Ocurriría un porrón de años atrás, pero sonaba con la misma
nitidez que lo ha hecho hoy, en el bar, mientras bebías un quinto bien frío.
Los unos, endiosados por el ocaso de los dioses, con sus
desafíos al Gobierno iban construyendo su realidad nacional, y los otros,
agazapados como zorras viejas, alentando la deseada rebelión que llegado el
momento apropiado los catapultaría, a golpe de garrote, a la cúspide de
la futura dictadura. Todo, claro, en nombre del pueblo.
La esquerra de ayer es idéntica a la de hoy. Quizá
más gordos de tanto estado de la exquisitez en el que llevan encunados diez
generaciones, reconócelo, pero calzan los mismos apellidos, pasean iguales
taras, se vanaglorian de la sangre-de-Rh-molón que corre por sus venas.
Los comunes y demás mercadotecnia guarra, se vista de
incienso o seda, apesta a komintern a la legua. Dennos una telefónica y
dominaremos el mundo, gritan durante las borracheras de los jueves
universitarios, preparados, gramscianos. Son conocedores, aunque disimulen, de
que el anhelo último, el reino de Hoz (y coz), emborrado por la cruda realidad
del método empírico, sólo puede ser alcanzado andando la senda del crimen. El
totalitarismo cimenta el otro mundo es posible.
El camarero te ha mirado.
-Y el uno cero, ¿qué?
A lo mejor ha sido esta pregunta indiscreta la causante de
tus divagaciones en los olvidos de la Historia; quizá no fue el ambiente que se
respira en este terruño, el hedor que flota atrapado en las cavidades del
cráneo, el mátrix de la democracia popular y el sempiterno señalar de fascistas
por doquier con el que se desayunan, almuerzan y cenan las correas de
distribución del pensamiento unificado. Pudiera ser, al fin y al cabo, la indiscreción del
silencio en un bar a media tarde.
-Una mierda que se coman. No me da suficientemente por saco
un estado que me quieren endilgar otro. Y si no hay bastante, éste, imaginado a su medida... hecho por ellos y para ellos. No, hideputa, no. ¿Tú cerrarás?
-Para nada, aunque con la suerte que me acompaña, verás cómo
me convocan para una mesa. -Una leve mueca en los labios, sus ojos buscando la
complicidad de los tuyos... y, de nuevo, una pausa, el regusto amargo de la angustia... el silencio, .
A éste, misericordioso, no le das tregua.
-Si me llega una papeleta de esas me limpio el culo con
ella.
Y los dos habéis reído; tú no tanto. Rascando brillo en las
viejas copas ya opacas, el camarero se veía tranquilo, seguro. Saberse
respaldado por alguien como tú ha obrado el milagro de la conversión. El adulto
asustadizo ante el cierto mañana ha mutado en un niño de teta. Haciendo de
madre, contándole una nana de ángeles de la guarda y protectores invisibles,
has afianzado su fe... ¡ay, pobre desgraciado!... en ese maremágnum de
seguridades jurídicas, estados de derecho, artículos cientocincuentaycinco y
demás exquisiteces volubles al designio de los hombres.
Los hay que lloran mientras horadan, te has dicho; los hay que afilan sus armas
con falsarios poemas de buen salvaje, y, en el ángulo muerto de la visión periférica,
cerrando el círculo de la repetición histórica de esta teoría del
multiuniverso... de esta teoría "M" de mierda... están ésos que
provocan el tic del tipo de la barra, los culpables de la intranquilidad que
desvela el sueño de los inocentes, los míseros que pudiendo hacer algo han decidido irse de
vacaciones perpetuas al fresco, en el mejor de los casos, o, en el peor, ser
portada de todos los mamporreros mediáticos del régimen anunciando, como un
Chamberlain de progresista pacotilla y democráticos modales, el burlesco
acuerdo firmado en una servilleta de papel con el que queda resuelto el
entuerto y sellado el destino de los españoles.
Será el adiós a la paz, camarero. Será el adiós a las frías
cervezas de la tarde, podrías haberle dicho, pero has preferido callar.
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Feliz 18 de Julio, Monos.
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