Si preguntas, te mirarán como a un idiota que a
primera hora, para más inri, viene con ganas de gresca. Un sonámbulo llegado tras cerrar los bares malolientes de carretera, con ganas de molestar y marear la
perdiz al pacífico dominguero que pasea su caniche no bien ha salido el Sol.
- ¿Conoce usted la historia de Leónidas?
- Quita, quita, bicho. Esfúmate de mi lado, drogata.
- No, tranquilo, no quiero fuego ni calderilla,
sólo preguntarle si conoce a Leónidas, el espartano.
- ¿El espartano? ¿No es el tipo que aparece en la película
de "300"?
- Más o menos, pero
le pregunto si conoce algo más de su vida.
Mirada boba que muta en ceño fruncido, mandíbula prieta y
desaire.
- Vete a la mierda, borracho. ¿No te enseñaron tus padres
qué es una película?
Porque lo que sale por la TV, muchacho, no es real, es
ficción, una invención de un guionista con insomnio que se atiborra bebiendo coñac
en un burdo intento por ahogar la hiperactividad de su cerebro atrofiado. En la
intimidad de sus habitaciones solitarias, escriben epopeyas narrando las vidas
de héroes mitológicos cuyas hazañas puedan servir de ejemplo para los pobres
diablos de hoy en día.
Hará dos o tres años, dirá nuestro dominguero paseador de perros,
un lumbreras escribiría esas historias para el cine, tal y como
hizo, en la antigüedad, el flipado que grabó la película de Ulises, la de Espartaco o esa que han
echado esta Semana Santa... sí, sí, esa en la que Brad Pitt viste una armadura
negra...
- Aquiles.
- ¡Exacto! La del caballo de madera. ¿Ficción, chaval!
¡Películas!... Oye, ¿pero no te he dicho que te pires, piojoso?
El tipejo, altivo, prosigue su caminar por la acera del
pueblo marinero que se despereza. Anda con la cabeza alta, henchido de orgullo
después de su victoria intelectual ante el lumpen escupido por la barra de
bar... tú... que permaneces un instante observando al sabio en chándal alejarse
una decena de metros antes de que un cagarro mayúsculo expulsado por un chucho
minúsculo le obligue a doblar las rodillas para recoger la ofrenda, pañuelo
bordado en mano, todo con aire de majestuosa dignidad.
He pasado la noche mirando al cielo, contemplando la bóveda
telescopio en mano. Quizá por eso mis ojeras han confundido al pulcro
ciudadano, distrayéndole de su páramo neuronal, aunque, y llevo una temporada
dándole vueltas al asunto, lo más probable es que haya sido yo el distraído, el
violentado, el infeliz que ha sido apartado de una realidad que no ve nadie,
más increíble, si cabe, que la luz de una estrella azul. No es nada descabellado
pensar, viendo el saber general, que todo lo aparecido en los libros de
Historia no sea más que la invención de una mente calenturienta sin poca cosa
que hacer un sábado por la noche. Las Termópilas, una discoteca "de
ambiente"; los gladiadores, otra "de más ambiente", y
las fábulas de los héroes griegos, meras caperucitas rojas venidas a más...
cuentos para acostar a los niños las frías noches de invierno... Historias para
no dormir al estilo de todo lo relacionado con los ERE's y sus "300"
valientes chupópteros (estos sí), las mamandurrias del rescate de ciertas Cajas
de Ahorro y Montes de Piedad, los tejemanejes de peculiares personajes de los
que nunca más se supo, la profusión de condenados sentando cátedra en los
fueros modernos, el PIB que crece y crece a un promedio de 20€ el completo,
guapo... y así, horas y horas de pura realidad inyectada en vena, alimento para
cientos de miles de domingueros que pasean sus perros a primera hora de la
mañana, con chándal bolivariano, haciendo el trabajo sucio de sancionar con la
mirada todo aquello que escapa a su mente maravillosa, perfectamente engrasada
hasta para cumplir con éxito la ardua tarea de recoger la mierda de un perro.
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La Historia sería algo maravilloso si fuera cierta. León Tolstói.
1 comentario:
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