Hubo un Octubre en el que pocos se otorgaron la potestad de
decidir por muchos.
En pisos amplios reconvertidos en bufetes de lo social, con
pared pintura en las paredes, olor a tabaco, gafas de pasta y mucha barba, las
mentes más seleccionadas de la sociedad darwiniana decidieron tomar el control
de la granja. Apelando al sentimiento y a la redistribución de la pobreza de
espíritu, fueron ablandando el corazón de los hombres hasta reducirlos a
mancha, chapapote... refugee welcome.
La infestación debía ser a todos los niveles. Desde la cuna,
los buenos padres, al leer cuentos, o en las escuelas y universidades gracias
al influjo de jóvenes maestros ávidos de gloria soñada, se precisaba que en la
psique de los futuros hombres del mañana la diferenciación entre bueno y malo
cediera terreno al nosotros y ellos. En el vago sofá de la TV, monopolizando
los medios, las editoriales con un catálogo afín ajeno a las reglas de un
mercado intervenido -libros y revistas que nadie leerá pero que se cobrarán a
buen saldo-, e, inevitablemente, dedicando otro tanto de sudor del
contribuyente a sustentar el bienestar familiar de el ramo periodístico, pléyade
de mercenarios.
Quienes debían sufrir con orgullo las cicatrices ocasionadas
en sus luchas con el maldito Poder, transmisores de información a la ciudadanía,
fueron los primeros dispuestos a dejarse vender por un gramo de blanca navidad.
En los bufetes de lo social se conocen los vicios ajenos.
Y llegó un momento en el que, madurada la fruta, arreciaron
los ataques al residuo de un pasado que ahora es antiguo, tiránico y fascista.
El ayer es un horror, el conocimiento contradictorio y la moral una vulgar
ramera a sustituir cada cuatro años, según indique la moda, siempre voluble...
y, entre tanto vendaval, la mancha humana, incapaz de diferenciar negro de
blanco, balará...
... o reaccionará...
... momento en el que los pocos, valiéndose de la
servidumbre psíquica de los muchos, pretenderán aplastar la respuesta de quienes
se resignen a ser eliminados.
Ya sucedió antes. No me alcanza la memoria, pero es Historia
escrita.
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