Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

21 oct 2012

S.O.S. desde el Infierno



- … esto… perdonen pero interrumpimos el reportaje sobre el sexo de los pollos para informarles de una última… no puede ser, Fátima, Dios… Nos acaba de llegar un teletipo en el que se nos informa de la muerte de Bear Grylls, nuestro compañero tan querido por todos nosotros, y me atrevería a decir que por todos ustedes. Entiendan lo difícil que nos resulta el poder, tan siquiera, articular cuatro o cinco palabras seguidas, telespectadores. Bear era todo ilusión y cordialidad, un tipo repleto de vida que, hiciera frío o calor, siempre nos regalaba su espléndida sonrisa al cruzarse con cualquiera de nosotros por los pasillo de la cadena. Toma, Fátima… toma un pañuelo. Tenemos… ¿sí?... ¿hay conexión?... Tenemos al teléfono vía satélite a Scott, el cámara fiel que siempre le acompañaba en todas y cada una de esas aventuras que el bueno de Bear nos regalaba cada domingo por la mañana. ¿Scott? ¿Me escuchas? ¿Estás ahí?

- Estoy, estoy… pero comprenderás que no pueda hablar en demasía, Íñigo. La cosa está muy fresca aún.

- Lo entendemos, por supuesto… pero, ¿cómo fue? ¿Qué pasó? ¿Una mala caída? ¿Una indigestión arácnida? Se me hace difícil asimilar la noticia, Scott. Bear era un paracaidista de la Royal… un tío con los huevos negros, Scott.

- ¡Ay, mi Bear! ¡Ay ese escroto pelado!

- ¡Por favor, Fátima, que estamos en antena! Cuida ese lenguaje, chica… piensa en la señora Grylls y por todo lo que estará pasando en estos instantes. Por dónde íbamos, Scott…

- Me estabas preguntando qué había sucedido, Íñigo.

- ¿Qué ha sucedido, Scott? ¿Un tifón en las Antillas? ¿Una insolación en Death Valley? ¿Caníbales en el Congo belga? ¿Lupus, quizá?

- Nada de eso. Nada. Ni jungla, ni desierto, ni mar enfurecido o isla paradisíaca del atolón francés. Nada.

- ¿Entonces?

- España, Íñigo. El último capítulo de la temporada tenía como escenario España… y el pobre no ha podido superarlo. Ahí se ha quedado, criando malvas.

- ¡Ay, mi Bear, que lo ha empitonado un morlaco! ¡Corneado por el Minotauro!

- Regidor, por favor, tráele a Fátima un poco de coñac, a ver si recupera las formas. Esto no es plan. Así no puede uno presentar el informativo, coño. El Minotauro no es español, sino griego, ostias. Eso lo sabe hasta el más simple de los mocosos de Nebraska. ¿Scott? ¿Sigues ahí?

- Sigo, sigo, pero te escucho bastante mal, como si estuvieras muy lejos…

- Apégate el celular, hombre. Apégatelo bien. Perdona… ¿cómo? ¿Otro teletipo? ¡Rápido, pásamelo! Scott, amigo, estamos recibiendo un teletipo de las autoridades… bueno, no está firmado por nadie, pero parece que tiene membrete oficial, aunque se ve bastante borroso…

- ¿Sí? ¿Y qué dice?

- No lo entiendo muy bien, la verdad. Fátima, ¿tu ex era latino, no? Échale un vistazo a esto, a ver si entiendes algo de lo que aquí pone.

- Déjame ver… hip… jajaja… “Di”… “Di-u”… “Diumenge”… Jajaja. ¡No entiendo ni papa, Íñigo!... hip… ¡Esto no es español! Seguro que es Spanglish de ese… hip…

- Estás borracha, guapa. ¡Qué mal beber tienes! Y abróchate ese botón de la blusa, por favor. No vayamos a dar el espectáculo en estos momentos fúnebres.

- ¿Iñigo? ¿Sigues ahí? Te escucho muy mal.

- Aquí estoy, Scott, siempre al pie de la noticia. Perdona pero estamos sufriendo unos problemas en plató. Ya sabes. La noticia nos está afectando a todos sobremanera. Bear era muy querido en redacción, chaval. Nos resulta increíble que ya no esté entre nosotros… y las informaciones que nos llegan no aclaran para nada el enigma. ¿Qué paso, Scott?

