Este pasado fin de semana, El Ejército de los 12 Monos se ha desplazado a tierras aragonesas,
tierra de Reyes, para participar en los ejercicios aliados “Iberian Target 2012”, basados en supervivencia extrema, infiltración en las líneas enemigas y tácticas de
guerrilla.
Siendo más concretos, el campo de tiro se situaba en el
Bajo Aragón, tierra de la Ruta del Tambor, color árido de, allá hasta donde
abarque la vista, hectáreas y hectáreas de campos llanos y huertos vacíos… a la
eterna espera del más ínfimo de los huéspedes… sangre nueva que recorra las
huecas venas de un cuerpo que muchos dieron por muerto.
Aldeas, cortijos… esqueletos como piedras, derrumbados por
doquier esperando esas manos callosas que vuelvan a reconstruir el puzle con el
que juega el derribo. Hectáreas. Cientos de ellas acechando la comarca de Matarraña,
la histórica Alcañiz, la olvidada Alcubierre, la helada Teruel… espectadora y
protagonista de tantas victorias bélicas… las plazas con su “Torico” presidiendo las localidades de
ese archipiélago de tierra adentro, al son del retumbar de sus timbales
soportando helados cuchillos de frío que bajan desde el Moncayo…
Una provincia en la que pacen unos cientos de miles, siendo
generoso. Despoblada de jóvenes y poblada de foráneos, unos buscan fuera lo que
otros acabaron de encontrar. Unos son hijos que marchan hacia las grandes urbes
siguiendo los misterios del Santo Grial. Otros, extranjeros que, hartos de
perseguir quimeras, se sienten satisfechos justo cruzar el umbral del hogar.
Sí, Monos. Teruel existe.
Mientras regresábamos al Cuartel General, sentado en la
banqueta del Pegaso verde oliva, iba contemplando esa aridez que, metro a
metro, quedaba atrás. Las viejas piedras, las casuchas derruidas, el ocre
dominante se alejaba dando paso al verde pre-litoral, el matojo mediterráneo y
la humedad de la mar. La tranquilidad de la carretera desierta se esfuma a
golpe de bocinazo y autovía perfectamente iluminada, enferma de insomnio e
infectada por esa plaga de luciérnagas de neón que, desde jóvenes creímos
fuente de todas nuestras dichas y éxitos.
Cerraban las ventanas, se envolvían en sus sábanas blancas
y, nuestros jóvenes, soñaban con puertas que se abrían. Allá fuera. Una vez
dejado el pueblo atrás. Y eran de colores, y sonaba la música tras ellas,
melodía sutil que nos mecería hasta encontrar nuestro lugar en este gran
tinglado, ese espacio reservado para nosotros en el que, a fuerza de sonrisas,
nos sintamos menos solos. Gloria que todo mozo, adelantando camino al subconsciente,
erige vistiéndose ropas de macizo cirujano cardíaco, espía al servicio del
reyezuelo de turno o balón de oro y diamantes. Fuera. Hay que poner tierra de por medio. Dejar atrás esa pequeña
habitación de tu pequeña casa perdida en la negra noche estrellada del interior
desértico de eso que llaman “tu país”.
El Santo Grial.
En Teruel, en cambio, la cerveza que bebimos la servían en
vaso chato. Una caña. Nada de botellín etiquetado con vale de descuento. En la
mesa, buen vino tinto y al fuego, una olla en la que se calentaba la cena
casera. Humo de cigarro, reencuentros plagados de esa amigable nostalgia que se
construye a fuego lento y una conversación amigable, amena, sin complejos entre
iguales. Noches que no encuentran fin en la madrugada de las gentes
trabajadoras, plagadas de brillantes estrellas que no son alteradas ni por un
miserable zumbido vomitado por el tópico TV de fondo.
Un silencio puro e impresionante… pero diferente. Ajeno al
miedo… a la soledad… al vacío…
Esa tierra va quedando atrás y, con una sonrisa de
desprecio, no dejo de pensar en aquellos que, españoles, os han tratado tan
mal, olvidándoos en vuestra inmensidad, vieja pareja de incomunicados por el
temporal. Como sucediera con castillos encantados por fantasmas, los cobardes
os han ido dejando atrás en su sueño por alcanzar la Luciérnaga de los Huevos
de Oro, acaparándolo todo en beneficio propio, egoístas de su propio ridículo
existencial.
Las carreteras, las infraestructuras, las industrias, las
inversiones productivas… Todo ha ido esquivándoos como si fuerais una colonia
de apestados, a cambio de una eléctrica que amenaza abandono y una agricultura
y pesca con visos de supervivencia, último bastión del hambre y el olvido. Lo bueno,
lo molón, está en la costa… con el turismo… esas suecas, inglesas desbragadas o
rusos forrados de pasta. Petrodólares. Sin provienen del Prestige miraremos
para otro lado.
