Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

10 mar 2013

Voglio una donna!



Siempre recuerdo los largos fines de semana de acampada cuando empieza a despuntar la primavera. La llegada nerviosa los viernes a casa tras las clases del colegio, la apresurada preparación de mi minúsculo macuto… los muñecos de Son Goku y Vegetta, las canicas, la brújula que me regaló mi tío Fermín, tesoro guardado como oro en paño… las rencillas de una madre que contempla el caótico desorden infantil… el viaje en coche, cantando canciones y contando chistes… Tras un par de horas de viaje llegábamos al pueblo de mi padre, allá en la montaña. Teníamos la luz justa para montar corriendo la tienda de campaña, en nuestra parcelita reservada, junto al roble que delimitaba el terreno de la familia.

Allí, junto al viejo árbol, disfrutábamos de una vista inmejorable, con todo el Valle a nuestros pies… y, sobre nuestras cabezas, una bóveda de estrellas digna de la Capilla Sixtina. Yo las conocía todas, o eso creía. Hoy… ahora… en la ciudad, apenas puedo distinguirlas al caer la noche. Todas me saben igual y apenas recuerdo los nombres.

Cuando el puzle de palos, cuerdas y lonas estaba levantado, encendíamos una pequeña hoguera para calentar algo de comida, casi siempre pinchos. Los clavábamos en un palo, lo acercábamos al fuego y cuando empezaban a ponerse negruzcos, los devorábamos a bocados. Mis dos hermanas siempre hacían muecas extrañas cuando la carne caliente les rozaba la lengua, pero pronto el dolor acababa tornándose en risa… carcajada… felicidad.

No hay fuerza en el Mundo que tenga valor a entrometerse durante esos momentos.

Así pasábamos la noche del viernes y la del sábado… junto al fuego… charlando y preguntando cientos de estupideces a unos padres que, siempre, intentaban responder las dudas de sus hijos antes de que estos acabaran rendidos al cansancio. Durante las mañanas se guardaban bien de conseguir ese resultado… paseos en bici, recolecta de caracoles, espárragos, flores… pesca, saltar a la comba, buscar ardillas… Un entrenamiento intensivo tal no dejaba mucha energía para las horas nocturnas y como la TV era desconocida por aquellos lares, el sueño nos vencía pronto.

Entonces respiraban.

Ellos no se daban cuenta, pero algunas noches en las que el beso de Morfeo no era tan profundo, llegaba a abrir un ojo y los veía abrazados, mirando la inmensidad oscura del Valle, en silencio… contemplando ese mundo raro que quedaba a sus pies. Siempre de espaldas, jamás distinguí el gesto de sus rostros, pero todavía hoy juraría que ahí tan sólo podía reinar la sonrisa de mirada liberada.

Una de aquellas noches, tras el pincho de rigor, la risa descontrolada y los pucheros de las gemelas, mi padre nos habló de cuando él y mamá se conocieron, en un baile de instituto. Era historia conocida, pero mis hermanas son capaces de escucharla cien veces al día, con esa cara de embobadas que ponían, con la boca abierta… como si esperasen el beso…

- Vuestro padre, a la tarde siguiente, me llevó al cine. A ver una de Fellini –decía mi madre…

… y papá nos contaba cómo de nervioso estaba, aunque él y mamá habían compartido toda la Educación General Básica juntos, a dos pupitres de distancia. Me costaba creer que un hombre pudiera ponerse nervioso por esa chiquillada… ¡chicas, puagjjj!... pero el tiempo le ha dado la razón, como en tantas y tantas cosas. Aquel viejo sabía lo que se decía, Mono.

- Nos reímos mucho con Amarcord, amor. ¿Recuerdas cuando el tío aquel subió al árbol?

Mi madre no lo recordaba. La película sí… pero la escena en particular no se grabó en su mente, distraída e inquieta gracias a las suaves aproximaciones de la mano de mi padre en su furtivo intento por agarrarse a la de mamá. Ella nunca me lo dijo. Esas cosas las reservaba para sus confidencias con mis hermanas, pero yo sabía que ella también había temblado como una flor. Lo suyo había sido mágico de principio a fin… predestinado… pero incluso las cosas escritas pueden resentirse ante un ligero parpadeo. Vecinos desde siempre, amigos desde la infancia, novios en la juventud… Nada podía salir mal, pero el aire mece demasiadas motas de polvo.

