Una mañana de domingo, a la hora del vermú, acudí a una
manifestación.
De aquello hace mucho, pero recuerdo el día gris,
desapacible, húmedo. El cielo de la vieja Tarraco lloraba, y sus lágrimas, caídas
sobre mi cabeza desnuda, azuzaban el martilleo de la resaca de una madrugada
demasiado larga.
El recuerdo es vivo: fue la única manifestación a la que
acudí.
Ninguna de las personas que me rodeaban formaba parte de la
compañía con la que habría deseado despertar. Yo era apenas un crío, un
pipiolo.... también hoy, también siendo un mono... escaso de criterio,
desnortado, pero un domingo por la mañana acudí a una manifestación bajo la
lluvia, y sentí que el baldosín que ocupaban mis pies era un buen lugar.
Un familiar, una chica con la que desayuné y compartí películas
y jugué en la playa, y conocí y reí, había desaparecido sin dejar rastro.
El argumento hubiera hecho las delicias de cualquier
guionista acusado del síndrome del agobio: novios a la fuga, amistades
peligrosas, un par de verdades disfrazadas, la brigada de policía científica
redactando bibliotecas de informes y el castizo halo de mentira envolviendo la
escena del crimen. Interrogatorios y pruebas falsas, forenses y abogados,
espera, desesperanza y angustia de una familia que aguarda, que busca, que
empapela los mostradores de las gasolineras, las páginas pares de las rotativas
a las que puede alcanzar el suelo de una familia trabajadora, la emisora radiofónica
local que da voz a los desaparecidos de segunda clase.
Su abuelo, mi tío, siempre llevó en su pecho la pena.
Murió con ella.
Mueren demasiadas cosas con la venida última.
Mueren más vidas.
La chica del reír peculiar no ha aparecido. El caso sigue
siendo un misterio, o, al menos, ninguna noticia nueva a cruzado los gruesos
muros del Cuartel General en el que nos recluimos, misántropos. La vida es una
bolsa vacía mecida por el viento... no sé si la madre habrá podido dar
sepultura al cuerpo de su hija, desconozco en qué habrán quedado las pericias
del los sabuesos, los requiebros de los abogados, la mentira infinita, la
tribulación que anidó en los corazones de tan pocos...
... pero yo estuve allí, de pie, en silencio, rodeado de
extraños la mañana de un desapacible domingo, rezando por la que fue prima, y
esa fue la mejor manifestación a la que he acudido en toda mi vida.
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Todo son noticias de la joven Diana Quer.
Ojalá tenga mejor suerte.
1 comentario:
Brillante exposicion sobre tu experiencia en una singular manifestacion,que marco algo de tu vida.Saludos,
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