- Bufff… La Tormenta Perfecta, compañeros. Saltamos desde la avioneta y ya durante el descenso me di cuenta de que aquello no funcionaba como otras veces. No, no… el paracaídas se abrió bien, pero el aire estaba viciado de una cálida tensión que no nos dejaba descender correctamente… frenándonos…

- ¿Cómo globos? Huuuu… arriba, abajo… arriba, abajo… jajajaja…

- Exacto. Pasamos tres horas a quince metros del suelo, suspendidos, mientras a nuestros pies miles de personas  con banderas y megáfonos pululaban de una plaza a otra como si fueran peones en un disparatado juego de la oca. Al poco, la cosa empeoró: uno de esos zombis alzó la vista viéndonos y, por la reacción que tuvo, creo que pensó… él y todos los demás… que éramos una especie de ave voladora presta a ser cazada.  Medio millón de brazos se alzaron hacia nosotros intentando agarrarnos por los pies. Varios de ellos, vestidos con camisetas de diversos colores, empezaron a levantarse en torres unos encima de los otros, con los ojos exorbitados de deseo alimenticio o ansia criminal… no sé… pero conseguimos escapar balanceándonos de atrás hacia adelante y de un lado a otro.

- ¡Dios, qué pesadilla! ¡Qué horror! Me cuesta incluso imaginarlo, Scott.

- Créaselo, créaselo. Peor que en las cintas de George Romero, amigo. Pero al final, con tanto balanceo, cruzamos un ancho río y conseguimos hacer pie en tierra firme.

- ¡Scott! ¿No nos estarás mintiendo, no? Mientras hablas, me están informando que en la cadena de la competencia están anunciando que nuestro compañero, antes de fenecer, había sido puesto en busca y captura por las autoridades españolas.

- ¿En busca y captura? … ¡Claro! ¡Cómo no! No habíamos puesto un pie en el suelo cuando, tras un matojo, aparecieron tres señores uniformados que empezaron a empapelar a Bear con cientos de multas, sanciones, tasas e impuestos varios. Nada importaba que el concepto se fuera repitiendo… ¡qué va! Uno le endiñaba una sanción por no llevar triángulos reflectantes y el otro, por no llevar triángulos reflectantes también. Lo único que cambiaba era la letra y la entonación.

- ¿Pero… pero…?

- Pero nada. Salimos corriendo como liebres. Bueno, como liebres no… ni mucho menos… no tan rápido… pero los tipejos esos todavía corrieron menos que nosotros. Yo diría que estaban carcomidos por la desidia o por el pasotismo, pero bueno. Escapamos de la Ley española a la carrera. O eso creímos, Íñigo. La verdad es que tampoco estaba claro. La Ley, allí, más bien parecía cosa de salvajes.

- Ooooooo…oooo….

- Fátima, por favor. Bájate de la mesa, que no eres Jane ni vendrá Tarzán a rescatarte, joder. Gerente…. ¡qué descontrol!...

- Eso, eso… descontrol… ¿Íñigo, me oye? Todo fue un descontrol. Enfilamos una avenida de… no recuerdo la ciudad… pero antes de llegar al primer semáforo ya nos habían limpiado cuatro veces todos los bolsillos del pantalón. Una horda de chavales greñudos como las tribus del Pleistoceno me sacudieron al grito de “Periodista, terrorista neo-fascista” mientras pisoteaban mi cámara calzados con sus Nike Jordan.

- Salvajes en busca del fuego…

- ¿En busca del fuego? ¡Ja! Ya nos hubiese gustado, ya. No. Allí, de fuego, había por todos lados. Bear se llevó la peor parte, el pobre, pues pronto se fijaron en la cadenita de San Judas que llevaba al cuello y, en menos de lo que canta un gallo, estaba semidesnudo, a punto de ser cocido en una hoguera preparada con cuatro maderos. El fuego, como comprenderá, lo habían encendido con mecheros. Nada de encendedores de magnesio. Demasiado lentos.

- ¿Así murió Bear, Scott? ¿Cocido a la parrilla?

