Cuando bailábamos durante los lejanos días de bachiller, cualquier
canción hacía que todas las féminas en edad lozana saltaran a la pista, presas
de un impulso invisible que aún hoy no alcanzo a comprender. Detrás las hienas,
nosotros, cubalibre en mano y cigarro rubio pegado al labio, picábamos con
garbo dispuestos a llegar al corazón de la más dura de las rocas.
Pie derecho adelante, pie izquierdo hacia atrás, ahora media
vuelta, leve flexión de rodilla, rápido vaivén con los brazos y, siempre,
medido cuidado para no arrimarse demasiado, tío, o se acabó el juego.
No importaba qué sonaba por los altavoces de los garitos, si
había mucha luz o apenas divisabas a la moza que te traía de cabeza desde el
inicio del curso, sentada en el pupitre de al lado, objetivo de todas tus
idioteces de adolescente con acné.
Ellas... fueron muchas... estudiaban; tú inventabas
entremeses con puchinelas remendadas con tus negros guantes, ajeno a la lección,
a la clase, a la profesora abnegada que te dio por perdido para la sociedad
futura. El mundo giraba alrededor de la chica que ahora baila delante, dándote
la espalda, absorbiendo con una pajita su vodka con zumo de piña, mirada de
reojo, encogida y coqueta, pura y fresca como una mañana de Abril. Solo en
sueños había podido imaginar el color del neón y el brillo que irradiaban las sonrisas
llegada la medianoche y, entre todas, la de ella, cosmopolita de pelo perfumado
y bonobús, destello capaz de provocar que las mismísimas estrellas sintieran
celos allá en su palco privado... aunque de haber visto sus ojos, la chispa
viva de una vida que empieza, una aventura por saborear, habría sido la Luna
quien mordiera el polvo de la envidia.
Pero la esperanza de la edad de los posibles le mira a él,
cuchicheando con la inseparable amiga, fiel escudera en las lides del amor
juvenil, mitad curiosidad mitad timidez.
Él, que peinaba los diecisiete años, hijo de un pueblo de
pescadores cansados, se alimentaba de la luz fugaz del amor inolvidable y por
siempre aferrado al zurrón de los tiempos pasados. Feliz, aguardaba solitario bajo
un cielo abandonado de estrellas, encolerizadas, la llegada del primer tren del
amanecer rumbo a la villa que los pescadores hastiados de la mar pronto
sustituyeron... como haría ella... por un nuevo amanecer.
La Luna, compañía a media luz, ya no mordía envidia, sino
ternura.
---
Dulces princesas perdidas pululan por la Sala X.
---
Dulces princesas perdidas pululan por la Sala X.
1 comentario:
FreedomPop is the only ABSOLUTELY FREE mobile communications provider.
Voice, SMS and data plans priced at £0.00/month.
Publicar un comentario