Corriendo por el submundo de la red informática mundial, aka
WWW, llegó al SI del Ejército de los 12
Monos, no hará ni un par de meses, una curiosa comparativa entre una de las
mayores lideresas del feminismo dialéctico del momento,
tonta-útil-Beyonce-otro-mundo-es-posible, y un español feucho y bajito que aún
hoy copa las cabeceras comerciales de los puestos de casetes de los mercadillos
itinerantes que, martes o jueves, brotan como setas en las calles más soleadas
de los pueblos de España.
Una, estrellada más brillante del firmamento vanguardista,
con una canción de tres oraciones repetidas incesantemente, modo disco rallado,
estilo secta comecocos -¿dónde va la
gente?, ¿dónde va Vicente?- amparada por un ejército de compositores,
editores, productores, traductores y demás sacamantecas de la mercadotecnia
global indispensable para lamer el éxito en la actual sociedad pringosa; otro, castizo,
con un tema en varias estrofas y estribillo resultón compuesto a lápiz y papel
en el asiento de un Seat 124, denostado por faltón, misógino, empedernido
fumador de barra de bar y carajillo español alienado de las plurinacionalidades
y demás soberanías compartidas.
Hablamos de El Fary, taxista y cantautor.
Hoy hace diez años que anda criando malvas, pero no esperéis
recuerdo en demasía por parte de los canales de comunicación que dominan la
industria, más preocupados por el virgo de la perra-loba o el rasurado pectoral
del julandrón ibérico de nueva hornada.
Todo mandanga, Fary, aunque ésta no se quema ni se lía ni se
fuma a propia voluntad en un intento de encontrar una estrella que quizá no
exista, sino que está en el aire, flotando como ponzoña invisible, como el amor
de la canción, espirada por los arquitectos del infecto buenismo occidental
para que sea inspirada por la mancha humana que, prostituyendo el nombre de la
democracia en una bacanal de relativismo nihilista, se dejó desterrar la
libertad de fumar y la libertad de opinar. Ingeniería moral y cultural que cierra
piernas a cal y canto durante el trayecto de Argüelles a Nuevos Ministerios e induce
a definirse, en sus perfiles doctos en modernez de mierda, como femimbéciles de barba andrajosa, cejas depiladas y menstruación anhelada.
Tú, a diferencia de los papagayos que recitan pedagogía
social a la sombra de la nomenclatura, lejos de esos artistas e intelectuales que oran dogmas en clave de sol y no dudan en tentarse la ropa cuando el redistribuidor de impuestos ajenos del que viven tacha esta palabra de malsonante o censura esa expresión por ser germen de la
fascinerosa incitación al odio moderno, ya no tienes cabida en este edén de
corrección política.
Lejos quedan los agujeros del casete.
Ahora todo es virtual, falso… todo blandengue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario