- Paco, un tinto aquí.
Un vaso limpio, una botella de Azpilicueta semivacía, un
platito con cuatro olivas gordas, del pueblo, y servida la comanda.
- Ahí tienes, paisano. ¿Qué tal va la cosa? ¿El día de
fiesta?
- ¿Fiesta?
- Bueno, ya sabes… ayer… el Día de la Constitución. ¿Fuisteis
a algún sitio?
Manolo me mira de soslayo, no sabría decir si apenado o
maldiciéndome por la pregunta, torciendo en un gesto extraño el labio superior.
- Hombre, pues ayer subimos al monte, con los de Greenpeace,
aunque ya sabes que para mí todos los días son fiesta, amigo. Sin trabajo, con
cuarenta y tantas primaveras… rutina, Paco. Nada del otro mundo. Esos mierdas
sí… esos, esos –dice mientras señala el televisor en el que, abriendo el
noticiario, desfilan un ejército de soldados vestidos de Armani, saludándose
los unos a los otros, encantados de haberse conocido
-. ¡Esas ratas sí que
viven bien, atragantándose a jamón de Jabugo! ¡Y ese! ¡Míralo, Paco… el muy
cabrón! Casi no le caben más medallas en el traje.
- Cada una en su solapa no hace más que desprestigiar las
que sí fueron ganadas con honor, Manolo. En eso tengo que darte la razón, la
verdad. ¡Vaya escoria! Vaya esperpento. Se pasan los días discutiendo los unos
con los otros para luego, cuando sacan los canapés, abrazarse todos como buenos
hermanos. Una mierda, Manolo, una mierda esto de la política.
Los dos nos quedamos mirando las imágenes que nos sirve la
televisión pública, tan al servicio del ciudadano toda ella. Las genuflexiones
de las damas, los apretones de manos exagerados hasta la barbilla, las risas,
los chaqués perfectamente planchados, los caros zapatos de italiana piel de
cocodrilo. ¡Qué estampa, en palacio! ¡Qué porte, en la Corte!
- Toma, Paco. A esta invito yo.
Le sirvo a mi feligrés una nueva caña fría. Con una mirada
silenciosa me agradece el gesto pero, de nuevo, su labio superior vuelve a contorsionarse
en ese tic nervioso que, ahora, se me antoja carcomido por la vergüenza. El pobre
lo está pasando mal, pero lo ruin de los tiempos no ha conseguido derribar ese
orgullo tan sureño… esa vanidad mal entendida del que, sin haber abierto un
libro en su vida, cree estar en posesión de la verdad más primogénita… esa sabiduría
que da la calle, el barrio, el robo de melones al amanecer, en la finca del
señorito del cortijo.
De repente, el pobre infeliz saca un papelajo del bolsillo
de la chaqueta de pana, arrugado, maltrecho mil veces por obra y gracia de la
rabia y la fuerza bruta de unas manos bastas y fuertes de tanto agarrar, años
atrás, la pala en cualquier obra municipal.
- Mira.
Arroja el amasijo de papel sobre la barra. Con sólo un
vistazo distingo el logo de la compañía de la luz. La factura, supongo. Nada bueno. Desde hace unos años, demasiados,
nada bueno acompaña la factura eléctrica. Pienso… Noviembre, sí. Ya verás, ya. Seguro que…
- ¡Tú te crees, Paco! Lectura
estimada. ¿Lectura estimada? Me cago en sus muertos más frescos, Paco. No
hace ni dos días vino el desgraciado ese a tomar lectura. ¡Yo le abrí la
puerta! ¡Yo! Y va y me llega esto con esta mierda.
Dicho y hecho. Lectura
estimada en Noviembre, casi seguro que lectura
estimada en Diciembre… y Lectura Real
en Enero, previa aplicación de la correspondiente subida de la tarifa, los
impuestos, los cánones, peajes, malajes y demás miserias. Aquí, el que no
corre, vuela, amigos. Demasiados años encontrándome con esta situación, siempre
a final de año o, si el BOE lo anuncia en forma de nueva subida tarifaria, a
mitades de Verano, en pleno Agosto, mes del aire acondicionado por excelencia.
- ¿No llamas para darles la lectura, Manolo? –le pregunto
con toda la buena intención del mundo.
-¿Llamar a quién? ¿A la compañía eléctrica? –me responde
tras dejar caer un hueso de aceituna al suelo -. ¡Tú estás loco! ¿Y gastarme el
dinero en llamadas telefónicas? Anda y que les den por donde amargan los
pepinos, Manolo. ¡Ni un duro! ¡Ni un maldito euro! Todo el día robando, amigo.
