- President, President!!
-Qué pasa, Secretari!
-exclama el President, recobrando el sentido. El agudo timbre de la voz del pequeño hombre lo acaba de traer a la realidad, sacándolo del misticismo onírico...
ese que lo había transportado a la antigua Edad Media, tras los muros del
castillo medieval que su tatarabuelo, porquero del señor feudal de aquellos tiempos, tanto había
paseado arriba y abajo, descubriendo los pasadizos secretos que, ahora, el
President aprovechaba en sus sueños para sus encuentros con Petronila, la Generosa.
- President, President... ¡Una catástrofe! ¡Un intento de
magnicidio! -grita el Secretari. El pobre hombre está hecho una ruina: blanco
como la leche, sus ojos parecen a punto de salirse de las órbitas mientras su
boca, en cambio, torcida en un intento de ictus, deja escapar una leve baba
pegajosa.
Aunque eso no es lo que aterroriza al President, no. Él es
un hombre curtido, entrenado desde la más tierna infancia para los momentos de
zozobra. Los mayores maestros en el arte de la supervivencia lo atestiguan...
amén de la dura juventud vivida, siempre acudiendo a sesiones de entrenamiento,
a clases teóricas, maniobras dignas del Vietnam de los charlie's...
Él, nacido para sufrir, veía contrariado cómo sus compañeros
de barrio bien, acudían al cine a ver a Emmanuelle fumarse un pitillo con los
labios inferiores... y el dolor le carcomía el alma, haciéndole odiar unas
obligaciones que le impedían acudir con su panda a esas tórridas veladas de
descubrimiento sexual mutuo... o disfrutar, entre litros y litros de Ron Pujol,
de los conciertos de habaneras duras que se celebraban en las cercanías del
puerto de Palamós. Los Marineros de Satán, La Muerte a rayas azules y blancas... Pistolas y
Remos... ¡Qué cabezas de cartel, señores, en el Festival de la Habanera!
Pero no... no está hecha la miel para la boca del
asno... y el President pasó una infancia dura como la vida del burro de carga.
No hubieron conciertos, nada de películas erótico-festivas, un poquito escaso de
drogas... Sólo entrenamiento, sólo adiestramiento de la intuición, sólo previsión,
previsión, y más previsión. No podía dejarse nada a la Providencia, como
hicieron, antaño, sus predecesores en el cargo. Llegado el momento, el
President tenía que estar perfectamente preparado para... a la voz de "¡AR!"...
echar a correr alcantarilla arriba, rumbo a la frontera.
Tenía que tener preparadas las pantorrillas. Las rodillas
bien engrasadas. La espalda adiestrada para la genuflexión obligatoria. La
vista presta a, como hacen las ratas, distinguir las sombras en la oscuridad.
Su vida y hacienda depende de ello, señores.
Su vida y hacienda depende de ello, señores.
Ahora, detrás de este despacho multifunción que bien puede
hacer de almohada, de mesa camilla, de tabla para posturear grifa o de pista de
sardanas, el President muestra un gesto asustadizo, paralizado no por las
palabras de su Secretari, sino por el aspecto que este presenta. ¿Por qué está
tan demacrado? ¿Qué es eso que, bajo la comisura de los labios, asoma con un
brillo rojizo? ¿Sangre? ¿Será... ?
- ¿Qué sucede, Secretari? ¿Qué ha pasado? ¿Está sangrando?
El Secretari se palpa el labio con el reverso de la mano. Se
palpa, retira la mano, la observa... Sí. En sus ojos se refleja una sombra: es
sangre. El Secretari está sangrando y, aunque hace el intento de decir algo, de
su garganta no escapa sonido alguno, sólo un balbuceo infantil... mitad sollozo,
mitad tartamudeo.
- ¡Secretari! -exclama el President, agachándose para
calzarse los zapatos italianos, mientras intenta recordar qué figuraba en la
agenda del Consell esa mañana. ¿Reunión con el jefe de los Perros Encamisados?
¿O era un almuerzo con el cura de allá arriba? ¿Y el Secretari? ¿Qué tenía que
hacer esta maña...? -. ¡La Ramoneta d'orus, cony! ¡Ya me acuerdo! ¿Y el
Conseller de Economía? ¡Secretari, Secretari! ¿Qué ha pasado, Secretari?
El pobre hombre se adentra en el despacho, acercándose a la
biblioteca de la derecha. Aprieta un botón semioculto bajo un estante y, lo que
pareciera biblioteca, se torna barra americana... con su colección de botellas
de alcohol, sus copas de fino cristal de Bohemia y los estuches que guardan los
puros traídos directamente desde La Habana. La chicha semidesnuda, tras mirarlo
con ojos ausentes, se levanta de su silla rojo flamenco y, sin música ni ganas,
se pone a bailar sin saber muy bien para quién.
- President... ¡lo nunca visto, President!- empieza a decir
el Secretari tras pegarse un lingotazo de Four Roses y encenderse un puro de
treinta centímetros-. ¿Quiere, President?
- Claro, claro... Prepáreme una copa, que todavía no he
desayunado, y dele fuego a otra bengala de esas, Secretari... pero no se
entretenga, cuente, cuente... ¿Qué ha pasado? ¿Por qué está sangrando? ¿Han
tenido algún accidente? ¡Mire que le tengo dicho al gilipollas del Conseller
que no conduzca, hombre! ¡Teniendo chofer! ¡Qué manía tiene el tío este de
hacerse el chulo saltándose los peajes de las autopistas!
- ¿Autopista? ¡Qué va, President! -espeta el Secretari con
mirada tierna, como si intentara hacerse perdonar una imprudencia o la omisión
de alguna orden-. Tiene razón en eso, pero... El Conseller, a pesar de mi
humilde consejo... siempre siguiendo sus directrices... se empeñó en conducir
él, encabezonado en volverse a reír en la cara del pobre desgraciado de la
autopista...
