Capullos

El estado del bienestar contribuye con todas sus fuerzas.

Esta madeja de seda que envuelve las piernas, los brazos, se cierne sobre tu cuerpo con el transcurrir de los días, suavemente, bebiendo de tí -y tú de él- hasta completar la simbiosis original, ríe con la gracia del estado del bienestar.

Resuena por toda la estancia.

La fe ciega depositada en él... en la red invisible que ha de sostener, las batas blancas que han de sanar los huesos rotos, la benaventura para el vástago permitida por la pedagogía de los pedabobos, la inmensidad de lo público...  ha convertido la realidad en un espejismo del antiguo régimen de las necesidades del espíritu, época odiosa de garantías contadas por amaneceres y que hoy es la protagonista de las chanzas de los paladines del régimen, adiestrados en el escarnio y la desvergüenza.

Lo palpable es moralmente superior.
Dánoslo hoy, estado de bienestar.

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... son arenas movedizas, en la Sala X.