Vienes en el mismo tren en el que, un par de horas antes,
llegaste a otro punto de partida... apoyado en la ventanilla, observando cómo
infinidad de postes y árboles solitarios se alejan de tu reflejo, hacia
adelante, dejándote atrás... lejos... sumergiéndote en una sensación que marea
y afloja, y todo da vueltas, y todo parece tan irreal como tu imagen translúcida
reflejada a escasos centímetros... como la carrera imperfecta en la que te
involucra el tren.
Y piensas si es normal que la alegría de la ida sea esto que
ahora te ahoga... si la felicidad, tras otro de sus infinitos pasos, se torna
silencio y la risa es sustituida por el rostro serio, reflexivo, distante.
Ha sido un rato. Una hora de cuatro. Un desayuno, una
colonia y un viaje de ida y vuelta. Algo sencillo cargado de imágenes, de
ilusiones, de... ¿de qué, Mono? ¿De Esperanza, soldado? No. Ella no estaba. Tampoco la desesperanza, hermana gemela.
Allí habían muchos como tú... cansados de agravios, de
humillaciones, de grandes titulares en los que se vende el Reino de Oz... el
Jardín del Edén...
Días laborales y festivos, con la compra de su diario de
referencia, obtenga un billete a la futura Jauja europea. Compre. Atrévase.
.
.. y ayer y mañana, a tu alrededor, todos compran billete.
Y tú no... raro, apestado, atrapado por la duda infinita del error, del tiempo
desperdiciado, de una vida incomprendida arrastrada por el retrete de aquello que crees bueno.
La luminosa luz del mediodía es apagada por la llegada de un
túnel, y la oscuridad insufla vida al reflejo que te sostiene la frente. Salta,
se hace visible, te ataca. Te abre los ojos a una realidad dura y palpable. ¿De
qué, Mono? ¿Servirá de algo, tanta ida y venida? ¿Debo seguir, si corro una
carrera a contracorriente? Conoces el trayecto, los repechos, las curvas a
derecha e izquierda. Conoces a los jueces, altivos, soberbios, totalitarios...
sordos con quienes piden, pero condescendientes con quienes secuestran... y, a
pesar de aguardar, conoces la sentencia, el veredicto, la voz
abstracta que decidirá en pro de los mismos de siempre, actores principales en
ese Teatro de los Sueños en el que...
... algunas veces...
... un reflejo te deja ver el otro lado.
Claro amanecer.
Quizá sí es alegría esto que me desconcierta y tensa mis
labios mientras mi cuerpo vibra atravesando traviesas. Otra estación en el trayecto de la felicidad del mañana. Ver el futuro está bien,
sí. Ver traiciones, desacatos, sacrificios... ver abandono y desidia... Y,
entre tanto conformismo y Muerte, alguien... algunos como nosotros, ahí,
enfrente, defendiendo eso que muchos querrían olvidar en un cajón, como unos valientes últimos de Filipinas... aunque ahora, Filipinas, lo es todo.
Luego, Nada.
Sólo Filipinas... pero nueva... habitada por los Primeros...
los supervivientes que, llegados los Años Oscuros, supieron estar a buen
recaudo, esperando la luz que trae el fin del túnel... luz limpia, pura,
brillante...
Y tus ojos se abren intentando que alguna voz divina te hable,
te resuelva el Mayor de los Misterios en esta joven tarde de un sábado
cualquiera, de vuelta a lo que hoy... todavía... consideras tu casa... ¿estaré ahí? ¿Seré de los Primeros? ¿Caerás en este anochecer
macabro y marcado a sangre y fuego?
¿Verás el renacer, de nuevo, de España?
Es un trayecto corto y el tren, con un silbido de cafetera,
para ruedas... y ante ti, otra estación aguarda.
4 comentarios:
Que vien biene aqui,lo de volvera a reir la primavera que por cielo,tierra y mar se espera.Arriba escuadra a vencer que en España vuelve a amanecer,un abrazo,
Con los españoles en Cataluña bien puede decirse aquello de que buen vasallo si tuviera buen señor.
Esperemos que ría pronto la primavera, Agustín. Llevamos demasiado tiempo esperando ese amanecer que no llega.
Sólo penumbra.
Un saludo, neozelandés.
El refranero español es muy sabio ,Reinhard. En este caso, la fuerza del ciudadano de a pie parece molestar a los que mandan, empeñados en anular toda iniciativa.
Envidias, amigo.
Un saludo.
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