Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

20 nov 2011

La Isla Piedra


A toque de alba, con la caricia de los primeros rayos de Sol, Benjamín se despereza en su lecho. Sin tomar el vaso de leche de cabra que le ha preparado Silvia, sale corriendo de su choza para dirigirse, a galope tendido, hacia la Gran Tienda… la tienda en la que descansa el anciano.

El anciano es, además, el hombre más sabio de todos… el único que, antes de la Marcha, había tenido la posibilidad de estudiar, lee e instruirse en las Grandes Fuentes. Fue él quien capitaneó la Marcha y les indicó el camino a aquellos que quisieron seguirle… o no… Benjamín no sabía muy bien cómo habían acaecido aquellos sucesos. Aquellas historias se estudiaban en la tienda de Severo… y él aún era pequeño para ser estudiante. Le restaba apenas un año.

Noé, el anciano, aguardaba sentado en el porche de la Gran Tienda. Era la mayor de todas ya que albergaba las reuniones del Consejo, que estaba formado por todos los miembros del poblado: 23 personas.

Cuando sus vidriosos y blanquecinos ojos visualizaron la figura del niño, el anciano alzó una de sus manos para mesarle los cabellos, negros como el azabache.

- Mi querido Benjamín… ¿qué te trae tan pronto por estos lares? Siéntate, descansa. Seguro que no has desayunado.

- No. Tenía prisa, abuelo, pero ahora me doy cuenta del rugir de mis tripas.
Noé, entre risas, se levantó del suelo y entró en la tienda. Unos segundos después salió con un vaso de leche de cabra fría… todavía con una marcada sonrisa en la boca. Le gustaba aquel chico. Era el vivo ejemplo de la frescura… de la bondad… de la inocencia.

- Hijo… ¡cuidado!... ¡bebe con calma, no vayas a atragantarte! La leche fría debe ser tomada entre pausas.

Benjamín, sin escucharle, apuró la leche en apenas un parpadeo.

- Abuelo. Ayer noche, antes de acostarme, me acerqué a la playa para ver si algún cangrejo había caído en la trampa…

- ¿Trampa? ¿Eres cazador de… cazador de cangrejos? –interrumpió Noé, que apenas podía esconder la carcajada.

- Sí. Soy cazador. Pero… casi siempre se me escapan… escarban en la arena y se cuelan entre los palos de la jaula… -la mirada del niño se tornó triste durante un instante-… pero creo que ya sé qué es lo que falla. Ya no se van a escapar más.

- Claro que sí, cazador.

- Bueno… abuelo… esto estaba ayer noche en la playa cuando, de repente, se escucharon como enormes truenos allá lejos… tras el horizonte… pero no había tormenta, ni nubes, y el cielo estaba plagado de estrellas…

Noé también había escuchado los truenos.

… y la mar, como una balsa. Al principio pensé que estaba soñando… o que era el aire… pero aquello no era ni un sueño ni el canto del aire. Eran truenos. A lo lejos, abuelo… pero no había tormenta…

El anciano volvió a alargar la mano para mesar, de nuevo, el pelo del infante.

- Ay, Benjamín… el más listo y curioso de los muchachos de la Isla. Serás un gran hombre, pequeño… un gran hombre… y va siendo hora de que empieces a recorrer ese camino.

- Y quiero ser cazador, abuelo.

Las risas volvieron a escena mientras Noé asentía… le decía que sí, que él sería un gran cazador y, con el tiempo, ningún cangrejo se escaparía de sus trampas.

- ¿Recuerdas cuando me preguntaste cómo se llamaba esta Isla?

- Sí. Lo recuerdo. Fue el día de mi fiesta... el día de mi nombre. Isla Piedra, abuelo. Eso es. Isla Piedra.

- Buena memoria, pequeñín. Dura como una piedra. Resistente. Sabes, Benjamín, el mundo es muy grande. Fuera de nuestra isla… de nuestra casa… existen muchas más islas y muchas más casas. Como nosotros, en esas tierras secas viven muchos hombres y mujeres… y niños… muchos más…

- Aquí tan sólo está Raquel, Marta, Pedro y… bueno… y yo… aunque ellos dicen que soy, todavía, un bebé…

- Pues en esas tierras que hay detrás del mar hay muchos más niños... o bebés… junto a sus padres, Benjamín. Miles.

- ¿Y por qué no vienen aquí, a nuestra Isla? ¿Son malos? Si alguno fuera de mi edad… podría jugar con ellos…

- Podrías, podrías. Los niños no son malos, pequeño. Son todos como tú. Inocentes, despreocupados, curiosos y algo traviesos –le dijo Noé mientras encendía una vieja pipa que, momentos antes, reposaba en su regazo-. Pero esos niños… Nadie puede llegar a esta Isla, querido. No la conocen. No saben de su existencia. Y así debe seguir siendo.