- No, no. El último superviviente es… era… hombre de recursos. Con la velocidad del relámpago, metió la mano en el bolsillo del pantalón que ya se estaba enfundando uno de aquellos salvajes de camiseta verde y sacó la navaja multiusos que, reflejando los rayos del Sol, emitió unos destellos que detuvieron, por unos segundos, el minutero. Los salvajes, boquiabiertos como quien contempla una aparición divina, quedaron petrificados, aprovechando Bear y quien les habla el descuido para salir a la carrera, de nuevo.

- Scott. Céntrate. Dinos ya de una vez cómo murió Bear. La competencia está dando toda clase de noticias y nosotros, con tus milongas y tus rollos baratos, estamos perdiendo el pico de audiencia a pesar de que se trataba de uno de nuestros empleados.

- ¿Qué dicen las otras cadenas, Íñigo? ¿De qué dicen que murió?

- ¡No lo sé! ¡De mil cosas diferentes! No importa qué digan, Scott. Importa qué paso en realidad, chico, siempre que esta venda, claro.

- Pues… la realidad es… Íñigo, no tengo ni puta idea de cómo murió Bear.

- ¿Cómo? ¿No lo viste caer?

- No.

- ¿Estará vivo? ¡Milagro, milagro! ¡Bear ha muerto y resucitado!

- ¡Llevaos a esta loca de aquí, porras! Entonces, ¿cómo es que está corriendo la noticia de su muerte? ¿No estabas con él? ¿Había alguien más que pudiera confirmar su deceso? ¿Alguien miente en busca del titular de la semana? ¿Del galardón al mejor periodista del mes?

- No creo, Íñigo. Bear está muerto, te lo aseguro. Nadie puede sobrevivir al infierno español. Nadie puede sobrevivir a las cien puñaladas que, habitualmente, recibe todo aquel que se sumerge en un contenedor de basuras en busca del yogur caducado de turno… nadie puede volver a levantarse cuando el rodillo de la Administración te sacude, boca abajo, en busca de las pocas migajas que conservaste entre los pliegues del pantalón… no hay hombre que soporte la tortura existencial del que no tiene una patria, sino veinte alucinaciones mentales… No, Íñigo. Nadie puede sobrevivir cuando, a tu alrededor, todo se desmorona en un coctel de odio, envidia, lujuria, ira, demagogia y mentira, de igual modo que nadie puede sobrevivir al tiro en la nuca del terrorista o la apatía cómplice del juez de guardia.

- Joder, Scott. No sabía yo que…

- Normal. Decidimos dejar lo mejor para el final de la temporada y mira tú cómo ha acabado el invento. Con Bear muerto. O, lo que es peor, con Bear abducido por una situación esperpéntica digna del más genial de los universos kafkianos.

- Sí, amigo. Peor que la muerte es estar muerto en vida.


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En pequeño homenaje a Bear Grylls, El Último Superviviente.


16 comentarios:

Tío Chinto de Couzadoiro dijo...

Para mí, amigo Herep, salvo que nos digas otra cosa, murió de diecisiete puñaladas traperas, ni una más ni una menos. Es la muerte más común de todo aquel que hoy viene a España.
Un cordial abrazo.

Anónimo dijo...

Pero bueno como se le ocurre poner un pie aquí, todo su entrenamiento del SAS British no le sirvió para nada. Para eso tienes que haber nacido apañol y ni aún así la supervivencia esta garantizada.
Saluditos.

José Luis de Valero dijo...

Estoy casi seguro que este par de audaces reporteros aterrizaron en Cataluña, aunque también es posible que en las Vascongadas. Lo digo porque ambas zonas, a pesar de estar separadas geográficamente, se hallan en el epicentro bélico de España y serán andando el tiempo, zonas de guerra.

candela dijo...

Terrorífico relato antes de comer..

Podrían haber caido en el río Amazonas, las anacondas no son tan letales como otras especies ibéricas emergentes.

Pobret!!! :(

Natalia Pastor dijo...

Como dice Tio Chinto, España tiene diecisete puñaladas hasta la empuñadura que la desangran a borbotones.
Y dos de las puñaladas, además, con sepsis nacionalista lo que aboca a la gangrena sin remisión...

