Maniobras en la sierra, Monos.
Barrigazos... el potro... saltar a la comba... chuletón de
kilo para cenar y dos o tres lingotazos para hacer hueco a tanto exceso navideño. Los
tiempos están cambiando, nos hacemos mayores, la resaca es pesada, la infancia está por doquier, rodeándonos.
Pero, sea como fuere, me da para escribir cuatro líneas, y
las quiero coronar con la imagen de un malo entre los malos, Beelzebub hecho carne -el actor también, obvio decirlo-, conocido con el nombre de Anton
Chigurh. Cuando él aparece en escena, algo malo va a suceder, un crimen, un
asesinato, crueldad indomable. De rostro impasible y palabra escueta, el
universo de la Bestia gira a su alrededor. Si te cruzas en su camino, ya
sabes a qué atenerte...
... porque no duda, es rápido desenfundando y siempre va de
frente.
Otros, en cambio, son más proclives a colgarse de la chepa,
hacer presión hacia abajo y, de certera estocada, socavarte hasta el vestíbulo
del Hades, hogar de las tinieblas y las inconsolables almas en pena que por allí
deambulan suplicando clemencia.
Hará unos días, mientras mis doce y yo nos descolgábamos en
tirolina, un bombazo y varios tiroteos se llevaron por delante a dos maderos
españoles que servían en Kabul, patria de los señores de la guerra, el opio a escala mundial y
el rancio olor del sudor talibán. Unos metros hacia acá, dos pasitos hacia
adelante, durante unas nueve horas... nueve horas... las balas surcaron los
cielos españoles que circundan la embajada de España. Llegaron, al final, un
par de comandos de operaciones especiales useños y holandeses a poner orden en
el caos, y el resultado, como hemos de lamentar, vino a traernos dos soldados
de los tercios españoles caídos en combate. Un destino peligroso, todos lo sabíamos; una
muerte honorable, la mejor para un soldado.
Allí estaba el cabrón de Chigurh, el rostro pétreo de la
muerte, de frente.
A la espalda, don Mariano Rajoy Brey, el Iluminado, quien,
raudo, entonó el "tranquilo, majete, en tu sillón", sacudiéndose toda
responsabilidad de encima. No ha sido contra nosotros, vomitó en pleno mitin
electoral, aterrado ante la posibilidad de una repetición de la pesadilla de
aquel Marzo de tan nefasto recuerdo para muchos españoles, y como el que se seca el sudor de la frente, así el Aquiles de Pontevedra se zafó de la Cruzada que amenaza a Occidente. Diréis que fue una
reacción en caliente, y yo os contestaré que también con estas se alimenta el carácter de los hombres, y el Iluminado, siendo Presidente del Reino de España, debería
serlo más hombre que ninguno, el primero de nosotros... pero no lo es. No descubro nada, no me entretendré más
con el humo de su propia miseria, en un par de días toca epitafio.
Porque hay otra garrapata asestando la puñalada trapera,
jovencita y modosa, cara de santurrón, jersey liso y claro, gafas fetén, ladina
ponzoña de rata, eau de Lime, hacedora de sepulcros, y atiende al nombre de
Íñigo, el hijo de la Paca, la estibadora que trabaja en el puerto, el zagal que ahora está en la
universidad cobrando una beca por no hacer nada, ¡y viva el vino, que también enchufó al que le dio la beca!
Todos hemos conocido a alguien así en nuestras vidas. Un
listillo, un embaucador que habla rápido, miente fino, utiliza científicas
palabras que no entiende ni él pero que engañan, disfrazan y convencen. El arte
de la tergiversación es su don más preciado, capaz de vender submarinos a las
abuelas, desvirgar a las doncellas más puras y dibujar el reino de Oz más allá
del multicolor arcoiris del soñar lo imposible. Adulador de orejas, encantador
de serpientes, detrás de su mascara no hay más que el totalitarismo marxistoide
de su camarada el de La Cabaña. Ese es su edén, y eso anhela realizar en esta
tierra abandonada por la razón y que se funde bajo las premisas de la instrucción publica del ideario gramsciano.
En mis tiempos, a los chicos como este lacayo que se atreve
a difamar e insultar a quienes dan su vida por España como valientes... siempre de cara...
los inflaban a collejas llegada la hora del recreo. En la mili,
ración doble de taquilla. Hoy, sin embargo, los tiempos han cambiado al son del
acoso escolar, la rastrera ley del menor y la infantilización masiva que emana
de las piedras de resentimiento con las que nuestros líderes presentes han
cargado los bolsillos de los españoles. Mierdas como él pueden llegar a la
vicepresidencia del gobierno, codearse con la reina del baile de fin de curso y
moldear, a su antojo, una Historia de España interminable.
Todo entre aplausos y ríos de dinero público.
No, no es país este, no.
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