Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

22 abr 2017

El diluvio


Hará un tiempo, se hizo famosa una alocución versada por nuestro ilustrísimo Mariano Rajoy, el Iluminado, Presidente de lo que queda de España, antiguo reino imperecedero, hoy mera sombra pisoteada y huidiza, avergonzada, por la obra y arte de una horda inabarcable de sanguijuelas que, gracias a la mansedumbre suicida de los antaño anárquicos hispanos, andan dejando seca la piel de toro europea, y, por ende, la esencia de Occidente, que no es la guillotina gabacha, sino la luz de Trento.
Diría, el orate orador, ante la pregunta de cuyo nombre no quiero acordarme... pero que bien podría referirse a la excarcelación o filigranas de los artesanos de la paz etarra, la caída en el olvido de la derogación del aborto a los trece, la ley anti-tabaco o la independencia judicial.... perdón, dadme tres horas para reír... las muñidas reformas estructurales imprescindibles para el país, el farsante problema catalán, la prostituida reforma educativa, la salvaguarda de la defensa y soberanía nacional, la valentía frente a los desmanes perpetrados contra nuestros hermanos hispanoamericanos, la implantación del Gulag de género o la cheká de las bellas artes culturales de la progr(h)ez... diría, digo, el nauseabundo derechista de la barba comunera y el caminar deprisa, que parecía que llovía, ¡corre, corre, Dastis, agárrale el paraguas al Felón de Zetapé!, apuntándose a la moda meteorológica que se abre paso en las TV's y las aplicaciones móviles y las conversaciones de barra de bar o durante los trayectos en taxi desde nuevos ministerios hasta el chalet de la alcahueta remienda hímenes... por la cual todos son físicos especializados en corrientes de aire, cambios climáticos instantáneos y predicciones de todo a cien.
Y debe de ser cierto, a pesar de la sequía de este Abril sin aguas mil, que en su espacio vital no dejan de caer las gotas frías de lluvia, auténtico chaparrón de corrupción al por mayor, guardada en cajones a la espera del momento apropiado, vendetta de familias, padrinos y demás cabezas de periodistas asalariados (y demás mamporreros de guardar) entre las sábanas de satén de los camastros de la jauría real. Tormentas de granizo en los cuatro puntos cardinales de mi patria, todos de tupido traje de exquisito corte italiano, corbata chillona y pote y tres cuartos de gomina aderezando la incipiente calvicie. Lluvia, agua divina que riega los campos de la abundancia política, gasolina para la simiente de la economía de partido, la que importa, la del sobre aceitoso, sujeto-verbo-y-predicado del bienestar de su niña... ¡oh, ramera, qué dote gastas!... y sustento de la economía, su economía, que lo es todo, y no es nada, porque el dinero público, como diría la maestra socialdemócrata de esta jauría de neutralidades que nos gobierna, no es de nadie... y con tal atenuante, quien parte y reparte, monos, se lleva el último virgo de la Tierra.
Así que ya sabéis: el diluvio cayendo en tierra de conejos.
Protegéoslo, no vayan a hacerle un siete estos paladines de la honradez purificadora venida del cielo.


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