No quería decir nada...
... no sabría decir la razón. Posiblemente, hay días en los
que prefiero acaparar veneno, no esparcirlo a través de las ondas virtuales
sexagesimales de La Red de Redes, amén. Puede influir, también, el hecho de que
no se conozcan las causas del accidente del A320 o lo reciente del lamentable
suceso, que sigue martilleando cerebros en radios y televisiones. Algo confundido, he pasado la noche en vela, pensando aquí
sentado, en mi herrumbroso sillón "h" minúscula, en la Sala X del
Cuartel General del Ejército de los 12 Monos.
Ayer murió Pedro Reyes. He visto más de mil vídeos suyos a
lo largo de la noche, uno tras otro, humor surrealista, absurdo... propio de un
Mundo Raro... mientras me rodeaba el silencio de la noche, la nada susurrante,
y la atmósfera se ha vuelto opresiva y extraña, cayendo sobre mi una niebla
irreal pero sucia que se ha ido aferrando, irremediablemente, al blanco de mi
piel.
Viendo al genial cómico y su paranoia de los 200 millones, mi
sonrisa ha ido mutando hasta convertirse en un gesto serio, momentáneamente
triste, que, de haber estado aquí mi amigo Pedro, de un bofetón sonoro habría
mandado más allá del fin del mundo. Sonría, por favor, solía decir, pero hay días
en los que la risa no tiene voz ni sonido.
Surrealismo por todos lados, Monos. En el discurso de los
200 millones, en unas elecciones que están manchadas de grabaciones no
bien se han contado los votos; surrealismo mezclado con hormigón para reformar
sedes del Partido Popular; también en el deporte, con el próximo aquelarre de Copa, o en
las audiencias de VipTV, escarnio en las huelgas de trabajadores que no son trabajadores
pero sí estudiantes... con el IS, las cabezas degolladas y los secuestros que a nadie importan... estupor con los huesos de
Cervantes... y desazón con el avión, maldito, que ha ido a estrellarse en los Alpes de
la buena de Heidi, esa chavala que corría por las verdes praderas junto a otro Pedro
y el abuelo cascarrabias aquejado de reumas varios que, milagro del
proletariado, olvidaba la vejez cada vez que corría la maratón detrás de su
sobrina de largas coletas y el rebaño de cabras alpinas.
Dicen que la vida hay que tomarla con humor, y vive dios que
es cierto. Pedro se gastaba uno muy particular, único, que marcó a muchos y dejó
indiferente a todos. Decía "coño" y "puta", se reía de
"los maricones", hacía como que liaba canutos a destiempo y para él no existía
corrección política ni autocensura descafeinada. No era el único: en la TV de aquella España que nos venden de color sepia,
mientras te hacían una entrevista podías fumarte un paquete de Celtas tan a
gustito, ¿quieres aliño, Íñigo?, sin que saltasen los aspersores de las alarmas
antiincendio fascista. El lenguaje sexista era obligatorio para la Faraona...
Ave, Lola... el Fary te miraba el muslo cada vez que subías a su taxi... y,
gratis, participabas en una magistral lección en clave tertuliana o podías
inscribirte en los cursos nocturnos de filosofía con Arrabal y la compañía de
lenguas viperinas que pululaban las pasadas noches de libertad, libertad, sin ira,
libertad. Podías decir que el Lobo es Lobo de frente, a la cara, sin
miedo, Loquillo. Clamar a los cuatro vientos la nausea infinita de una sociedad
errática, más allá de nuestras fronteras, y fétida de soberbia de puertas para
adentro, plagada de chaquetas viejas compradas en el mercadillo de los jueves
por la mañana siguiendo la moda marcada por los nuevos señoritos de la
democracia. Hedionda de sectarismo, de mala baba cainita, revanchista y terrorista,
condenada y maldita para la que los muertos no son más que guijarros con los
que abrir la cabeza al contrario, a ver si esta vez ganan la disputa de sus bisabuelos.
Y no voy a hablar ni decir nada, no...
... porque me suda la punta del rabo -perdón, monseñor- que
unos se rían de otros o estos silben cuando la orquesta toca el himno del "Dies
irae" en el funeral de los anteriores, con profusión de banderas y gente enseñando el culo. La zafiedad, la mezquindad, el uso
político o la diferenciación interesada e interesante; que las chivatas corran
a denunciar el #JeSuiCharlie cuando el paradigma se sale del renglón a un
Ministerio de la Verdad que criba los expedientes según vengan subrayados en
fluorescente rojo, azul o amarillo limón... los "sabios" y su racismo
impostado a lo Alemania de principios del s.XX, ávidos de Heidegger y acólitos
secundarios de las pías montañas, soltando soflamas mal intencionadas pero muy
bien sufragadas por el erario del mandamás de turno, que no paga porque no
tiene, sino que coge, ¿de quién coge? Del pueblo, correcto... y así los
trabajadores costean las burlas de los "sabios", los "estadistas", los "guías", que todo lo sacrifican por el pueblo, siempre el pueblo... puto pueblo. Así,
abducidos por la dialéctica de la serpiente y su materialismo histórico para
idiotas, el lumpen come tres veces al día el odio que las ratas encorbatadas han sembrado,
y los hombres seguirán odiándose porque está en ellos el vicio inculcado de forma innata, matándose en una lucha incesante e infinita, a muerte, hasta que sólo
quede uno y éste sea, como en la famosa película, inmortal.... el Hombre-Dios
Todopoderoso y Vivo. Quienes intuyen tan trágico destino dispuesto por la
Providencia... sean hombres, sean lobos, sean ratas... no hacen más que aprovecharse de su clarividencia moviendo primero el grueso de sus tropas a la conquista del prójimo,
para el que no habrá cuartel. Azuzan, sollozan, tergiversan, mienten y, al calor
de la Muerte, disfrutan sabiéndose pastores que conducen al rebaño de vuelta al
cercado.
No quería hablar, y no hablo.
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Requiem aeternam dona eis Domine.
Et lux perpetua luceat eis.
Requiescant in pace.
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