Pequeños gestos

- ¿Qué pasan hoy por la TV?

Lo mira con una mezcla de somnolencia y desidia. ¿Por la TV? Se atisba, al horizonte, otra tarde de sofá y película. Las primeras semanas del año siempre son pesarosas en el Cuartel General. Muchos de los compañeros apurar los últimos días de vacaciones allá en la Sierra o disfrutando, este místico invierno, de unas playas limpias de turísticas napias con protección.

- ¿Otra vez? ¡Qué ganas tengo de empezar las operaciones! Esta rutina, con tanta película y tanto sofá, me están atrofiando. La sesera, sobre todo. Podríamos hacer otra cosa, ¿no?

Como confirma esa arcaica ley no escrita, encontrar una buena idea es sinónimo claro de victoria ante el tedio. De un brinco se reincorpora y, levantándose del suelo en el que medio dormitaba, se sienta al lado de su camarada presto a iniciar esa búsqueda que amenice la tarde. ¿Jugar en la pista de baloncesto? ¿Una partida de ajedrez? ¿Unos tiros al Call of Duty?

- ¿Qué te ronda?

- Algo… cualquier cosa… ¿un tenis? No… No tengo ganas de tenis, ni de baloncesto, nada… ¡Al ajedrez siempre me ganas, bribón! Algo… había pensado en hacer algo fuera del Cuartel… salir… no sé… ¿por qué tenemos que esperar a la semana que viene para darle caña a lo nuestro?

Ja. Hacer algo. Algo… algo como currar. El pobre no puede seguir interiorizando los terrores de Harry Potter a ritmo de palomitas. Tiene que hacer algo. Sentirse útil. Es un miembro veterano de El Ejército de los 12 Monos y, como todo chusquero, lleva mal esto de los parones por festividades. Moverse. Rock and roll, que dirían los de la pesada en Guadalcanal… Sentirse vivo, en una palabra.

- La Sala X está fuera de servicio, y de esta guisa poco podemos aprobar…

- Se pueden hacer muchas cosas sin la aceptación de la Junta.

- Dime…

- Muchas cosas. Proyectos personales, ideas a menor escala… así, a nivel particular… no sé, pensemos. ¿Qué te parece si repartimos libros? ¿O damos alguna conferencia en el jardín? ¿Y de voluntarios al comedor de calle Velasco?

Siempre piensa en esas cosas antes de acostarse. Esos minutos perdidos, las horas muertas que pasaban entre operativo y operativo, las mañanas sin sueño, las noches sin sueño… poder aprovechar ese tiempo es cuestión de buena organización. Y ahora… esta tarde… sin nada que hacer… ¿por qué no? Esto podría compensar, un poco, lo otro.

- ¿Y si montamos un mercadillo?

La idea apareció así, de pronto, sin necesidad expresa de ir a buscarla. Bueno, un  mercadillo no, exactamente. Algo diferente, pero simple. En un par de horas podían recorrer los comercios del barrio pidiendo excedentes de cualquier cosa… arroz, aceite de soja, lentejas, leche, yogures… ropa vieja, algún libro, bolsas… de esas cosas que se guardan en casa con la falsa ilusión de un uso futuro, pero que sólo ocupan espacio… Recoger todo lo que puedan para mañana, a primera hora… con Sol, seguro… montar unos tenderetes ante la puerta principal y donarlo a quienes lo puedan necesitar.

- Está de puta madre, tío… pero… ¿no será pronto mañana? ¿Cómo avisamos a los desarrapados? Tendremos que hacer correr la voz… ¿no crees?

- Joder… ¿no son suficientes los que pasan cada día ante nuestra puerta?

Todas las mañanas, antes de la salida del Sol, un comando furtivo compuesto por un padre, una madre, una hija y un hijo se adentran en el frente a la conquista del contenedor del Fraga de la esquina, buscando huevos, latas, pan duro… esos se enterarán, seguro. Y vendrán, como también vendrá José, el viejo al que echaron del asilo, con sus zapatillas tan desgastadas como sus dientes, pidiendo que cualquier coche se lo lleve al cruzar el paso cebra. Las lumis frescas, primerizas… esas cuyas hipotecas tiran más que el orgullo y la honra, muchas españolas, novatas de las que lloran mientras follan… ultrajadas… seguro que atienden y acuden en busca de algún juguete para sus pequeños… o Xavi, el taxista sin taxi cuya esposa alardea de que trabaja llevando al Consejero del palacete al despacho, en la Plaza del Ayuntamiento. Con su chándal de la selección española aparecerá, a media mañana, cargado con la famosa maleta en la que esconde como oro en paño ese traje negro con el que culmina el engaño.

- Demasiados. Pasan demasiados y conozco a más. Pobres diablos, camarada. Sí… ¿sabes?, me hace gracia… te pasas la vida viendo carteles en los que se te habla de una segunda oportunidad y al final, si no tienes los pies en el suelo, te lo acabas creyendo. Que si seguro de no sé qué, que si mutualidad de tal, ayudas, pagas… Te secan la mollera con sus chorradas para luego, cruda realidad, cuando te das de bruces contra el asfalto, comprobar que todo era un sueño, una milonga, una cantinela absurda con la que los “papas” te vaciaron la cartera y la sangre de las venas. Ahí te pudras, paria. Llorar, mamar, llorar, mamar… suavemente nos mata, ¿no, Mono?

- Seguridad o Libertad, Mono. Si te vendes por lo primero, cuando te fallan… que te fallarán… comprobarás que no puedes defenderte. No sabes. Les dejaste a ellos esa tarea. Y te ves perdido. Yo escojo lo otro… y cuando falle, que fallaré, apechugaré aprovechando lo que aprendí del juego. Simple, pero lo haré yo.

Decidido. Coger la chaqueta, las llaves, peinarse un poco para dar buena impresión a los comerciantes de la zona, y a ponerse en marcha. Una idea recorre su mente. ¿Y si no son ellos quienes se presentan a las puertas del Cuartel? ¿Y si son otros? Podría ser que Marta, la carnicera desempleada desde el primer embarazo, aquella mañana, se durmiera tras la larga noche de trabajo y su puesto en la cola lo ocupara algún extranjero… alguien de fuera de allí… algún desconocido…

- ¿Y si se nos monta una cola de ilegales?

- Esto lo hacemos para los de casa.

Vendrán. Él sabe que vendrán, a llamarle insolidario… ¡insolidario!... fascista, racista, neo-lo-que-sea… desde organizaciones gubernamentales, desde organizaciones no gubernamentales, desde las Redes Sociales… ¡quién fue el genio que las llamó “Redes”!... la TV, la radio, la marabunta armada con hoces y martillos... Los dos lo saben. Lo mira, le da un par de bofetaditas amistosas en la mejilla, escupe al suelo y abriendo la puerta, dice:

- Su puta madre. ¡Que vengan, si se atreven!