Oído en la Sala X, lo reproduzco como mejor puedo...
... cambiando de canal cuando apareció esa serie de la comunidad
de vecinos grillados. La dejé. Creí entender que el mayorista pescadero se
apuntaba a un master de marketing, y aparecía el primer día por la clase,
tarde, interrumpiendo al trajeado vendedor de submarinos reconvertido en
profesor.
El zumbado se sienta al lado de una tiparraca y, viejo
verde, empieza a mirarla con descaro, a sudorar, hace gestos, suspira... y
recibe el toque de atención del sabio de la mercadotecnia.
Murmurando, el mayorista que no limpia pescado se calla y la
cháchara pedaboba sigue.
A los diez segundos contados, farfulla de nuevo, desgarra la
calma del aula, la chica ríe, se coloca el pelo tras la oreja, y cuando el
converso se dirige a él reprimiendo su actitud, le contesta este diciendo que
todo lo que está diciendo es una mierda... una mentira... y que así les va a
los jóvenes de hoy en día, todos en el paro, comiendo pipas envueltas en el título
universitario en los parques municipales o haciéndose fotitos frente al espejo,
ahora con los morros así, ahora con la tripita asá.
¿Las estadísticas, los sondeos, las tendencias, la psique...
?, le pregunta el tío, que está alucinado viendo al tipo que le interpela
carcomido por los tics nerviosos de la esquizofrenia; ¿todo una mierda?
Y el tío le responde que sí, que una mierda así de grande. A
lo sumo, cede, lo que ha dicho de un lema empalagoso, tipo "si tiene una
cena elegante, coja un bogavante", pero que lo principal del saber vender es la técnica
más antigua del mundo: untar...
... untar, sí. Aflojar la mosca. Dar billetes. El imperio
levantado con sus propias manos a lo largo de toda una vida ajena a las hojas
de cálculo o el buzoneo puerta a puerta es un excelente testimonio de sus
palabras. Nadie se resiste a un extra con el que darse un capricho secreto. ¿Almejas
olorosas? Varios fajos al encargado del hotel, y colocadas. ¿Excedente de
morralla? Un sobre en el bolsillo de la americana adecuada y, ¡voila!, toda la
mercancía vendida, el camión vacío, los libros de cuentas echando humo.
... hasta aquí, lo principal.
Sintetiza la esencia de un presente que nos ha tocado vivir.
Si no, es imposible asimilar el episodio surrealista de las
diez y veinticinco. Protagonizado por varios hoteles sitos en la costa catalana
del expolio y la colonización, ha sido gracias a la Providencia que se ha
descubierto que los empresarios del turismo tenían pinchada luz, gas, teléfono,
agua y plasma sanguíneo -si fuera menester- de la red de forma ilegal, a lo
rumano amasa cobre, porque si de la camada de inspectores, técnicos,
ingenieros, analistas u oficinistas asalariados en los cien mil organismos oficiales
del refrito autonómico, local y estatal dependiera poner coto a las prácticas fraudulentas...
Esos no verían pasar el cometa Halley,
a no ser que fuera dentro de un sobre.
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