En la foto, un ente asexuado, informe, quizá humano quizá máquina u espantajo de arena y paja que bien podría estar llorando, aunque observando el ambiente, el galardón y el tufo a petrodolar que embriaga el séquito del sultanato, seguramente estará riéndose a mandíbula batiente de los lamentables infieles.
Adorándole con aplauso, un miserable siervo de la Bestia.
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La niña de nueve años muy cerca del Cid se para:
"Campeador que en bendita hora ceñiste la espada,
el rey lo ha vedado, anoche a Burgos llegó su carta,
con severas prevenciones y fuertemente sellada.
No nos aatrevemosos, Cid, a darte asilo por nada,
porque si no perderíamos los haberes y las casas,
perderíamos también los ojos de nuestras caras.
Cid, en el mal de nosotros vos no vais ganando nada.
Seguid y que os proteja Dios con sus virtudes santas."
Esto le dijo la niña y se volvió hacia su casa.
Bien claro ha visto Ruy Díaz que el rey no espere gracia.
De allí se aparta, por Burgos a buen paso atravesaba,
a Santa María llega, del caballo descabalga,
las rodillas hinca en tierra y de corazón rogaba.
Cantar de mio Cid
2 comentarios:
No sé quién es el aplaudidor pero es tonto redondo, sin la menor duda.
No querría ser indiscreto, pero seguro que, por dentro, está pensando algo así.... «tranquilo, mira para otro lado; piensa en el solomillo que te meterás después entre pecho y espalda»... y así todo, don Javier. Dicen que a los hombres se los conquista por el estómago, y a los imbéciles, más.
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