Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

30 jun 2015

La cosa frondosa


Ella se peina frente al espejo con su cepillo de púas recias, adelante y atrás, una vez tras otra, contemplando el rostro que le devuelve la mirada. Ojos melancólicos que se clavan en pupilas negras envueltas de marrón común mientras imagina qué diferente habría sido todo si el cabrón de su padre no fuera oriundo del sur ibérico. Un nórdico alto, de tez angulosa, blancos dientes y ojos claros, y no esta muchacha que observa desde la otra realidad del espejo, simiesca de pelo duro como alambre, metro cincuenta y bien mofletuda, rolliza de carrillos, papada y caderas.

Con gesto tosco cuenta tres pelazos aferrados al cepillo, raíz incluida. Se acerca al espejo, los ojos casi se tocan, dibuja una línea negra bajo el párpado. Primero el izquierdo, después el derecho. Se retira y observa el resultado de la inspiración pictórica. Deben hacerse ciertos retoques: espolvorear un poco de colorete en el moflete izquierdo con la esperanza de resaltar siquiera un ángulo femenino y sombrear con una brocha del 7; hoy se ha despertado con más ojeras de las habituales. La del domingo fue una noche dura, se hicieron las tantas de la madrugada y la cama -esta vez sí sufrió cierta ansiedad- daba más vueltas de lo normal. Unta con ansia la brocha y se aplica tres pasadas alrededor de la nariz aguileña, recuerdo de su madre, una burguesa del textil del río Besos, y vuelve a perderse en las pupilas negras que la observan atentamente.

Y si...

Por una de esas raras casualidades del genoma humano, su capacidad mental retuvo cuatro ideas básicas de sus años de instituto, pudiendo hacer cuentas de tres dígitos, papiroflexia con una mano y recitar las comarcas y las capitales de comarca y los presidentes de las capitales de comarca... y tanto se devanó los sesos aprendiendo nombres de la época de Wilfredo que algún chisporroteo neuronal accidental debió prender en la periferia del lóbulo temporal que archiva los datos de las comarcas activando capacidades que de otra manera habrían permanecido aletargadas.

Pensar fue una de ellas, aunque en grado ínfimo. Blanco, negro, bueno, fascista,  y meter objetos romboides en agujeros de mayor o menor tamaño. Lo suficiente, sin embargo, para comprender que ella no era más que un mortal vulgar de los muchos que pasan sin pena ni gloria por este mundo. Ningún don le otorgaron las ninfas, sólo unos ojos marrones, unos labios finos en una boca que bien podría haber sido confundida con un tajo seco y cierto olor corporal agrio, duro, inapreciable durante los primeros años, más marcado a medida que las grasas fueron saturando los músculos de los años de lactancia. Sus rudas manos tensan las cuerdas del corpiño mirándola a ella, tras al espejo, con los ojos inyectados en odio. De nuevo el reflejo acaba convirtiéndose en agravio, una reminiscencia abocada a la inmensidad del negro pozo, el recuerdo de una intrascendencia tan inmensa que tan solo un acto de voluntad supremo pudo desprenderse de la vida aburrida y común que le había deparado el cromosoma XY.

Ella se alzó con el triunfo, su voluntad resultó victoriosa en las tierras de Ítaca, donde lo vulgar ha dejado de ser pecado, lo feo copa los escaparates de la milla de oro oriental del Paralelo y la náusea, aupada por los desheredados de Hamelín, ha alcanzado el Nirvana del Dalai Lama.

Ella se peina, se maquilla... rocíate unas gotitas de colonia de hachís, coge el paraguas por si llueve... y sale al escenario del Gran Teatro de los Sueños, en su escenario Chirigota Española, s.l., cuya platea, siempre a rebosar, es famosa por vitorear toda democrática chabacanería

Ella...ella...ella... Se ha perdido hasta su nombre, olvidado de tanto desuso.

Atiende como la Mujer Felpuda, y su circo es Barcelona.

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Mi agüita amarilla, Sala X, sesión continua.

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