Así se pasan la vida entera. Robando y robando.
- No cuesta tanto, Manolo. Una llamada y te ahorras todos
estos sofocos, amigo. Ellos siempre miran por su negocio, tío. Como cualquiera.
Todos miramos por nuestro negocio, amigo. Tú deberías hacer lo mismo y estar
atento al tuyo.
- ¿Al mío? ¿Qué negocio, Manolo? ¿Qué negocio tengo yo, que
no sea sobrevivir como sea, haciendo chapuzas por aquí, remiendos por allá,
asaltando campos las noches de luna nueva?
- Estar atento a que no te den gato por liebre también es un
trabajo, Manolo. Si no lo haces tú, ¿quién crees que lo hará? ¿El vecino? ¿El
cura? ¿Ese amigacho tuyo del Ayuntamiento?
Silencio. Mis palabras parecen haber alcanzado la línea de
flotación de su conciencia… pero, tras el largo trago de cerveza, pronto me
queda claro que aquel silencio tan sólo ha sido un pequeño descanso para coger
impulso, agarrar carrerilla, lanzarse en brazos, otra vez, de esa sabiduría
celestial que dan los años desperdiciados, el alcohol fermentado y las perogrulladas
del pseudoperiodista de turno, hoy tan de moda.
- Por mucho que estés atento, Paco, los tiburones te tienen
cogido por el escroto. ¿No viste el programa del Évole? ¿No te quedaste con el
mamoneo que tienen las empresas de la luz? ¡Vamos, hombre!
- No, Manolo. Yo no veo la TV. La tengo encendida aquí, en
el bar, para hacer compañía y, de tanto en tanto, alguna noche, veo alguna
película de esas que pasan por La 2, de John Ford. Poca cosa más… y mucho menos
las milongas esas de quienes, intentando criticar el Sistema, no hacen más que
beber de él, fortaleciéndolo.
- Chico, no sé para qué lees tantos libros. Luego no se
entiende nada de lo que dices –me dice el pobre diablo mientras gesticula con
su dedo alrededor de su sien, en clara acusación de locura -. Pero deberías
verlo, deberías. El otro día, sin ir más lejos, hablaba de los tejemanejes que tienen
los empresarios de la luz con el Gobierno… el Tarifazo, creo que se llama la
cosa… y no veas. Para mear y no echar gota, Paco. Dinero por todos lados.
Millones, millones y más millones. Algo de locos… y nosotros, el pueblo, a
pagar. Cada día más. Y más. Y más.
Paco se ha bebido tres cañas. Miro el reloj. Veinte minutos
y tres cañas es una buena marca para el pobre diablo, corroído como tiene el hígado
tras años y años de beber del manantial de frío hierro de la barra. Seguramente
nada de lo que le diga conseguirá atravesar esa muralla autodefensiva que ha
ido construyendo durante todos estos años. Barrera contra la realidad, en la
mayoría de las ocasiones. Freno a la duda, a la equivocación, a la opinión
discordante. Tres cañas son suficientes para que Paco, siendo ahora mismo las
14:00h. defienda a muerte que el día se tornó noche. Tres cañas…
… aunque, siendo sincero, no hace falta ninguna cerveza para
que el sabio… el listo… el papagayo cum
laude… defienda con uñas y dientes que A… la puta y simple A… no sea A,
sino B.