- ¡Ves! ¡Idiota, el Conseller este! Siempre empeñado en
dárselas de rebelde... y mira que le he dicho mil veces que esa tasa redunda en
nosotros, que ese dinero es para esto... para los puros, para la guarra esa de
ahí, para pagarle al... mmm... pero nada... ¡Ni caso, el borinot!
- Ni que lo diga, President. El Conseller siempre va a su
bola, ya sabe. Se ha montado en el A8 tras meterse el bajo de los pantalones
dentro de los calcetines, se desanudó la corbata y, una vez sentado quien le
habla en el asiento del copiloto, ha dado gas. Pie al fondo, President, rumbo a
la entrevista con todos los chupatintas de los editores en jefe.
- ¡Era eso, cony! ¡Ya sabía yo que hoy teníamos una cita
importante! La presentación, sí. La nueva moneda de cuño legal. La moneda del
futuro. Ríase usted de los dólares, los yuan, los rublos... el bitcoin de
marras...
- De curso legal -murmura para sí el Secretari,
saboreando el aroma dulzón del habano cubano. La herida ha dejado de sangrar y
el temblor con el que llegó al despacho del President, es un vago recuerdo.
Aquí está seguro, amparado por los mil setecientos años de historia que descansan
entre esas cuatro paredes palaciales, pero fuera...-. De curso legal,
President, no sé si será...
- ¿Por qué dice eso?
- Pues por lo mismo que he llegado aquí hecho una ruina,
President. Aquí, en el Palau, las cosas son distintas. Se ven bajo otro prisma. Pero fuera... íbamos rumbo a la entrada de la autopista cuando al
Conseller le entró un apretón y, ni corto ni perezoso, decidió parar para echar
una meada tras una tapia.
- ¿Y os pilló un paparazzi?
- ¡Qué va! Peor. Si hubiese sido la prensa... bueno, ya sabe
cómo funcionan estas cosas del periodismo, President. Un par de llamadas de teléfono,
y otro cajón que se cierra sin levantar apenas ruido. Pero no fue eso, no. Fue
un gorrilla... un seropositivo de mierda, President... ¡Seguro que era
"botifler", el muy cabrón!...
- ¿Un "gorrilla"?
- Sí, sí. Un yonqui de esos que, a la entrada de los
aparcamientos, te pide unas monedas para vigilarte el coche. Así se ganan la
vida, los perros... robando al ciudadano de a pie... pero, como tenía prisa, el
Conseller le ha dicho que sí... que vigile el coche... "no te pongas
pesado, hombre"... y le arrojó cuatro o cinco monedas de esas... de las
nuevas... de las que tienen su rostro en una cara, President... y, ¡para qué!
El gorrilla, cuando ha visto esas monedas de latón con la cara de usted, se ha puesto echo una
furia, amenazándonos con una navaja de siete u ocho muelles. Ha llamado a un
par de amigos que por ahí andaban tocando las palmas y... y... y mire, como nos
han puesto la cara. Y esto no es nada, President. Al Conseller le han quitado
las ganas de miccionar a bofetones.
- ¿Y cómo habéis escapado? -preguntó un President algo
contrariado por la reacción del gorrilla. ¿Por qué no había querido aceptar las
nuevas monedas de curso legal? ¿Qué estaba pasando ahí fuera?-. La policía del
Régimen, nuestros fieles seguidores, algún helicóptero, quizá...
- Nada de eso, President. Hemos corrido. Hemos corrido como
ratas, a la estampida, sin mirar atrás. Imagínese que, mientras nos dábamos a la fuga, le
pregunté al Conseller qué íbamos a hacer con el coche... "¿Dejamos aquí la
cartera, Conseller? ¿Dejamos aquí la bandera oficial?"... y el Conseller,
que me sacaba tres cabezas de lo que corría, me ha espetado un "que le den
por culo, a la bandera".
El President, atemorizado al relacionar las carreras y las
ratas con las cloacas, calla. El Secretari, sintiéndose a salvo tras los eternos muros del Palau... saboreando su puro habano... calla.
Solo la chica que baila, agarrada a la barra americana,
muestra síntomas de vida, pensando... pensando... y, con suspicacia, se echa una
mano al tanga... recelosa ante el timo del tocomocho... para comprobar que, los
billetes introducidos ahí por el President unas horas antes, también están acicalados
con el jeto sonriente del mismo estafador que, ahí sentado, tiembla ante sus ojos.
3 comentarios:
Juajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuaaaaa
¡Magnífica Estampa De INFORTUNIOS MERECIDOS, QUERIDO HEREP!
¿Me Puedo Sumar A LOS "GORRILLAS" A LOS QUE INTENTARON TIMAR CON "CHAPAS DE BOTELLIN, MÁS FALSAS QUE SUS JETAS"?
Jujajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuaaa
¡Que Siga El BIUEN HUMOR VALIENTE PATEANDO HÍGADOS Y JETAS MALNACIDAS!
Un ABRAZO GENIO!
Un Brindis Por El CAMION DE LA BASURA A DONDE LES ECHARÁ ASMODEO
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Al final, para escarnio nuestro, serán los más parias entre los parias, quienes osen impartir justicia, Old. Todos los demás, acostumbrados a las migajas del Poder, asienten y agachan la cabeza.
Sólo aquellos que no tienen nada que perder tienen los arrestos necesarios para frenar a las hordas de la barretina.
Puedes unirte a los "gorrillas", por supuesto.
Un abrazo, y otro brindis, maestro.
¡Riau!¡Riau!
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