Yo compro ropa, luego la vendo, así consigo este rollo que
yo tengo.
Chic para mí, chic para mí, chic, chic...
Hazme una rebajita.
Claro que sí, guapi.
Chic para mí, chic, chic para mí, chic, chic, chic para ti.
Yo compro ropa, luego la vendo, cambiar de armario no me
lleva ná de tiempo.
Chic para mí, chic para mi, chic, chic... chic para ti,
chic, chic, chic.
Yo compro ropa, luego la vendo, así consigo este rollo que
yo tengo.
Y todo, en ambiente disco, se conjura para que el oyente
medio, ido detrás del culamen respingón -¡válgame!-, pierda comba del resto de
la canción con tanto darle al seso en un debate absurdo por averiguar si podrá
hacerse, en las próximas fiestas del barrio, al son de la Orquesta Alaska -que
no es el pinchadiscos del Studio54, pero ahí está, andándole a la zaga-, a una
rubia tan sabrosona en caso de que una moza así apareciese por lo alto de la calle de
la fuente.
La segunda estrofa, que algo de lo que en ella se dice impregne
su mente, eso ya es mucho pedir. Del yo compro jueces, luego los vendo,
nada. El cambio de armario, el jubileo de togas, bien parece un intercambio de
calcetines. Estos perfumados que tanto me adoran, a la saca; los que ya han
perdido la ilusión servicial, a las rebajas, llevados al rastro, purgados. Así,
los sátrapas que diseñaron la aplicación de uso público, mercadeando con el poder judicial,
lucen orgullosos su palmito molón, el rollito guay que los coloca por encima
del bien y del mal, su soberbia infinita... chic para mi, chic para mi, chic
para mi, chic, chic, chic...
Cuando les pides una rebajita,
.... claro que sí, guapi, y uno o dos, a lo sumo, mientras
con la diestra mano salen en el traje de saliva televisado del momento aplicando el
atenuante del lo hice por amor, yo no sabía, ¿un qué en la cochera?, el
materialismo dialéctico o la Nasió de las mil danzas, con la siniestra, arriba y
abajo arriba y abajo, van obsequiando favores, imponiendo medallas y aplicando -dura lex, sed
lex- sus bien merecidos descuentos y rebajas.
Por desgracia, amenizando este inútil desenlace, que no
falte el ritmo sabrosón del culito respingón... ¡válganme las nalgas
del diablo!... con el que los hijos de la Bestia aplacan, tan fácilmente, a los Justos.
Chic, chic, chic.
No hay comentarios:
Publicar un comentario