De todas formas, hoy me siento fuerte. El esperpento de ayer…
la burla a la Constitución transmitida por todas las cadenas oficiales y oficiosas…
el menosprecio a los que, tanto en Madrid como en Barcelona, se concentraban en
apoyo y defensa de la Nación… el poso que tanta denigración, odio, burla y
escarnio ha ido dejando en mi alma… sí, Manolo, hoy me has pillado de buenas…
hoy te voy a contestar, malaje… hoy te he invitado a una caña, sí señor, así
que prepárate, mierda… que allá voy…
- Sabes, Manolo… yo no miro esos programas cuya única razón
de ser es la manipulación y la tergiversación de la realidad, chico. Menos cuando
quien los presenta, perro faldero de quien los dirige, está hasta el cuello de
mierda, amigo. Sí, sí… hasta el cuello. Hablan de defender al pueblo, pero de
eso, nada de nada. Despotrican contra el capital, maldiciendo el dinero… pero
son ellos quienes se forran, Manolo. No tú. No yo. Ellos. ¿Dijo algo de la
moratoria nuclear? ¿Dijo algo de las subvenciones que se reparten todos juntos,
como buenos hermanos, mientras siembran los campos de paneles solares? ¿Explicó
las diferencias en los costes de producción? No, ¿verdad? Tan sólo dijo que los
dueños de las eléctricas, malos malísimos, se llevan tu dinero a punta de
navaja, ¿a que sí? ¡La luz! ¡Pero si tan sólo se necesita darle al interruptor
para que esta aparezca! ¡Cómo va a ser tan cara! ¡Ladrones, no, Paco! Que
engañados estáis, amigo… tan listos que sois, tan cultos, tan instruidos que
salisteis del pueblo… ¿Sigues pagando, mes a mes, religiosamente, las cuotas de
Greenpeace, no? Di que sí, lumbreras. ¿Todavía seguís celebrando, cada Día del
Planeta, vuestras barbacoas en La Muela, donde en vez de amapolas crecen
molinos de viento? ¡Qué jornadas os pegáis, eh, bribón! ¡Qué de cerveza gratis,
granuja! Eso sí es vida… aire fresco… pureza de molinillo, Manolo… ¡Qué
domingos en el campo! Pero ves… mira, mira… la Central Nuclear de Garoña, esa que tanto
empeño tenían en cerrar y que ese de ahí… ese desgraciado de la TV… ondeó como
bandera contra la política energética de Zapatero, el Felón, va a ser cerrada en apenas unos días, ahogada por los
impuestos a las renovables… esas que tanto te gustan a ti y a los tuyos pero
que luego, cuando llega el papelajo de cada mes, no tenéis huevos a encontrar
entre el baile de números de tarifas, cánones y demás miserias. ¿Te parece cara
la luz? Pues prepárate. ¿Te ofusca el timo de la estampita? Pues te jodes,
Manolo… Te jodes como dijo Herodes.
Pero Manolo ni me escucha. Tres cañas son más que
suficiente. Me mira, agarra la factura, se la guarda en el bolsillo de la
pechera y, con un “Buenas noches”, abandona el bar, dejándome, como siempre,
con la palabra en la boca. Su buche está más que servido con tres miserables
cañas.
Para Manolo, a pesar de ser las 14:05h. es de noche.
Negra noche.
10 comentarios:
Tres cañas dan para mucho.
Desde asumir el timo de la estampita de la celebración de un día de la Constitución que es simple papel mojado, una servilleta sucia junto a las cáscaras de las gambas de cualquier cervecería, que el personal pisa y pisa sin reparar en ella.
Esas tres cañas dan para mucho.
Para ver un país agonizante,estrangulado, con unas cifras de paro in crescendo, inagotables y unos comedores de Cáritas que no dan más de sí,abarrotados, saturados de hiel,hambre y desesperanza.
Sigues mostrándonos con acierto, amigo Herep, tu capacidad para retratar la tragedia de cada día del común de los mortales. Triste Día de la Constitución para quien se ve agobiado por el apremio diario de la llegada a fin de mes.
Un cordial abrazo.
Y nos seguimos hundiendo sin ver el día en que tocará levantarse... Y que haya gente que justifique con su voto tanta tropelía... Descorazonador...
Un saludazo.
Y mira que hay Manolos en este puñetero país, no necesitan ni un corto de birra para ser igual de burros que este que también pintas.
Saluditos.
Que retrato mas costumbrista haces hoy de nuestra idiosincracia.El vasito de vino tinto es la guinda.Que facil te sale escribir tambien.un abrazo Maestro.
Algunas veces dan para demasiado, Natalia.
La mayoría de las veces, para ver fantasmas donde no los hay, mientras los reales, los "fantasmas" de carne y hueso, son vistos como fieles compañeros de viaje.
Quizá es ese uno de los grandes males de la bebida, amiga... distorsiona muchas veces la realidad.
Un abrazo.
Me da la impresión que el Día de la Constitución tan sólo ha sido agradable y prolífico para la horda de ratas que se reunieron en el Senado, bien regados de champán y bonitas palabras de autocomplacencia.
Para ellos todos los días es una fiesta, amigo.
Pero llegará el día en el que la fiesta la organizaremos nosotros, la ciudadanía.
Un abrazo, campeón.
Como decía esa vieja canción... "Volverán banderas victoriosas...", CS.
Ya verás como sí.
Un abrazo, jienense!!
En las barras de los bares se escuchan muchas verdades, Zorrete.
Barbaridades, manipulaciones, gilipolleces y demás, también.
¡Ah, los bares! ¡Qué lugares!
Un abrazo.
Tengo una gran capacidad para retener conversaciones, Agutín. Luego viene lo fácil, que no es más que ponerlo sobre el blanco.
Nada de otro mundo.
De todas maneras, gracias, amigo.
Un abrazo... y un brindis de buen Rioja.
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