El pasado Sant Jordi me trajo un libro bajo el brazo. Hacía
tiempo que nadie me regalaba nada, supongo que debido a mi animadversión hacia
los regalos y las sorpresas.
Sucede que, un servidor, es muy suyo.
Diario de Ulises Z, de J.C. Ibarz, un conocido del primo
del cuñado de Mono Santa.
Un libro de zombis,
seres venidos del averno,
muertos que comen el cerebro de los vivos,
eternamente, por los siglos de los siglos.
Trescientas y pico páginas de odisea moderna, sencillo, sin
grandes alardes, entretenido, ágil y con dos o tres momentos de esos que te
hacen parar, volver atrás y releer unos párrafos que cautivan tu atención
mediante una idea nueva, una reflexión refrescante, un soplo de aire libre de
calima. Una lectura veraniega que, debido al tema tratado, saltó cien
posiciones en mi lista de lecturas pendientes, colocándose a mi vera,
provocándome con sus curvas y esos morritos carnosos, largas noches en vela,
sonidos inquietantes, ir y venir de hachas y lenguaje duro para tiempos de cólera.
En el Cuartel General, monos, el tema zombi siempre dio
mucho juego. Se ha debatido varias veces el trasfondo en la Sala X, aunque
jamás hemos llegado a transcribir informes y elaborar planes de contingencia
como hizo en su momento la NSA del Presidente del Nóbel de la Paz (del
cementerio), café corto de leche Obama. El Ejército de los 12 Monos, como no
tiene el Sintel que "lo sabe todo de todos", debe conformarse
instruyéndose mediante las rápidas páginas de los cómics y la infinidad de
películas (serie B-Z inclusive) que forman el catálogo inmenso del fenómeno
apocalíptico.
Sólo un libro leí, nada más que uno: World War Z, de Max Brooks.
Magnífico, inspirador.
Es curioso el universo que se abre después de la Negra
Parca, monos. El misterio que se oculta tras la caída del telón da para un
sinfín de conjeturas e hipótesis, construye religiones, desafía las leyes de la
ciencia y, como meros simios venidos a más que somos, hace volar la imaginación
hasta niveles insospechados.
Y es el universo de los muertos vivientes... los caminantes
eternos... el que más ríos de tinta y fotogramas de celuloide hace correr entre
quienes quedan a este lado del torrente de muerte, destrucción y miseria que
caracteriza el panorama que ha de venir después de que la cepa biológica
infernal interrumpa el sueño tranquilo de los difuntos. Insolidaridad, desidia,
canibalismo antropomórfico, miseria moral, filosofía de supervivencia, soledad
envolvente, desconfianza... y prisa, mucha prisa y necesidad de correr en busca
de un refugio en el que sentirnos a salvo de una sociedad moribunda que se
desmorona.
Huir de un Mundo Raro... quizá como este que transitamos.
Hete aquí la última pieza del puzzle, soldados: aquel, el
temido, no tiene nada que envidiar a este mundo nuestro, aterrador, donde el mal
campa a sus anchas sin que nadie le preste la atención adecuada, confundiéndolo
interesadamente con caprichos de la sociedad capitalista actual, hacedora de
envidias, corruptelas y pecados originales. Los caminantes son el reflejo de la
masa devoradora de seseras, deshumanizada y alienada, ajena al ideal cultural
marxista y entregada a la especulación, el egoísmo y la soberbia.
Estas historias para no dormir suelen dejar un resquicio a la esperanza, un halo de alegría envolviendo al héroe clásico, una imagen que
indica la senda que nos pasa desapercibida, las palabras veladas que despiertan
la ilusión por un porvenir mejor después de la tocata y fuga divina, y es ahí, en ese
instante de ensanchamiento pasional y sentimentaloide, cuando el hombre nuevo
ha de bajar de la montaña y construir el "otro mundo es posible" que
pregonan los libros firmados por los adoradores gramscianos. Porque debéis
saber que aunque los muertos no anden y los vivos babeen víctimas de la pobreza
de sus espíritus como cadáveres resucitados, la moraleja última de la salvación es la
consecución de la sociedad nueva, democrática y liberada que proclama, a viva
voz, el Gran Inquisidor: sociedad de siervos, sociedad de esclavos, sociedad de
iguales, sociedad de zombis. ¿Libertad? ¿Libertad para qué, Monos?
La Esperanza del buen salvaje pernocta alejada de los muros
de nuestro Cuartel General, desterrada por falsaria, y allí en su refugio de
campaña, no son muertos vivientes quienes la acechan, sino lobos.
Lobos que son hombres.
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