
quien mueve los hilos en el gran teatro actual, con su función estrella, conocida
en el mundo entero como "asunto catalán". Es esta la razón de
la somera introducción de hoy: meteros en el meollo, sin cortapisas, para que
podáis focalizar quién es quién en este juego de embustes, manipulaciones y tontolabas
con pretensiones.
Un día, en este paraíso sobre la Tierra, unos americanos
imperialistas... y liberales... vinieron con el cuento de montar un gran parque
temático. Con ello, los capitalistas useños querían aprovechar las oportunidades
turísticas de la zona para hacer negocio, algo lógico entre quienes tienen
dinero para invertir. El proyecto, amén de divisas, traería muchas inversiones
secundarias, floreciendo el trabajo y el futuro de la zona, aspectos que no están
nunca de más en ningún rincón del mundo...
... menos aquí, en el "feudo" de la
aristocracia catalana, donde el asunto no fue visto con buenos ojos. Decenas de
protestas, centenares de litigios y un par o tres de familias mal avenidas
fueron el resultado de la oposición frontal de esa "aristocracia"
al decreto de expropiación de tierras. Terratenientes de antiguo vieron cómo
recibían buenos precios por unas tierras sobre las que se levantaban poco más
que vertederos de basura y malas hierbas, pero ni aún así fueron colmadas las
pretensiones de estos "caballeros" de altiva figura. Ricos y
acaudalados, tras vender sus tierras, fueron más ricos y acaudalados, pero no más
complacientes o solidarios. Con todas sus fuerzas, a pesar de las perspectivas
futuribles que se abrían ante los ojos de los pueblos de la comarca, siguieron
erre que erre maldiciendo el parque, los americanos y el tan vil metal que
siempre viene a joder la marrana. Todavía hoy siguen mirando de reojo, mascullando sandeces.
Pero no os engañéis, Monos. La "aristocracia"
de la barretina no tenía picores por culpa del parque temático y la perversión
moral que conlleva su sector de negocio. Lo que les hace rascar hasta arrancarse la piel a
tiras es la posibilidad, cierta, de que el asunto americano acarree la evolución pecuniaria y social de todos aquellos que, dentro de la escala
feudal con la que se rige la cabeza bajo la barretina, ocupan los puestos de la servidumbre.
Que el hijo de un buey de carga pueda ganar un suelo fijo repartiendo cartas
del Black Jack es la peor de las pesadillas de la chusma aristocrática
autóctona. Que una moza sea cortejada por un mozo sin la autorización del
señor de la torre, un sacrilegio.
El dinamismo económico, las inversiones futuras, la
prosperidad ajena al trabajo de la tierra... su tierra, claro, de la que son amos
absolutos... la liberalización de las cargas de trabajo, el surgimiento de una
clase media vigorosa y orgullosa de su capacidad de esfuerzo y sacrificio...
No, Monos, no. Eso no podía ser bueno para la "aristocracia"
familiar.
Hete aquí la causa de las quejas, de los gritos, las lágrimas
de pura, y puta, rabia envidiosa.
Como decía anteriormente, esta "intrahistoria"
no la encontraréis en los libros ni en las tabletas que hoy por hoy utilizan
los escolares en las aulas. Ni una palabra, tranquilos, porque con esta muestra,
este anécdota ridícula que se repite en cada uno de los pueblos que forman parte del
contubernio de la barretina, podríais haceros una idea de qué es lo que se reclama
en las calles catalanas. Son aquellos mismos "aristócratas",
aquellas mismas familias que se oponían al progreso y al riesgo del movimiento
de capitales, quienes hoy arengan a la plebe para que salga en defensa de las
"constituciones" catalanes de la época, donde se ponían negro sobre blando esos derechos feudales y estamentarios que garantizaban a las clases pudientes los privilegios de clase típicos de la Edad Media.
Fue el propio Decreto de Nueva Planta la herramienta con la
que se pretendió acabar con estos "usos y costumbres" casi dos
siglos antes de que una de las más famosas juergas de la Historia Universal, la
Revolución Francesa, liquidase la simiente feudal de la mente de los
descendientes de Poitiers, abonando el camino para las doctrinas políticas que marcaron
los siglos posteriores, con su igualdad, fraternidad, solidaridad y demás
versos de la vida loca...
... pero en estas tierras tan avanzadas y prósperas, a diferencia de lo que acontece allá donde no impera el "seny", son los "nobles"... los ricos de familia bien... quienes salen
a la calle, engalanados con banderolas, gafas de sol y camisetas barradas, a
defender, junto a su prole, esos usos y costumbres, derechos y privilegios, que
hace mucho que debieran estar enterrados en la más apestosa de las ciénagas. Aquí son los aristócratas quienes se echan a la calle
apelando a su hecho diferencial básico, feudal, mientras miles de vasallos
asimilados y humillados física, moral e intelectualmente, les acompañan bien de
cerca, dejándose ver, no vaya el señorito a prohibirme plantar, en sus tierras,
el año que viene, esos tomates tan jugosos con los que, de tanto en tanto, nos
agasaja.
Nobles, perros... y fueros.
8 comentarios:
Completamente de acuerdo con tu visión del problema de fondo de Cataluña y Vasconia : la persistencia del FEUDALISMO más feroz defendido a ultranza por los tradicinales privilegiados de las viejas normas de Usos y Costumbres.
Precisamente por eso el lema del Peneuve es "Díos y Leyes Viejas".
Mientras no se entere el pueblo de que todos somos iguales a los ojos de Dios y de que los más fuertes tienen la obligación moral de ayudar a los más débiles, seguiremos yendo j*didos. Cataluña no nos ha robado, la "cabronocracia catalana" con los Pujoles y Mases en cabeza, sí.
Un abrazo.
Ahí lo has clavado, Javier: "Dios y Leyes Viejas". ¿Qué hay más viejo que mirar atrás la friolera de 300 años? ¿Qué más reaccionario que salir en defensa de esas constituciones feudales? ¿Qué podemos encontrar más falso que la leyenda estructurada alrededor de los defensores de Barcelona durante aquel 11 de Septiembre?
Los secesionistas hablan de "ser libres", pero son ellos mismos quienes vienen encadenándose al pasado desde hace muchísimo tiempo.
Sin estas cadenas, es sí, no tendrían razón de existir.
Un saludo. Que tengas un buen domingo.
El pueblo debería reconocer que se ha estado equivocando durante 30 años, Javier, y eso es difícil que algo así suceda. Lo fácil es tirar para adelante, como los burros, esperando que, a fuerza de desearlo, el cuento acabe convirtiéndose en realidad.
El caso Palau, Pujol a Suiza son pequeñas piedras que deben ser sorteadas en pro de un bien mayor.
Y así vamos despeñándonos cuesta abajo.
Un abrazo.
España invertebrada, o cómo se vertebra una nación desde el privilegio y la desigualdad.
La desigualdad con todos mis dudas,creo que la comenzo Franco,dando mas privilegio a Catalunya y a las Vascongada,una vez acabada la guerra civil.No comprendo a estas dos regiones hablando siempre de victimismo,saludos,
Cómo se vertebra una Nación desde el privilegio y la desigualdad...
... mientras los parias aplauden con las orejas.
Un saludo, Reinhard.
Craso error anteponer unas regiones a otras, Agustín, aunque el entuerto viene de más atrás, igual que el victimismo que atesoran y con el que, generación tras generación, siempre han sabido aprovechar frente a gobiernos pusilánimes.
Un abrazo, neozelandés.
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