Pero Teruel existe. Está en el Mundo. Real. Sin “posibles”.
Porque a pesar de todo sus gentes siguen bajando a “la Peatonal”, se visten con túnicas para
Semana Santa al tiempo que se dejan la piel de los nudillos aporreando la piel
de un tambor, ordeñan ovejas y cabras para preparar queso artesanal… también
sin etiqueta… y, día a día, se reúnen alrededor del fuego para charlar, llorar
las ausencias o, simple y llanamente, reírse de la Vida…
… y sus mil mapas para alcanzar el mismo tesoro.
De nuevo, el Santo Grial…
… aunque, en Teruel, es muy real.
Allí sí existe.
12 comentarios:
Tierra maravillosa aunque dejada de la mano de Dios, aunque yo sigo pensando lo mismo: TERUEL EXISTE, y en cuanto entras en ella, te enamora.
Si que existe, entrañable, y allí está con su plaza del torico esperando al visitante.
asi es.... olvidados para algunos, que no nos valoran como para haberse quedado o para hacer mas infraestructuras que nos beneficien,y que se fueron en busca de lo que creían que era la felicidad pero todo vuelve, todo menos lo perdido en aquellos años en los que la gente por intentar llenar su boca de pan se iba en busca de sustento y que en época de bonanza regresaban como dueños y señores del pueblo que abandonaron y riéndose de nosotros , pobres pueblerinos ...y que ahora, con las vacas flacas regresan con las orejas cachas pidiendo permiso para quedarse entre nosotros, por que aquí el que no tiene pan su vecino se lo da...
Gracias por recordarnos de forma tan bonita...ya lo sabes...nuestra casa siempre sera vuestra casa. Saludos!!
He vivido en el campo, en plena sierra pobre del norte de Madrid y si hubiese buenos empleos jamas hubiera vuelto a la capital salvo de visita o de juerga de vez en cuando.
En los pueblos de España, incluido ese Teruel existente se podría vivir muy bien si se lo hubieran montado nuestro políticos como los franceses, que protegieron su agricultura y ganadería.
Saluditos.
Tal vez, amigo Herep, la célebre tamborrada de Calanda no sea otra cosa que una llamada angustiosa, a la conciencia de los demás españoles, para gritarles que Teruel existe.
Un cordial abrazo.
¡UN POCO FRÍA PARA MI GUSTO ESA TIERRA DURA Y AGRESTE, QUERIDO HEREP, PERO ESENCIALMENTE BRAVÍA Y HERÓICA!
Un Ejercicio de PRIMERA, Como Acostumbras GENIO.
Espero Que El GRIAL,Ilumine Tus PASOS
Y Nos GUÍE En La BATALLA Que ESPERAMOS.
Un Abrazo.
Un Brindis Por Los Héroes
y
¡¡RIAU RIAU!!
Todo tiene su encanto, Doramas. El único requisito es querer encontrarlo.
Un abrazo, canario.
Una plaza, una fonda, una cerveza fría y buen humor, Candela.
Al final no hay poco más que eso.
Un abrazo.
Esos que a su regreso caminan con la cabeza alta llamando a los vecinos "pueblerinos", esti80, están más perdidos que ningunos.
Acostumbran a ser gentes que, en su miseria, no encontraron su sitio ni allí ni aquí culpando de su disimulada desgracia, como suele ser habitual, al prójimo.
Un abrazo.
Yo siempre he vivido en un pueblo, Zorrete y, subjetividad aparte, como en ellos no se vive en ninguna parte.
Tienes sus carencias, pero estas quedan suplidas de manera sobrada a fuerza de sencillez y estoicismo.
Un abrazo, campeón.
O también podrían ser el retumbar del tambor de los soldados que, ante la tormenta, demuestran su fidelidad al puesto en el frente.
Sea lo que sea, espero que sigan tocando fuerte.
Un abrazo, Tío Chinto.
Hay veces, querido Old, en las que las palabras salen solas. Uno piensa y la mano cobra vida, deseosa de explicar esas pequeñeces que nos rodean pero que, por considerarlas rutinarias, nos merecen menos valor.
Ya sabes... en El Ejército de los 12 Monos, además de soldados, somos todos hermanos.
Un abrazo, genio. Recemos para que Asmodeo, por lo menos, nos reserve la vista para contemplar el espectáculo.
Y el gusto para seguir brindando.
¡Riau!¡Riau!
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