Una sombra aguarda detrás de las columnas que esperan al
final de la escalinata. Es un hermano, es un padre, una madre que tiembla, que
balbucea en voz baja, nerviosa, seguramente son plegarias a una religión en la
que antaño perdió la fe.
Él se mueve, ella se difumina, la sombra mira el reloj: la
hora de la vista se acerca. Un círculo rojo indicaba la fecha esta mañana, en
el calendario, como si durante los últimos tres meses algo le hubiera podido
hacer olvidar qué sentirán sus entrañas cuando él suba por las escaleras para
reunirse con el juez. No ha habido día en el que la imagen de su hermana, madre
o hijo tendido en la habitación de aquel hospital, no le haya perseguido como
un demonio aferrado a su pensamiento. Nada en el trabajo ha mitigado la
pesadilla agonizante de ver su cuerpo sano, su vida entera, desparramándose por
la acera como si de un vulgar perro se tratase. Ninguna risa de las que sonaron
tímidas a su alrededor ha conseguido difuminar el chasquido de un cráneo
desgarrado. No hay rostro que borre la cara de belcebú , su puñetazo a traición,
la jactancia compartida de la felonía.
En dos minutos, el leviatán rozará su vera junto a su
séquito, sonriente. Estos incidentes son caviar para los jóvenes abogados
sistémicos: cuatro alegaciones, dos "lo siento, me he equivocado", la
mirada chulesca a la familia de la víctima y, mañana, no habrá noticia ni en el
último periódico de tirada local.
O sí, pues hoy es la fecha señalada, y la sombra enciende un
cigarro, da una fuerte calada, adquiere esa expresión asustadiza que tanto ha
ensayado frente al espejo del baño de su casa... disimula, sombra; oh, admira,
admira el demonio que sube... y, rápido, veloz, la arrogancia de una sombra
inesperada entre las tinieblas de la mancha humana, el hermano, el hijo, una
madre, propina tres electrizantes puñaladas con el cuchillo de cocina que se
esconde en un bolsillo del abrigo de plumas.
Es fácil acertar en el hígado.
O podría volver a la cárcel del sofá de casa, en la claridad
de la resignación, a susurrar plegarias a la religión en la que tantos otros antes que él enmarañaron su fe, y que han de ser correspondidas con la chanza,
chulesca, del nauseabundo sistema judicial español.
Y todo orbita alrededor de quién le chulea a quién.
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