El silencio en el Cuartel General es atronador. Los Monos,
esta mágica mañana, juegan con sus pequeños primates disfrutando de los regalos
que trajeron ayer noche sus majestades de Oriente, los Reyes Magos con pene, en
nada asemejados a las vaginas republicanas o las pichas flácidas posmodernas que
recorren las calles de las ciudades del cambio como fantasmas venidos de otros
tiempos y latitudes.
Tradicionales, sus majestades vinieron cargados de
bicicletas y triciclos, un telescopio para escudriñar los misterios del
firmamento, lotes y lotes de camisetas y calcetines a rayas y un zurrón
atiborrado de bombones, golosinas y caramelos que son el sustento del dentista
del barrio.
Poca importancia dieron a las recomendaciones de los
mamporreros gramscianos del área de la psicología inversa elaborada con la
argamasa de los tochos caídos del Muro de Berlín que proclama la variación intrínseca
del género del regalo. Nuestros reyes, ancianos con más de dos mil años, no son
fáciles de convencer. No entienden estas modas pijiprogres de la bata de cola
para el macho y el injerto de mustacho para la hembra.
A los niños, azul; a las niñas, rosa.
A ellas, muñecas... a ellos, pistolas.
Pero don Papá Noel, ese viejo gordo que vive en el esplendoroso
norte de la civilización occidental -allí donde florece miel entre los radios
de las bicicletas que pueblan sus verdes y limpias calles, los profesores son
el vivo ejemplo de la virtud desinteresada y la policía no detiene a los
maleantes una vez alcanzadas las nueve de la noche, edén de la progresía
universal y espejo de la sociedad lennonista que está por venir-, no tiene
tantos miramientos: en sus cada día más amplios y laicos dominios, a bordo de
su carro tirado por renos de roja nariz beoda, él es la ley, y su verbo,
palabra de gitano.
El títere que regenta la franquicia en tierras useñas,
conocedor del fervor que los feligreses profesan al orondo personaje de larga
barba y vientre satisfecho, perfecto manual del buen comunista, ha salido a la
palestra para obsequiar a la audiencia con uno de sus discursos empalagosos tan
típicos de la tragicomedia que los medios audiovisuales pretenden inyectar en
vena, seriales propensos a la moral relativista y afines a la crítica
marxista-leninista de los males que nos rodean, todos derivados de un fascista
y retrógrado antiguo régimen que debe ser superado en beneficio de la utopía.
El títere responde al nombre de Obama, y aunque es negro
como el carbón del mediodía, son legión los alelados televidentes de la iglesia
del auxilio rojo que siguen a pies puntillas sus sermones aunque estos sean
poco más que un canto a la desvergüenza, la manipulación farisea y el envite al
suicidio colectivo como civilización.
Armado con su arsenal de buena voluntad de baile de salón,
palabras grandilocuentes e imágenes enternecedoras de un gran mañana donde los
miembros (y miembras) del género humano jugaremos al corro de la patata y nos
reiremos contando las historias de nuestros fracasos al abrigo de una cálida
hoguera regada con gotitas de LSD, la palabra de gitano del Papa Negro del
decreto ley ha decidido poner coto al negocio de las armas en los USA.
Armado con su arsenal, yes we can ha desarmado el
derecho useño a portar armas...
... y lo a hecho entre lágrimas, sollozando desde su atril
en el Olimpo de los dioses progres, ese que mantuvo impoluto de ignominia
lacrimógena George Washington allá por su Guerra de la Independencia, o los
generales Grant o Robert E. Lee durante las afrentas de la Secesión del norte y
el sur. No hay noticias de los lloros de Wilson durante la IWW, tampoco de Roosevelt
derramando lágrimas en lo más épico de su batalla en el Pacífico ni de Truman al
firmar el lanzamiento del petardazo sobre Hiroshima. ¿Tendría tiempo de llorar
Kennedy al recibir el balazo que lo fulminó? ¿Nixon al verse atrapado o Clinton
mientras era succionado?
Dudas, dudas, dudas... que se convierten en certezas cuando
el Papa Noel del Harlem empieza a hablar por esa bocaza que su dios le dio, y
ya puede mentir como un bellaco o disfrazar la realidad como un alquimista que
sus palabras serán aplaudidas por todos aquellos que creen en el profeta de las
bienaventuranzas del "otro mundo es posible". Al amparo de la
musicalidad de su verbo, nadie se preguntará por qué existen países con
estricto control armamentístico cuyas estadísticas de muertes violentas
sobrepasan los índices de los USA o por qué hay países en los que la libertad
para poseer un revolver no se refleja en tiroteos diarios en las escuelas o en los
cines.
Nadie reflexionarán sobre qué se esconde detrás de una
medida que no es tanto por los males de las armas, sino por el control de las
mismas... y con él, la privación de la autodefensa al ciudadano de a pie, el
escamoteo de su libertad para defenderse frente a la agresión de los hijos de
la Bestia, siempre armados, haga frío o calor, habida o no prohibición. Como
buenos feligreses aleccionados por las mágicas bondades del Papa Noel de los buenos sentimientos y las lágrimas bondadosas, dejarán su legítimo derecho a entes mayores, al Estado y su violencia
amparada, y a vivir que escaso es el tiempo dado y largo el sendero de amarillas
baldosas del Reino de (h)Oz (y coz).
2 comentarios:
Esas lagrimas no sabria como catalogarla,pudieran ser de cocodrilo,o de la humedad donde se dio la rueda de prensa.Una cosa es clara esas lagrimas podria tener un destinatario seguro,los chiquillos sirios,digo yo,saludos,
Esas lágrimas son falsas como los trajes de Armani que venden en el mercadillo de mi pueblo los martes por la mañana, Agustín. Publicidad, propaganda y educación sentimental, pilares de la sociedad abocada al suicidio que están construyendo los pastores mientras las ovejas balamos.
Un saludo, neozelandés.
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