Doramas dijo...

Es que a España hay que venir en patera, de otra manera es imposible, con muchas probabilidades de infección cerebral y muerte.

Old Nick dijo...

MIS ONOMATOPEYAS DE HONOR, HERMANO HEREP-
¡Si El Pobre KAFFKA, Levantara La Cabeza y SeDiera Una VUELTA POR "LA MARCA" HISPÁNICA, SEguro Que Quemaría Su "PROCESO" y Su "CASTILLO" Y Se Autoingresaría en el Mejor MANICOMIO Que Pudiera Encontrar, Para Huir De Tanta LOCURA y GILIPOLLEZ, ELEVADA AL RANGO DE "CREENCIA RELIGIOSA", "Fuera de la Cual, NO HAY SALVACIÓN POSIBLE".
Un Cordial Abrazo, GENIO.
Y
¡Engrasa La Estaca y Pon En Alerta a Tus MONOS, Que ASMODEO, EStá Al Caer!
¡FUERA FALSARIOS!
y
¡¡RIAU RIAU!!

Lin Fernández dijo...

Se necesita ser suicida para adentrarse en la vieja piel de toro.un saludo,

Herep dijo...

Triste muerte, Tío Chinto.
El cuerpo agüjereado por frío acero que bien podría ser vil metal.

Pero déjame decirte una cosa: si apuñalado he de morir, prefiero que estas me perforen el vientre antes que la espalda.

Un abrazo, artista.

Herep dijo...

Estos british, que se creen muy listos, parecen haber olvidado cómo se las gasta un soldado español.

Aquí no nos andamos con chiquitas, Zorrete. Las arañas son de verdad, y pican. El pobre de Bear lo sabe y por eso nos evita.

Un abrazo.

Herep dijo...

José Luís,

De haber caído en Cataluña o Vascongadas, una de dos: o han sido abducidos por la industria de la barretina o han sido ametrallados mientras se ataban los cordones de las botas.
En todo caso, jamás estuvieron más cerca de ser eso, los "últimos" supervivientes.

Un abrazo.

Herep dijo...

El Amazonas es cosa de principiantes, Candela. Las pirañas y las anacondas, meros mosquitos en esta España nuestra, tan bien surtida de bestias salvajes.

Peor que caer en una trampa de hormigas carnívoras es aterrizar sobre una manifa del Sindicato de Estudiantes.

Un abrazo.

Herep dijo...

Entre todos la mataron, y ella sola se murió, Natalia.
La deriva a la que están sometiendo a la Nación no augura nada bueno. Todo lo contrario.
Los resultados electorales del 21O, acompañados del previsible efecto 25N, pueden ser la puntilla a este Estado de Derecho (o Desecho) que nos dimos en 1978.
Lo que vendrá luego... bueno, podríamos resumirlo en más totalitarismo.
Y más resistencia.

Un abrazo.

Herep dijo...

Si vienes en patera, las puertas del paraíso estarán esperándote abiertas de par en par.
La comida será quitada de tu boca para ser ofrecida al nuevo, Doramas.

Ese es el milagro español.

Un abrazo, canario.

Herep dijo...

Exacto.
Estoy ahora inmerso en la lectura de "El Castillo" y, la verdad, alucino con ese universo kafkiano, tan parecido al que nos rodea hoy en día, donde nada es lo que parece y todo parece lo que no es.
¿Estaría loco Kafka? ¿Estaremos locos nosotros? ¿Será todo una pesadilla?

Pronto lo sabremos, querido Old. Muy pronto, me temo... pero, como bien dices, mis Monos y yo estaremos todos preparados.
Se avecina una gran fiesta y no me gustaría que me pillara "compuesto y sin novia".

¡Qué bello espectáculo de luz y color!

Un abrazo, hermano. Alcemos la copa por ello y por ellos, que las penas, con vino, son menos penas.
¡Riau!¡Riau!

Herep dijo...

Alguien no avisó correctamente a Bear. No sabía dónde se estaba metiendo hasta que fue demasiado tarde.

¡Qué irónica la vida, Agustín! Sobrevivir al Desierto de Gobi para acabar sucumbiendo ante el páramo de la Puerta del Sol.

Un abrazo, campeón.