Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

2 ene 2016

Hilo musical

Viernes, 1 de Enero de 2016...
... año de la nueva era del hombre destinado a cambiar el antiguo régimen en pro del "otro mundo posible", aún sin coches tecnológicamente voladores ni cíborgs que realicen las tareas del hogar... pero, mmmm, ¿estamos seguros de esto?
Viernes, las siete y media de la tarde en una sala de urgencias de un ambulatorio cualquiera. Demasiados polvorones y roscos de vino traen este tipo de consecuencias.
- Buenas.
- Buenas -saluda una chica en la sala de espera. No hay nadie más. Vuelve a bajar la vista, sigue trasteando su celular. Está embarazada, según observo atendiendo a su enorme vientre. No hay suficientes turrones en el planeta para llenar así un buche.
Tomo asiento a una distancia prudente, no aparezca la corrección política feminista con patas que recorre Europa, como un fantasma. Observo la cartelería sanitaria: el fumar perjudica a los bebés, una mamografía a tiempo es una sonrisa en el rostro, atentos a la próstata y póster con un anciano tristón aparcado en una gasolinera de Arizona con una leyenda al pie: él no lo haría.
De repente, me llega una melodía tenue, un murmullo de cante jondo, gutural, profundo. Escudriño el techo de la sala buscando un altavoz camuflado, pero no distingo nada fuera de lo normal. Luces fluorescentes, detectores de humos y lo que parece ser una cámara de vigilancia... pero la melodía está ahí, cada vez la oigo con más claridad.
Tanteo mis bolsillos, compruebo que mi teléfono está en riguroso silencio, miro hacia el mostrador de información, habitualmente desierto en días hábiles, ¡qué decir siendo festivo! Nadie, todos degustando el largo café del funcionario sanitario.
Sólo la fémina y su bombo.
Pero... espera, Mono, detente y observa... ¿qué es ese hilo que se descuelga desde la oreja de la mujer? Fino, blanco, frágil, va directo al teléfono que está siendo trasteado por sus dedos de uñas color rojo pasión. Está moviendo ligeramente su cabeza, al ritmo de la música. Es ella, sí, la fuente emisora de la melodía desencadenada que rompe el silencio tenso de la sala de espera de un ambulatorio de urgencias la tarde de año nuevo.
La chicha levanta la vista, me observa. Sonríe al percatarse que la contemplo dubitativo.
- ¿Perdona?
- Sí -vuelve a sonreír, retirándose algo de la oreja.
- Escuchaba una música y no sabía de dónde salía, hasta ahora -contesto dando cuenta del dispositivo que se sacó la fémina de su orificio.
- Ah, pues soy yo, sí. Terapia.
- ¿Terapia? -vuelvo a preguntar, extrañado: la música sigue, no cesó, retumba en la gruta.
- Terapia fetal, chico -y, abriendo las piernas como haría Alien presto a lanzarme su dentellada mortal, me muestra una braguita de encaje de cuyo lateral sale otro hilo, también fino, blanco y frágil, directo hacia la parte baja de su teléfono inteligente-. Reggaetón para mi bebecito. Lo último del charlie y el dandy, en mp3 intrauterino. iFelpudo, se llama el invento. Más fácil que endosarse un tampón, oye, y ¡hasta tiene WhatsApp!
Por suerte, el becario de urgencia ha salido a reclamar la presencia de la muchacha en su consulta, apartando de mi presencia el cibernético chumino con hilo musical instantes antes de que el placebo de la tecnología de la nueva era de este 2016 que acaba de empezar me invitara a la puerta de salida, recordándome una vez más lo bien que se está en la cima de la montaña, alejado de la tierra sembrada de banalidad y esperpento.
Había comido demasiados polvorones, pero, de repente, me parecieron insuficientes.
Dos kilos más y, con un estallido, me despido de tanta náusea.

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