Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

17 ago 2016

Lío en Río


Salgo de la limpia y transparente agua mediterránea para enfangarme en el lodo carioca de los XXXI Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Brasil, paraíso de la favela, el escuadrón de la muerte y el foro multicultural-chachi-piruli de Sao Paulo.
Son, como habréis podido escuchar merced a la pléyade de chupópteros que conforman la opinión pública de la sociedad occidental actual, los primeros JJOO celebrados por debajo de la línea del paralelo cero, uno, y en la América sureña en sempiterno desarrollo fantasmagórico, dos.
El comité del soborno olímpico internacional, raudo allá donde mejor se negocie bajo mano, decidió por unanimidad que la selva amazónica debía tener el espaldarazo internacional que todo país emergente merece por justicia humana, que no divina. Como un muelle al ser liberado, alzaron la manita izquierda sus excelencias compromisarias en voto afirmativo. Mientras, con la diestra, arramblaban con diamantados Rólex y bonos todo-incluido para los lujosos complejos hoteleros del gran burdel caribeño que patrocina el número circense.
Largos años de trabajo, interminables protestas de quienes ven mal que el dinero público no se destine a su bienestar personal comunero, ratas muertas flotando sobre la mugre que nada en la bahía, olor a requesón solar embadurnando la piel morena y la mujer de Ipanema, antaño de bandera, transformada por el socialismo y muerte del siglo XXI en un canto al indigenismo de esponja menstrual, relatividad moral y libre arrendamiento de género.
Brasil, progreso y trabajo.
Brasil, chicha y limoná.
Como era de esperar, la vía del desarrollo del coño sur de la Bernarda no ha tardado en hacerse notar para regocijo de la mancha humana mermada que la intelectualidad nos entregó. Antes de que el fuego olímpico prendiera el pebetero, cien atletas habían sido atracados a punta de pistola y varios miles de turistas se mearon encima mientras eran asaltados al cruzar el paso cebra de Copacabana por bandas organizadas de chavales con licenciatura en el arte de esnifar pegamento.
Brasil, paraíso del buen salvaje, edén de la compasión hacia el delincuente.
Brasil, olimpo del milenarismo. Larga vida a la pachamama.
A ritmo de batucada, los campeones de la percusión hueca y la sangre de horchata, españoles, presentan una de las delegaciones más numerosas del jolgorio. Tropecientos atletas para conseguir no más de diez medallas (generoso estoy hoy) y varios diplomas. ¡No hay que abusar, egoístas fascinerosos! Ya dice un periodista a sueldo del régimen, jornalero con vacaciones-pagadas-todo-incluido, que no debemos ser medallistas, que lo importante es participar, el espíritu de las olimpiadas, desterrar el vil metal... ¡abajo el capital!... la victoria, la competencia y el éxito. Tres sílabas de la palabra fascismo.
Y vivir el sueño olímpico...
... como si ese sueño no pudiera ser dormido en la casa de cada cual.
Un mundo nuevo, reza el lema de Río 2016. Quiera el Cristo de Corcovado que ese otro mundo posible, de verse materializado merced a los designios de Lucifer, se quede a vivir en la selva amazónica inmortal, bajo el paraguas protector del indigenismo costumbrista que la tribu de criollos mandileros que ha amputado el porvenir de nuestros hermanos hispanoamericanos vende como el mejor de los futuros posibles, repleto de hermandad entre los pueblos del Universo, todos al unísono en un interminable corro de la patata, y los refugiados welcome y las musulmanas jugando al balonvolea de playa a cuarenta grados y con siete capas de ropa, y todo paz y todo amor rebosando los bordes dorados de la copa del olimpismo imaginario lennonista que orbita desde el festín de brujas londinense del dos mil doce, con su negación de naciones, su abolición de religiones y su es fácil si lo intentas, pringado reaccionario.
Un mundo nuevo, y la derrota de todos los días.

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