- ¡Quiero una mujer! ¡Quiero una mujer! ¡Quiero una mujer!

Los dos estallaban en una sonora carcajada. Perdón, los dos no. Los cuatro. Yo los miraba sin entender demasiado, pero no hacía falta entender nada.

Un día papá nos explicó que un loco del manicomio, aprovechando un descuido, subía a un árbol en mitad de la película y, a grito pelado, empezaba a clamar por una mujer… una esposa… un algo… lo que sea… quiero, quiero, quiero… Pero querer no significa tener, chicos. Nadie te va a dar nada, y si alguien lo hiciera, desconfía. Os llenarán la cabeza enamorándoos con cantinelas acerca de derechos inalienables, innatos, adquiridos… Nada, Monos. Gritos desgarradores de un loco aupado a un árbol.

Mi padre, muchas veces, divagaba. Junto al fuego, ante la mirada atenta pero melancólica de mi madre, sus ojos viajaban a otro lugar, atravesando aceros, y su mente se relajaba hablándonos de cosas que quedaban más allá de nuestra parcela de acampada, más allá de nuestro pequeño paraíso… allí en lo profundo del Valle… en ese mundo raro que mi infantil mente no alcanzaba a entender.


Ayer volví a ver Amarcord.

Una vez más, después de algún tiempo en el olvido, se contorneó ante mí la escultural Gradisca, enfundada en un vestido rojo infernal de caliente… el motorista fantasma atravesó el salón en su interminable carrera, el muchacho soñador… la estanquera irreal… la nieve… la boda en la playa… el organillo y su música… Asistí a la recepción del fascismo mussoliniano y al paso fantasmal del SS Rex que, como un Titánic cualquiera, atravesaba la profundidad de los mares en silencio, a hurtadillas.

Y sentí pena por el loco, en su árbol.


El mundo sigue pareciéndome raro, pero ahora las palabras de antaño son más claras, más lúcidas. Agradecidas. Mi padre lo sabía bien, y así me lo dijo, con la mirada ausente. Nadie te dará nada. Los derechos que llamáis inalienables, humanos, constitucionales… nada. Papel mojado. ¿Vivienda? ¿Trabajo? ¿Felicidad? Anhelos de manicomio. Preguntadle al loco, preguntadle. ¿Consiguió, al final, esa mujer que tanto deseaba? ¿Se la dieron por imperativo legal? ¿Arreglaron la realidad mediante un artículo en la Constitución? ¿Brotan de los árboles, la vivienda o el trabajo?

¿Brotan de los árboles, las mujeres?

Volví a ver Amarcord y me reí en aquellas escenas que, alrededor del fuego, imitaban mis padres. Ante el televisor volvieron a mí las imágenes de aquellas manos que se entrelazan, temerosas, en la oscuridad de un cine de barrio… mientras en la pantalla se desparraman los pechos de estanqueras iniciáticas, o mientras los alumnos se mofan de un pintoresco profesorado original… chavales que sueñan con amores de cabaret, aceite de ricino, trasatlánticos que se deslizan en silencio para no despertar los proyectos fatuos que viajan en los camarotes… sueños de un mundo mejor portado por las camisas negras del Duce, las Internacionales sonando en el campanario, las putas en carros tirados por caballos… la esquizofrénica de la playa, más cuerda a medida que se acerca el fin… un abuelo perdido… un loco aferrado a un árbol clamando por un imposible…

La risa, la ironía, el fracaso… los sueños rotos… ilusiones pendientes… los recuerdos de aquello que, pudiendo ser, no fue… El mazazo de la Realidad, la no-contradicción… A es siempre A… Infinidad de protagonistas que, como mis padres las noches tranquilas, cuando sus hijos descansan confortablemente, se abrazan en una playa desierta, bajo un entoldado, celebrando una boda triste… o en lo alto de un mirador, junto a un roble de mil años, contemplando el enorme sueño que se halla ahí abajo, en lo más profundo del Valle y del que, por unos segundos, han conseguido liberarse.


