Tuve guardia el pasado jueves. Imaginaria de Jueves
Santo, noche de madrugá... y atendiendo en la garita la oscuridad de la noche
rural, mientras las imágenes de Cristos y Vírgenes brotaban del aparato de TV,
fui presa de ese sueño frágil, breve, que te coge de aquí y te lleva, unos
instantes, allí...
... viendo multitudes que acompañaban los pasos, vestidas
de gala, bajo aire recogido. A los costados, más multitudes mirando, haciendo
fotos, rezando... sintiendo... y te preguntas cuánto de aquello es veraz, de
que fuste es el sufrimiento de la gitana que canta, cuantas lágrimas deben
verterse para que la jovenzuela con mantilla pague su secreta deuda. ¿Es
realidad o sueño? ¿Ficción? ¿Tradición?... ¿Costumbre? ¿No habíamos quedado que
"Los Diez Mandamientos" era una película?
Sea como fuere, el castigo no es de este Mundo. Tampoco
la pena.
Exonerados de tamaña culpa, la vida deja de ser un valle
de lágrimas. Todo debe ser alegría, vino y rosas, garantizados por Ley. El
mundo se irá al traste, pero mi desayuno con el Marca y unas porras con
chocolate me impedirán alzar la mirada más allá de mi hogar. Nada nos afecta.
Nada es real. El Castigo no es cosa de mi Mundo.
Han sido apenas quince segundos... para nada de gloria...
en los que, dibujada sobre la niebla, he visto la Nación Catalana. Libre,
independiente, idéntica a lo que es hoy... se había construido en base a esas Leyes
de los Hombres Efímeros, y orbitaba, la Nación, por ese éter que envuelve los
mitos con papel de regalo. Una ecuación obrará el milagro de la ciencia y,
donde había una, aparecerá otra... o dos más, quizá tres.
Las multitudes, asombradas como bien mandan los cánones,
asistirán, esta vez, a la procesión del Nuevo Estado, y Compañía. Paso a paso,
en silencio roto por algún cante jondo, siempre guardando ese venerado respeto
a lo que no se acaba de comprender o creer, los conversos asimilarán al Otro...
un nuevo Dios, este en forma de Nación... que vendrá a reforzar aquella
doctrina en la que flaquea el Anterior al Otro. Se verterán lágrimas, sí, y
estas cesarán en la calidez del secreto hogar, sí... el doble de ellas... pero
en el fondo, para el feligrés de temporada alta, exonerados de toda culpa por medio de la comunión televisada, la
pena no es más que una máscara burda para los días y fiestas de guardar.
Sean uno o mil, el Reino de los Dioses, igual que el Castigo,
siguen sin ser de este Mundo.
2 comentarios:
Muy unamuniano te veo hoy, amigo HEREP.
Preguntas sin respuesta, Íñigo. Todos pasamos por esa fase, aunque yo creo que encallé en ella.
Un saludo.
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