- ¿Por qué?

- Porque esta Isla… nuestra casa… es un refugio, Benjamín. Un pedazo de tierra ajena al mundo que la rodea… un oasis perdido en el desierto de agua que nos envuelve. Hace varios años, al poco de tu nacimiento, observé cómo el mundo en el que vivíamos había cruzado la línea roja… el punto de no-retorno… y se dio inicio al plan que nos trajo a esta Isla, donde nosotros… los cinco hombres y las cinco mujeres que conoces como tu familia… hemos salvado lo poco bueno que quedaba del que dejamos detrás. Lo refundamos… pero mejor.

- ¿Mis tíos? ¿Mis tías? ¿Y por qué lo hicisteis?

- Un anochecer, las cinco familias y sus hijos… tus hermanos… nos subimos a un pequeño yate y cruzamos la mar hasta llegar a esta Isla, invisible para los mapas y los ojos espías. Tú viniste conmigo. Yo estaba a tu cuidado en el orfanato… sin familia, Benjamín… tan pequeño y despierto… y algo me dijo que debía llevarte conmigo… aquí… a la Isla… sacarte de allí.

- Abuelo… ¿no me querían mis padres? –preguntó el niño con la voz rota.

- Hijo mío… hay mucha gente en ese mundo que dejamos atrás que no quiere ni la camisa que lleva puesta. No sientas pena por eso. Se convirtió en algo normal… casi incómodo a la vista… La emoción de querer dejó lugar a la necesidad de querer y ya nadie ama. Ni tan siquiera a ellos mismos. Tus padres son los que aquí viven junto a ti, Benjamín. Yo soy tu padre, mi niño. Y todos te queremos.

- Lo sé, abuelo.

- Benjamín, aquello que escuchaste ayer noche… esos chasquidos del aire… eran bombas, no truenos. Sí… lo sé… las bombas son unas cosas que fabrican los hombres para hacerse daño los unos a los otros… como si peleasen… pero allí donde caen rompen el aire como si se tratara de una tormenta… pero no de agua, sino de fuego.

- Pero, ¿por qué hacen eso? Se quemarán, ¿no?

- Sí – risas- Benjamín. Pero no les importa quemarse. Se hacen daño los unos a los otros como siempre ha sido, y como siempre será. Lo llevamos en la sangre, hijo. Los hombres somos así.

- ¿Nosotros también, abuelo?

- También. Pero nosotros no vamos a sucumbir, Benjamín. Por eso estamos aquí… lejos de los truenos y la tormenta. Sabes, hijo mío… como nosotros hay más… otras islas perdidas en el infinito mar azul que aguardan… que esconden los tesoros de la mente humana… nuestras creencias y convicciones… lo que nos ha llevado a ser los seres más increíbles del firmamento… y todos nosotros preservamos tales tesoros de su peor enemigo: el Hombre.

- ¿Los hombres quieren hacerse daño a ellos mismos? ¿Cómo puede ser eso?

- Así es, Benjamín. El hombre es el cáncer del hombre… una enfermedad degenerativa que va corroyendo su pensamiento hasta convertirlo en algo deforme… capaz de ser amoldado a la voluntad de cada cual, convirtiendo las cosas imposibles en posibles… y la realidad, en la mera ficción de un esperpéntico teatro de sueños.

- No te entiendo…

- Benjamín, allí donde resuenan los truenos, el Hombre ha prohibido las aventuras. No existen cazadores a menos que ellos mismos lo permitan. Unos dan la opción a otros, y la voluntad queda así anulada. Otros deciden por ti, Benjamín… y, si vivieras entre ellos, estarías conforme. Ellos te prohibirán ser cazador pero eso no importará porque, con la otra mano, te darán, regalados, los vivos cangrejos. En la tierra de los Truenos, Benjamín, la caza está prohibida.

El niño, inocente, abre los ojos de manera desorbitada, como si un repentino pensamiento hubiera atravesado su mente, se levanta torpemente sobre sus piernas adormecidas y arranca a correr hacia la playa, en dirección a las rocas, donde aguardan sus trampas para cazar cangrejos.


Corre… Benjamín. Corre. Ve a jugar y desgrana cada uno de los frutos que te ofrecerá la Vida. Aquí, en la Isla, eres Libre para ello, piensa Noé para sus adentros. Sé un chiquillo.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Que mundo, claro que yo para eso que quieres que te diga Herep, se puede prohibir a un Zorrete que cace, pero no se puede impedir que lo haga.
Saluditos.

candela dijo...