Justo un segundo después, atronador, pasa el motorista fantasma… y todo vuelve a llenarse de locura.



19 comentarios:

Unknown dijo...

MAGNÍFICO.

Unknown dijo...

Magnífico artículo, Peter Soljenistsin, magnífico. Tiene usted una mas que aceptables cualidades como escritor: "Voglio una donna" es muuuuy bueno.
Fdo:Piolet per tutti

Unknown dijo...

Excelente artículo que nos acerca, de un lado, al mundillo infantil, de otro al amor de uno de los grandes clásicos del cine. No dejas títere con cabeza hermano y que sea así por mucho, mucho tiempo.

Un saludazo.

candela dijo...

Pero que bien te explicas Herep, me he emocionado y en mí, eso es difícil :)

Old Nick dijo...

¡Bravo!¡Bravísimo, Mio Cameratta HEREP!
¿Amarcord? ¡No!
¡DOLCE VITA!
Genial MIrada RETROSPECTIVA A Tiempos Que FUERON MEJORES,-A Pesar De Las Dificultades Que Hubiera-, Porque LA FAMILIA, Permanecía UNIDA Y FELIZ.
Un Aplauso Genio.
Brindo Contigo Por Las VELADAS FAMILIARES Y Los Tiempos Que VOLVERÁN, Aunque Ya No SEamos Niños, Sino PADRES, O ABUELOS...
Tal Es El ETERNO RETORNO.
Abrazo.
CIAO!
Y
¡¡RIAU RIAU!!

Lin Fernández dijo...

Una verdadera delicia el poder leer y difruta con tu post de hoy,un saludo,

Anónimo dijo...

No crecen ahi, no. De ahí te baja una monja enana y vuelta al manicomio. Muy bueno si señor.
Saluditos.

Maribeluca dijo...

Nostalgia entretejida de romanticismo y un punto ácido.

Buen escrito, Herep.

Natalia Pastor dijo...

Está claro que "Amarcord" produce en ti el mismo efecto que la magdalena en Proust...
La evocación -y sí es comparativa,aún más ...-, nos condena irremediablemente a la nostalgia.

El Fugitivo dijo...

Me ha encantado esa recuperación de la infancia, y ese poso melancólico que dejan las vivencias auténticas.

Eso no se piede inventar, y tu sinceridad emociona.

El mundo inextricable de nuestros padres...

FugisaluDos.

Herep dijo...

Muchas gracias, Dr. López... y bienvenido a esta, su casa...(o Lubianka, ahora que veo que descubrió mi seudónimo.

Un saludo... y piolet per tutti.

Herep dijo...

No conozco ningún títere, CS, que merezca mantener la cabeza. Ninguna, la verdad. El germen está demasiado extendido, amigo.
Deben rodar muchas cabezas...y ante tal tragedia griega, mejor hacerlo con buen humor, como haría Fellini.

Un abrazo, camarada.

Herep dijo...

Espero que no fuera una emoción triste, Candela...
No me perdonaría que hubieras llorado. :)

Un abrazo.

Herep dijo...

Gran película, La Dolce Vitta, querido Old... que también me trae recuerdos de esos tiempos pasados, quizá mejores...
Yo también creo, como vos, que volverán. Tendremos que sufrir un poco, pero volverá esa forma sencilla y simple de afrontar la vida.

Un abrazo, maestro, y un fuerte brindis con vino de la Toscana italiana. ¡Riau!¡Riau!

Herep dijo...

Gracias, Agustin.
Hay días en los que uno se levanta inspirado.

Un abrazo.

Herep dijo...

Buff... Las monjas te bajan de cualquier sitio, Zorrete.
Doy fe, como buen estudiante de escuela vedruna.
... y cuanto más enana, peor!!

Un abrazo.

Herep dijo...

Muchas gracias, Maribeluca.
La vida, siempre con esa pizca de limón.

Un abrazo.

Herep dijo...

Son muchas las cosas que me evocan al tiempo pasado, o perdido, Natalia, pero la nostalgia no suele ser buena compañera de viaje.
Te hace ver imposibles.

Un abrazo.

Herep dijo...

Gracias, Fugi.
Me alagan tanto vuestras palabras que al final no sé qué decir.

Un abrazo.