Los descendientes de Rómulo y Remo, en esto de adormecer a
las fieras, eran unos maestros.
Ya fuera meced a las propiedades aún por descubrir
de la leche de loba o a las bondades del extenso catálogo de leyes y códigos
que fueron otorgándose con el devenir del famoso imperio, no hubo jerifalte
que, llegado el fin de semana y demás fiestas de guardar, olvidara organizar uno de
los festivales que tanto bien hicieron a la hora de domesticar los bajos
instintos del populacho, llámese plebe o lumpen o parias de la tierra.
Todas las tardes, alrededor de las cinco post meridiano, la
marabunta era convidada para que acudiera a la plaza del pueblo -también conocida como teatro, anfiteatro o coliseo-, donde disfrutaría del cartel de lujo
programado. Habían días en los que se celebraban batallas navales, carreras de
cuadrigas, combates a muerte entre gladiadores secuestrados de cada uno de los
puntos cardinales de la tierra romana y, en las citas señaladas, fuere
matrimonio del César o puesta de largo del pequeño querubín del emperador,
concierto benéfico a cargo de los cristianos devorados por las fieras.
... y, entre tanto espectáculo de vísceras, olor a pólvora y
sudor concentrado en las tribunas del recinto, de enormes carretones que salían
al ruedo entre acto y acto, centenares de panes de kilo eran arrojados a las
multitudes presas de un hambre canina.
La sed de sangre, aplacada con creces; la vida famélica,
solventada por el Imperio.
Pan y circo.
¡Alabado sea el César Augusto, hermanos!
Como dos mil años no son nada, apenas un suspiro
desacompasado de los dioses, los tiranos que capitanean la antigua provincia
romana que es Hispania, babosos sabios de medio pelo, en su afán por obviar las
leyes y los códigos heredados de la sapiencia del Imperio Romano y elevar a
categoría de ley innata el concepto de la migaja y el encantamiento -porque sobras
son los cimientos del socialdemócrata estado de bienestar e ilusiones todas y
cada una de las mamandurrias con las que distraen el buen juicio de los
contribuyentes... si todavía queda algo de eso... de buen juicio, aclaro- han
desnaturalizado el concepto original hasta convertirlo en odio y circo, y alrededor de este pilar fundamental, edifican su iglesia laica que ha de desembocar en muerte y desolación.
Pues odio es lo que se siembra hoy en los anfiteatros
modernos de gradería, banderín en el corner, videomarcador y un quince en la
quiniela. Atrás queda el pan -con suerte, un puñado de cáscaras de pipas en el
gorro del chaquetón escupidas por el maleducado que tienes sentado detrás-,
pues la vida está muy cara también para el gomierdo de lo que queda del imperio añejo, y adelante, como pan nuestro de cada día, el sentimiento de confrontación, la diferencia, el enemigo
acérrimo armado con bufanda, banderola e hijo-bomba con abono familiar.
Mirad el episodio del ucraniano fichado por el Rayo (ahí te
pudras en segunda, Vallekas antifa), y la inquina que han destilado los
colmillos mellados de la merma de barrio obrero, rojo y a la izquierda, miseria
redistribuida mediante afable sonrisa en la jeta. Contemplad cómo el compromiso
de un muchacho con su nación en guerra es ultrajado en el mausoleo del circo;
la familia del soldado balompédico amenazada por la soldadesca del postureo en negro y el compromiso
fiero desde la tranquilidad que ofrece la trinchera del sofá; valientes son los héroes
de la paz del cementerio... esa que se caracteriza por el ladrar en la distancia y el esconder el rabo entre las piernas al olfatear el hedor de la sangre y las balas.
Asistid al espectáculo de la barbarie moderna hacedora de guerras a golpe de tuit.
Reíd los chistes que disfrazan el odio de accidentes de avión.
Odio y circo en el imperio moderno, Monos.
¡Maldito sea el nauseabundo Cesar Augusto moderno, hermanos!
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Nota. Ojo... no lances un plátano al piso del anfiteatro o el rayo de Júpiter te partirá en dos. No juguéis a insinuar según qué dogmas de la corrección política imperante. Eso no; sería vuestro fin.
1 comentario:
Los amigotes de Alfon que son muy tolerantes con la violencia rusa sobre el país del susodicho y nostálgicos de la Komitern.
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