Es martes, día de mercado ambulante, abajo, en el solar de
lo que algún día, y muy a pesar de sus hijos, fue algo, un país, una nación.
Los carromatos ambulantes se detienen sin atender a las
líneas verdes, desmontan los bártulos y una legión de desheredados se apresura
a vender lotes de productos de segunda a los incautos turistas que pasean por
las estrechas callejuelas del mercadillo, armados con sus cámaras de fotos réflex
de tres dimensiones, alucinados, inmortalizando una realidad que escapa a la
ficción.
Todo se compra, todo se vende... todo robado.
En el gran zoco del Reino de España se regatea, se trapichea,
vuelan los tics, los espasmos nerviosos y los silbidos de jilguero delator. Tan
pronto puede intercambiarse un puñado de diputados como se desvanecen quince
archivadores repletos de pruebas judiciales varias, en un vaivén de manos, un
visto y no visto, recontando votos, reclasificando mayorías ciudadanas que las
urnas caprichosas regalaron al son de las carcajadas del Olimpo.
Los hay que intentan atraer la atención empleando voz gruesa
y grandes palabras, palabras que en su boca, zafia, han quedado en nada de
tanto usarlas. Unidad, orgullo, futuro, seriedad... bazofia vomitada por un
pirata de agua dulce, incapaz de salir del arroyo en pro de los retos de alta
mar.
Un trilero vendiendo falsedad, bolsos en la acera, lewi's
strauss de Pyongyang.
Otros carecen de vergüenza o disimulo y agasajan con las más
abyectas de las ilusiones a quien quiera oír. Hablan de princesas de cuento de hadas no-sexistas,
de estrellas de barrio nacidas en el 4º 1ª, ahí en la rúe del percebe, o auguran
incalculables fortunas a la vuelta de la esquina amasadas con poco trabajo y
menos esfuerzo, una vida buena y sencilla, regalada, tuya... te lo mereces, es
tu derecho... es nuestro derecho... siéntete un gigoló con estos tejanos
pitillo robados directamente a nuestro fabricante en Italia.
Y es real, y es robado, y te pones los pantalones y te
sientan que ni pintados, sales a la calle, buscas un bar, entras y pides una
copa y te enciendes un cigarro a pesar de los murmullos del camarero, que baja
la cabeza y calla porque para eso eres tú un gigoló y puedes fumar en el local
de 1000€ la copa y él no es más que lumpen, y triunfarás con alguna infeliz que
sea lo suficientemente ilusa como para creerse la milonga más grande jamás
contada con la que te bendijo el usurero vendedor de los pantalones a quince euros la
pieza, menos da un alma.
Con el nuevo día, la realidad amanece impertérrita, y la
vida se impone, con sus capacidades y sus necesidades, necesidad y capacidad, y aterrado, atrapado como un ratoncillo de laboratorio, descubrirá que lo único
auténtico en su impostada vida es un pedazo de tela inflamable arrugada sobre
el piso.
Ni el más imbécil del mundo mundial sería capaz de obviar
tanta evidencia.
Pero así funcionan las cosas en el mercado de los martes,
Monos.
De esta guisa se coarta y secuestra la esperanza de los
españoles, a cuarto y mitad de diputado la hora. Hoy por vos, mañana por nos.
Un amalgama de colores y aromas, ideales pisoteados, socialdemocracia al grito
de las verduleras, los liberales pueden ir saliendo por la puerta de atrás,
abrazaditos al proyecto de una España derecha.
Y los turistas hacen repiquetear sus cámaras en un diluvio
de fotos.
Incrédulos, congelan instantes incomprensibles para su
primeriza sapiencia.
¡Pobres diablos!, dices mientras mordisqueas la patilla de
tus gafas de sol. La escena no es nueva, la recuerdas de años atrás, con otras
caras viles, otras voces cancerígenas, las mismas promesas e idéntica palabrería
revolucionaria dictada con sangre por las grandes logias comuneras del
estalinista de turno.
También ésta vez, ¡pobres diablos!, verán cómo les son
arrebatadas sus cámaras.
4 comentarios:
Los liberales también tienen sus pecados desde que han dejado de serlo en su afán por repartir carnets de y ver unicornios libertarios...
En esta España cainita nos lo hemos guisado y comido entre todos como Juan Palomo, y no tiene visos de mejorar sino todo lo contrario.
Menudo trueque de mercancia se esta dando en el parlamento.Parece recordar mi infancia cuando cambiaba cromos de Roberto Alcarzar y Pedrin,por el Capitan Trueno,saludos,
Para ser liberal hay que tener cierto nivel cultural, saberse lobo entre lobos, y en una sociedad en la que la masa siempre está dispuesta a achacar sus defectos a un enemigo imaginario, el liberal tiene poco que hacer. Si fuésemos justos y responsables aún tendría cabida, pero eso no es así.
El álbum de cromos de la corrupción y el saqueo de España no tiene fin, Agustín. Algún empresario avispado hará negocio sacando a la venta ese regalo.
Un saludo, neozelandés.
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