La sensación de miedo que Alfredo tuvo mientras su cuerpo se
elevaba, ingrávido, envuelto en aquella luz clara, hacia las alturas,
desapareció. Ahora estaba sentado en un sillón a modo de diván, negro, que
flotaba en lo que no parecía suelo, en una estancia oscura, sin luces, rodeado
por otros seres de aspecto parecido al suyo, y en idéntica posición. Los veía
aunque tuviera los ojos cerrados.
Ya no era Alfredo. Sus treinta años de humano habían
acabado. Su infancia, los años de estudio, el trabajo… Todo había quedado
atrás, perdido en la pausada duración del ascenso. Su familia, sus proyectos,
sus ideas. Tan sólo conservaba su cuerpo, aunque éste estaba ataviado con una
indumentaria diferente: una túnica blanca atada con un cordel dorado y unas
alpargatas.
Uno de ellos pensó.
· Bienvenido.
·
Es reconfortante estar de nuevo de vuelta. Añoraba
la claridad con la que se es aquí.
·
Ahora eres todo entendimiento. Dime cómo fue tu
nueva etapa.
·
Esta vez me encontré algo perdido. Mi vida ha
sido plena, rica… pero, en ocasiones, el no saber seguir el sendero al abrirse
las bifurcaciones hizo que me embargara una profunda tristeza. Conseguí una
buena formación académica, construir una pequeña y cálida empresa, regalarme
una esposa fiel y una familia con olor a lavanda… pero no todas las mañanas, al
despertar, se escuchaban canciones de amor de fondo.
·
Conocer el Amor, entenderlo, es la lección más
difícil.
·
He dedicado toda mi vida a perseguirlo, con
ahínco inquebrantable. Tuve una esposa a la que conocí en pleno invierno y con
la que, en primavera, me casé en una ceremonia íntima y sencilla. El verano nos
trajo pequeños retoños y creí que el círculo se había cerrado. La lección
estaba aprendida. El Amor ya corría por mis venas. Esposa, familia, éxito.
·
Pero andabas perdido.
·
Si. Viví días en los que la sonrisa que se
dibujaba en mi rostro no era más que trazadas de un pincel. Esbozos forzados,
pruebas sobre un lienzo en blanco, sin sentido… en busca de la inspiración,
anhelando encontrar una musa que no llegaba. Sufriendo. Tan sólo se puede
sufrir cuando, contemplando la belleza que juega a tu alrededor, en el pecho,
un agujero no deja de crecer, crecer y crecer. Fui feliz, absolutamente feliz…
pero existieron nubes.
·
El Cielo está plagado de ellas, hermano. Sin nubes
los hombres no mirarían hacia arriba. Tan sólo de noche, cuando lucen las
estrellas, verían sueños tumbados sobre el verde césped. La noche es rica en
sueños e ilusiones. El día, en cambio, está construido por blancas nubes y,
tras ellas, tras saltar las barreras, se halla la Virtud. El Amor es Virtud, la
matrícula de honor en el examen final. Nadie dijo que fuera a ser fácil.
·
Creí haberlas cazado todas. Yo volaba por encima
de ellas, hacia el amanecer brillante, sintiendo la fresca brisa en mi rostro,
pero nunca llegué a alcanzarlo. Siempre faltaba un último bocado, una última
porción que rebosara la copa, que derramara Amor… lo transmitiera como el calor
irradiado. Mi esposa, hermosura y armonía. Mis hijos, esperanza e inocencia. Pero
algún silencio, alguna nota breve, un compás acelerado. No. Algunas mañanas no
escuchaba música.
·
Contempla si te escuchaste. Observa si, envuelto
en el silencio, buscaste tú música o, por el contrario, el deseo de hallar a la
musa te hizo enmudecer. Demasiados buscan el Amor en la calle cuando, el mejor
sitio, es el porche del hogar. El Amor empieza por uno mismo. Sin ese trofeo no
existirá ritmo en tu partitura. Acordes relajantes, sinfonías orquestadas,
música para tus oídos… pero, en tu pecho, un negro y profundo pozo de duda y
desesperación. Amate para ser amado. Amate para que te amen. No quieras a nadie
que no seas tú mismo. Deja el querer para los demás. Eso vendrá luego, cuando
tu melodía no esté desacompasada, presta a fundirse en el Amor.
