Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

16 ago 2013

Tragedias

Nacho saborea el Rioja hasta vaciar la copa. Pequeños restos de poso han tintado el fondo y una de las paredes de fino cristal. Buen vino, piensa mientras frota la lengua con el paladar. Excelente cosecha. He de acordarme de llamar a Pérez y pedir más.

Pero eso será la semana que viene. Hoy bastará con un pequeño apunte en su teléfono móvil. El personal, por supuesto. El teléfono del trabajo se quedó ahí… en el trabajo, sobre la mesa del despacho… igual que se quedaron atrás las reuniones, los almuerzos repletos de sopas de cifras y letras y Vanesa, su secretaria personal. ¡Qué sería de mí sin Vanesa! Una sonrisa inconsciente se rebela en sus labios. Pobre. La imagina nerviosa, tachando días en el almanaque que esconde en su escritorio, esperando sus vacaciones y ese viaje sorpresa que le ha organizado a su prometido. Espero que le vaya bien. Pero para ese crucero idílico faltan un par de semanas. Los quince días justos de sus vacaciones.

El sesentón deja la copa sobre la mesa y se queda embelesado contemplando la mar inmensa y azul que se mece ante él. Hoy se levantó el levante y las aguas bailan al son de una suave marejadilla que bien parece acunar al yate. Modo pausado, suave, vacacional. Severo, el patrón, ha fondeado cerca de la costa, a tiro de piedra y de tanto en tanto, cuando así lo quiere el viento, le llegan susurros estridentes que en la playa son gritos.

Se nota que están solos Severo y él. Cuando Paloma les acompaña, el barco se pierde en alta mar, haciendo uso de todo el metraje del ancla… sesenta, setenta, cien metros… perdidos en el infinito como una de esas islas paradisíacas de la Micronesia más insignificante, emulando un Robinson Crusoe cualquiera. Es en medio de la más absoluta nada cuando ella se siente relajada, ligera como una pluma, completa en sí misma… sumergida en el líquido elemento al igual que un bebé en gestación.

- Déjala. Déjala que compre y desayune con sus amigas, Severo. Déjala que disfrute del tiempo libre. Hoy navegamos para nosotros –le dijo al patrón mientras soltaba el amarre en el puerto deportivo-. Calma total y con suerte, pesca.

Pero la caña parecía tan relajada como su dueño, abstraído en mil ensoñaciones mientras contemplaba un cabo… un peñasco de roca que se adentra hacia lo profundo, impasible. ¿Cuánto tiempo llevarán ahí arriba esos pinos? ¿Qué no habrán visto esos pinos?

¿Pasa rápida, la vida, para esas rocas?

Para él sí.

Nacho cierra los ojos y se ve joven. ¿Se verán jóvenes, las rocas, cuando sueñan?... ¡Qué preguntas me hago!... Pero el anzuelo era suculento y Nacho se lo ha tragado entero, hasta la campanilla. Cuentan las malas lenguas que los mayores pierden la chaveta, pero él la conserva en su sitio, sobre los hombros, a pleno rendimiento, recordando fechas, caras, nombres… amigos ausentes… Aquellos pantalones de los que tanto tiempo estuvo enamorado, los zapatos agujereados que le acarrearon ser el hazmerreír de toda la clase durante la EGB, su largo flequillo, el acné…

¿Dónde quedó todo eso, Severo?, habría querido preguntar… pero el patrón está a lo suyo, mirando niveles y atando cabos de cuerda blanca impoluta, ajeno a las paranoias de su amigo de la infancia. Ajeno a sus vacaciones. Siempre trabajando. No lo recuerda de otro modo, aunque el trabajo de patrón no es de los más duros, que digamos… y, aunque sea de forma sana, Nacho siente cierta envidia hacia su amigo el guaperas… Severo, amante sincero… decía el prenda a todas las extrajeras que, cuando trabajaron de hamaqueros en la playa, venían a preguntar precios. Y nosotros nos reíamos de nuestro Romeo hasta que nos atragantábamos cuando, al ponerse el Sol y cerrar la parada, la rubia despampanante acudía ensimismada a la cita.

¿Dónde quedó todo aquello, Romeo?

El también lo fue… aunque la suya fue una versión más fidedigna a lo acontecido en la Verona medieval. ¿Y Julieta? No hace falta cerrar los ojos para verla, ahí delante, sentada sobre las piedras del cabo, esperando a un Don Juan que nunca llega, con su pelo negro al viento, rodillas apretadas, mirada perdida verde turquesa rodeando las pupilas. No era una Capuleto, pero él tampoco fue Montesco. Un amor imposible, de verano… cuando la razón se va de vacaciones y las pasiones se desperezan envueltas en el celofán del sudor.

No pudo ser, aunque no podría haber sido. Romeo… Julieta… dos jóvenes enfermos de un amor incurable, a pesar de la penicilina y la Seguridad Social. Dos convalecientes alérgicos el uno del otro… tú visceral, yo majareta… tú utópica, yo desesperanzado… tú hermosa, yo siempre disfrazado…  tú de los unos, yo de los otros…

Construimos castillos en la arena, y la marea no tuvo piedad de nuestro mundo. Mira ahí… mira esas rocas que se hunden bajo las profundidades… ¿Cuántos derribos habrán contemplado, Julieta? ¿Cuántos naufragios la acariciaron? ¿Cuántos amantes se convirtieron en musgo mientras contemplaban el infinito acurrucados en tu lomo?

- ¡Nacho, corre! ¡Rápido, rápido! ¡Parece que ha picado algo!
Mientras no sea una sirena… y Nacho parpadea dándose por finado ese teatro del recuerdo que jamás cierra por vacaciones.


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