Estoy de acuerdo con Zorrete, la caza se lleva en la sangre, o no se lleva y no existe ley humana que pueda cambiar eso.

Como tambien se lleva en la sangre la esclavitud, unos la asumen y otros se revelan, de lo contrario, la humanidad tal y como la conocemos ya no existiría.

Epiro dijo...

Mejor que nunca revelen donde está esa isla, los prohibicionistas y demás intervencionistas acabarían con la ella y sus libertades.

PD: Me gusta tu estilo literario.

Herep dijo...

En eso estoy contigo... uno es libre de saltarse, o no, las prohibiciones, siempre que apechugue con las consecuencias que éstas le acarreen.
Pero eso no quita que la estricta protección acaba por convertirse en prohibición.

Un saludete, Zorrete.

Herep dijo...

Es lo que llamamos "ovejas al matadero".
Son muchos los que se conforman con lo que tienen y no aspiran a más... y son más los que, pudiendo aspirar a todo, ven como se les encierra en la nada.

El espíritu humano es libre, y así debe permanecer. Por muchas prohibiciones que se impongan.

Un abrazo, Candela.

P.D. Me tenéis que enseñar como va el twitter.. que estoy hecho un lío.

Herep dijo...

Esa es la ventaja de ser una isla. Puede estar en cualquier rincón del mar... inalcanzable a la brújula del intervencionismo.

Me alegra que te guste el relato, Epiro... más viniendo de tu pluma.

Natalia Pastor dijo...

En el fondo de lo que hablamos es de libertad, del libre albredrío del ser humano, de aceptar la realidad, las imposiciones o rebelarse contra ellas.
Eso sí:luego hay que asumir las consecuencias de tus actos y las responsabilidades que de ellos se deriven.
Por que si no, entraríamos en otro asunto interesante de debate:la impunidad.

Old Nick dijo...

Hermano Herep, Muy Buena Esta Entrada.
Como Todas las Tuyas.
La Libertad del Guerrero Siempre Choca y Chocará contra el Conformismo Estúpido e Inactivo del Rebaño, que le Envidia y por Ello, le Odia.
Pero Allí donde Un Hombre Vale por lo Que Es y no Por lo que Posee, Un Guerrero y un Espíritu Libre, Siempre Dominará de Lejos, Las Estúpidas Normas que los Borregos y otros Semovientes, se Autoimponen, para "Sentirse Seguros"...
Y es que o Se Es un Espíritu Libre o un Esclavo Aterrado y Cobarde.
Un Brindis por la Caida de una Parte de la OCLOCRACIA.
un Abrazo Fraternal y Recuerda que "Hay Muchas Islas Como la Tuya con Gente Similar"...
¡Bendito Sea Todo Cuanto Alienta y Vive de Acuerdo Con la Ley del Creador!
Así Habló Oldnickustra
Sigamos en Guardia
y
¡¡RIAU RIAU!!

Maribeluca dijo...

Calla, calla, que ahora en el pueblo de mis ancestros hay que pagar para coger setas y estoy que rabio...no me compensa y tampoco me da la puñetera gana de pagar una mordida para un fin e semana o dos que fuera a dar un feliz paseo y coger cuatro boletus o níscalos para hacerme una tortilla.

Y por descontado no se te ocurra coger piñas o comerte una mora para no jeringar al bichejo de turno so pena de multa...pero ¿de verdad somos libres?

Herep dijo...

Y para que no reine la impunidad es importante un Justicia sana... y ciega, Natalia.
Ese es nuestro problema y por eso la escasez de libertades está presente en el ciudadano español.

Esperemos que, en un futuro próximo, podamos apretar bien fuerte esa venda, por nuestro bien.

Un saludo.

Herep dijo...

Espero que si que existan todas esas islas, amigo Old... pues la tarea se presenta ardua y todos los brazos serán bienvenidos.

Me felicito por la caída de los gigantes, amigo... y espero que estos que entran desengrasen la máquina y nos pongamos todos a remar fuerte.
Lástima que el río viene cargadito de rápidos traicioneros y corrientes mortales.

Aunque, te confieso, la cara de la ministra Chacón será una de esas imágenes imborrables de mi mente. Casi al nivel de la foto en la que enseñaba los pechos.

Un abrazo, genio... y un fuerte ¡Riau1¡Riau!
Y brindemos, que nunca está de más.

Herep dijo...

Jajaja... Maribeluca... te van a poner un "Setímetro" en el bosque, para que saques ticket.
El Ecobono, lo podrían llamar.

¿Libres? Lo que somos es tontos para creernos cualquier película que nos quieran contar... o vender... o cobrar.

Atenta a la cartera.

Un abrazo.