·
Dudé de su existencia. Traicioné mi fe en él. Lo
imaginé una quimera. Amaba con pasión a mi esposa, pero no era virtuoso. Idolatre
a mi prole cada segundo de mi existencia, pero no me sentía virtuoso. No deseé
más de lo que mi camino posó sobre las palmas de mis manos, pero jamás me
entretuve mirando el vacío que en ellas reinaba. Estaba perdido en mi propia
casa. Salí al jardín olvidando el camino de vuelta al comedor.
·
Aquí no hay nubes. Todo es claro. El Amor es el
Alpha y la Omega. Aquello de lo que se nace y aquello por lo que se muere. Lo que
emana y lo que se recibe. Pero para irradiar se debe estar pleno de él, y eso
tan sólo sucede cuando uno se Ama. En una vida humana, nuestro espíritu experimentará
cientos de amores. Miles, quizá. Para algunos será una suerte, para otros una
desgracia con la que deberán lidiar con mayor o menor acierto. Batallas para
generales cuyos conocimientos en El Arte de la Guerra distarán un mundo entre
sí.
·
Y son difíciles luchas. Hechizos para nuestros
ojos, la mayoría de las veces. Desvaríos que nos hacen perder el contrapeso de
la razón en beneficio del bombeo incesante del corazón. Frustraciones de almas
gemelas que, tras juntarse sentados en un banco del parque, vuelven a
distanciarse cogiendo líneas contrarias del metropolitano… alejándose para
nunca volverse a unir… y nace un silencio… y crece… y la noche acaba
desorientándonos… perdidos…
·
… y dejamos de amarnos, distraídos intentando
encontrar que fue de aquel diario adolescente inacabado, qué quedo de aquella
mirada en la cola del supermercado… qué de esa llamada… dónde guardaría todos y
cada uno de los besos que regalamos. Pero todo eso queda lejos. Atrás, lejanos
años dichosos para aquellos que, como tú en tu vida finada, os aferrasteis a
una idea construida de nubes, atrapados en una red blanca de nostalgia.
·
También existe la lógica en el Amor. Ella se
encarga de frenar el deseo. Sentada en el porche, mecida en su silla de recia
madera, nos previene de imposibles sueños de tórridas noches otoñales, nos
muestra qué no ha sido… qué ilusión es banal… qué lección aprendida se tornó
gota en el vaso de nuestra plenitud. Ella es la maestra que nos educa en la
Omega del Amor. El fin del Amor. Su Virtud. Amarse a uno mismo por encima de
todas las cosas. Por encima de todas las nubes. Por encima de todos los amores.
·
Ese Amor se ha olvidado allí abajo en pro del
querer. Yo quiero. Tú quieres. Él quiere. Le han dado al Amor un mal nombre. Adoran
un fantasma de hedonismo interesado presos del afán salvaje de perderse entre
cientos de sendas iluminadas por otras tantas estrellas. Y gritan. Ahora los
oigo. Perdidos en la noche, sufriendo ante la sospecha de que sus ojos jamás
acabarán por acostumbrarse a la oscuridad.
En el cielo oscuro de la noche Mediterránea, lo que parece
una luz azul, invisible a los ojos humanos, parpadea antes de desaparecer.
6 comentarios:
EXCELENTE.
Y SOBRAN COMENTARIOS, GENIO.
Un Abrazo
Un Brindis Por EL AMOR Y LA VIDA BIEN VIVIDA.
y
¡¡RIAU RIAU!!
¡El amor, ese gran misterio! De él venimos, hacia él vamos, pero ¡cuánta fe se necesita, amigo Herep, para creer que así es!
Un cordial abrazo.
El amor, esa gran cosa que te hace la puñeta elevándote a los cielos justamente antes de dejarte caer. Excelente texto que sin embargono adolece de cierto aire de melancolía...
Un saludazo.
Gracias, maestro Old.
Un brindis por vos, aunque arrastro algo de jaqueca.
¡Riau!¡Riau!
Día a día, Tío Chinto, vamos comprendiendo que el mundo está hecho, principalmente, de eso: de Fe.
El Amor no podía ser excepción.
Un abrazo, artista.
Todo lo que sube tiene que bajar, CS. Un principio físico que, la mayor parte de las veces, se cumple en esto del Amor.
El truco está en encontrar la excepción que confirma la regla. Hallar ese Amor que no cae ni desfallece.
Difícil, sí... pero de premio eterno.
Un abrazo, jienense.
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