Crepita el fuego.
Es la primera noche de frío, pero no va a ser la noche que
habías planeado durante la clase de Pol, cuarto de filología, el viernes, hará
un par de días. La ropa, las botas de senderismo, el vino... y, por fin, a
sabiendas del pronóstico meteorológico predicho por la aplicación del móvil, el
frío... y con él, el fuego encendido, su candor, los dos solos, ella y tú sobre
la alfombra de la cabaña... el amor, el amor...
Iluso, te maldices en tu interior. Es triste la vida y muy
raro el mundo.
Te lías un pitillo pensando qué ha salido mal. Se os veía
felices mientras ascendíais al mirador del calvario. Repasas las fotos... sí,
Penny está sonriendo. Aún parece que resuena la risa que la ha acompañado
durante toda la cena. Las cigalitas le gustan, y habéis dado buena cuenta de
las dos botellas de rioja.
Quizá ha sido eso. In vino veritas. Te has confiado,
comandante en jefe. Mencionarías aquella anécdota que a cierta gente le parece ofensiva o algún desliz
involuntario transformaría el deseo que creíste ver en sus ojos en un inoportuno recuerdo
culpable de un viejo amor aún presente Fuere como fuere, su huida te
ha dejado abandonado en una cabaña de un camping desierto.
La aplicación estaba en lo cierto. Hace frío. Hay fuego, tú
estás solo y la ceniza cae lentamente al suelo.
Ha sido algo de la facultad. Algo de la puta escuela y su
mierda de sistema educativo. Ella va para profesora. Claro. No se puede
mencionar el comecocos al que someten a los pobres infelices de hoy -futura
juventud nacionalista mañana. ¿Cómo? ¿No sabes que los índices monoxidorrubéicos
indican que todos salen de licenciados para arriba? ¿No ves las elites saliendo
como churros de nuestras facultades? Con la lengua suelta, responder enumerando el fraude de las inspecciones, la infestación de la ideología racialista en los claustros
de profesores y en las asociaciones de padres o la tiranía de los sindicatos
marxistas de alumnos ha sido una metedura de pata.
Lo uno ha llevado a lo otro. Ahora lo ves claro, lo
revives...
... porque nosotros somos tal y vosotros sois pascual; el
mundo nos mira con asombro, admirados de un pueblo milenario y que patatín
patatán patatín patatán. ¿Tú no serán un fascista, verdad? Un palurdo de esos
que dicen que la ley está por encima del pueblo y que esta no puede ser
cambiada a su voluntad, un tipo de los que enviaría a que aporrearan a la
familia pacífica, a los niños, a los ancianos, a la decencia, a la democracia y blablablabla...
Recuerda, mañana, cuando levantes el campamento rumbo al
Cuartel General, apuntar el nombre del vino. Es bueno. Tanto que, puestos a
decir verdades, su embrujo ha hecho saltar por los aires los mecanismos
ancestrales de contención, mandando a la mierda la corrección política, esa
amabilidad tuya que tanto encandila a los locos y la paciencia por satisfacer el ardiente deseo que tenías
de revolcarte arriba y abajo con esa rubia pechugona que te ha estado quitando
el sueño hasta... hasta... hasta ayer, sí, cuando de forma cruel hiciste trizas
la muñida superioridad intelectual y moral de la que presumía. Inocente, sabes
inútil razonar con un beato del nacionalismo, un feligrés del odio iniciático,
un racimo del que cuelgan uvas de ira y soberbia y envidia y miedo.
Cifras, hechos históricos, realidad frente a ficción, razón
come sentimiento.
Cerró dando un portazo.
Lías otro piti... al cerrar, crees, ha mencionado a Franco... y se te escapa la risa.
El fuego crepita, afuera soplan los primeros fríos del
otoño, y estás solo.
Más vale honra sin barcos, piensas, y duermes.
Mañana será otro día, y otra Penny.
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