Extraído de la Biblioteca del Cuartel General del Ejército
de los 12 Monos... siempre tan pequeña, siempre tan raquítica, siempre tan
amada... hemos estado leyendo, durante estos últimos días, a Mark Twain.
Cuando apenas tenía dos o tres granos en la cara cayó en mis
manos un libro viejo, Las aventuras de Tom Sawyer, del que guardo un
buen recuerdo... recuerdos de preadolescencia, pocos hay que sean malos... pero
ha transcurrido tanto tiempo que apenas me viene a la mente poco más que el
olor y el tono amarillento de las páginas, por lo que podemos decir que Las aventuras
de Huckleberry Finn es mi iniciación a la obra de este escritor melenudo y
con pinta de viejo lobo de mar pendenciero.
En el prólogo, Roberto Bolaño la sitúa a la altura de la
Obra Maestra de Herman Melville, Moby Dick, y este tipo de afirmaciones,
Monos, son palabras mayores, por lo que empezaba la lectura ansioso por la
emoción de la aventura y con cierto resquemor de desconfianza, ofendido, como
de no estar dispuesto a ser tan benévolo como el pobre escritor chileno en su
comparación literaria.
La gran ballena e Ismael, poca broma...
Confieso que me equivoqué.
Si bien no alcanza el altar en el que descansa el capitán
Ahab y sus condenados marineros, las peripecias de este desheredado de la
ribera del Misisipi y su negro Jim les andan pisando los talones.
Quizá sea que en ambos predomina el líquido elemento y tú, lector,
te imaginas salpicado por el frescor del agua al despertar una mañana de verano,
o bien podría ser el mecerse del mundo mientras contemplas la vida correr asomado
a la barandilla de una balsa que se encamina a un futuro incierto. Unos pies
desnudos que tan pronto pueden estar cortando la aguas junto a la quilla del
pesquero o corriendo los caminos polvorientos del sur norteamericano del KKK y
las ferias ambulantes en las que se puede elegir color de crecepelo o hacerse
una fotografía desenfocada junto a la mujer barbuda. Puede ser el nítido cielo...
allá arriba, todo tachonado de estrellas, y solíamos tumbarnos en el suelo y
mirar hacia arriba, y discutir si las hicieron o si acontecieron sin más...
tal y como cuenta Huck, superviviente en unos años que fueron más bien duros.
Casi tanto como en Nantucket.
Ágil, cercano, divertido, franco, provocador... real... son
muchas las virtudes que se podrían mencionar de la novela del malhumorado del
Estado de Misuri. Yo, deciros que me he sentido extasiado por la mentira, a
todas horas, en todas las páginas, describiendo la vida libre de un niño que
explora lo desconocido, sin cortapisas. Mentira usurpando el amor de los hijos,
mentira abusando de la ignorancia de los desesperanzados, mentira corriendo río
abajo como los troncos rumbo al aserradero, mentira visitando pueblos ribereños
en los que asentarse, corroyendo el espíritu de los hombres y las mujeres, anclándose
en la tierra fértil cuyo fruto jamás volverá a ser virtuoso.
He visto la aceptación de la mentira en un mundo raro,
aterradoramente real si osamos tener la ocurrencia de compararlo con los ojos
de cuando éramos ingenuos como Huckleberry Finn y su negro Jim.
El socarrón de Twain, nos revela con su historia otro
misterio del Teatro de los Sueños, una verdad absoluta que, a pesar de estar
frente a nuestros ojos, nos es difícil de ver, enfrascados en mil pequeñeces
sin sentido que no dejan que comprendamos cómo somos arrastrados por la
corriente, como troncos, río abajo, a la deriva.
Se ha de ser un niño para poder mirar la realidad y sonreírle
a la cara.
Un niño o un borracho.
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... basta y me sobra con que sea un ser humano. Peor cosa no
podría ser. Mark Twain
6 comentarios:
Que gran deleite leer a Mark Twain en nuestra inocente adolescencia.Aunque me gusta mas leer su Diario de Adan y Eva,saludos,
También me encanta Tom Sawyer, es un placer releerlo de vez en cuando y recordar aquella vieja película que tanto ponían en nuestra infancia; lo primero que leí sin embargo, fue sobre un elefante blanco robado en la biblioteca del cole.
Además vi otra película sobre su vida que vino y se fue con el cometa Halley y definitivamente este hombre cuenta con todas mis simpatías.
A Mark Twain se lo han cargado todas las adaptaciones que le han hecho el cine y la televisión. Es mejor volver a las fuentes y leerlo directamente.
Lo apuntaré en la lista de libros pendientes, Agustín.
Un abrazo.
Apenas recuerdo el libro de Tom, y no si he visto la película tan solo recuerdo el final, con la cueva, el indio y el funeral por la muerte de los chicos, pero como digo en la entrada, el paisaje del Misisipi, la mansedumbre del río que fluye, la luz del Sol... todo me produce una sensación de estío como cuando, de joven, con las vacaciones, todo se convertía en una aventura y, al mismo tiempo, una agradable pérdida de tiempo.
Un abrazo, Maribeluca.
LA TV todo lo tergiversa y prostituye, Último. Nada mejor que leer el libro (aunque eso, hoy en día, no se estile mucho).
Un saludo.
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