Esta noche es Halloween. Víspera de la festividad de Todos
los Santos, para la media naranja que se resiste a la conquista imperialista de
la marea yanqui. En Cataluña, esta noche, se celebra la Castañera… una especie
de reunión familiar o de amistades en las que se bebe, se baila, se fuma y se
comen castañas asadas, conmemorando las comilonas celebradas, antaño, en honor
al difunto durante su última vigilia.
Disyuntiva entre seguir la tradición o dejarse mecer por la
marea colonizadora de las barras y las estrellas. Algo así como sucede entre el
púgil Melchor, Rey Mago de Oriente, o el barbudo barrigón Santa Claus, pater
familias del Occidente bajo cero. Diferentes maneras para definir un mismo
común denominador básico: fiesta. Fiesta loca, fiesta de recogimiento, fiesta
silenciosa, fiesta hasta el anochecer… Fiesta al fin y al cabo.
Celebración. Palabra que, a pesar de todo, todavía sobrevive
en el diccionario de la RAE.
Esta noche las puertas del Cuartel General serán un ir y
venir de Monos disfrazados de crueles asesinos en serie, ataviados con máscaras
de látex y cuchillos de plástico decorados con regueros de sangre. O sábanas
blancas, simples, simulando fantasmas de los de antes… de los buenos… esos que
se parecían a Casper, el fantasma molón. De los otros, esos que asustan tan
sólo con su presencia… negros encorbatados de gomina… estamos más que acostumbrados
a verlos. En la TV, en los periódicos, a través de las ondas radiofónicas…
Siguen dando miedo a pesar de los años de compañía, pero cada vez menos. Van tornándose
menos transparentes, menos etéreos, sus cuerpos se van solidificando… cada día
más reconocibles.
Siempre, al final, todo el mundo acaba comprendiendo que los
blancos fantasmas no existen.
La Compañía de Servicios de El Ejército de los 12 Monos ha acondicionado las salas principales
del Cuartel. No queda esquina sin telaraña de hilo, escalera sin falso
tropezón, lámpara sin velo rojo infierno. Hoy, las puertas, están abiertas. Tendremos
visitas. Muchas. Familiares, hijos descarriados, hijos pródigos. Correrán niños
disfrazados por los pasillos, rebotando sus gritos en las paredes mientras en
los salones para adultos se servirá coñac o fino, según sea el gusto, entre
charlas banales y amenas, concursos de chistes y desternillantes números de
danza amateur.
Quien tenga hambre podrá comer de las fuentes de carne,
chorizo, panceta, careta, hamburguesa, pincho moruno… Todo cocinado en
imperialista barbacoa de tochanas por un ejército de pinches engalanados con el
traje oficial de la sección para el día de hoy: delantal gris hasta los pies,
falda, camisa y rebeca negra, pañuelo a la cabeza y falsas gafas pastosas,
posiblemente amplificadas con alguna nariz aguileña con verruga incorporada.
Castañeras oficiales, equipación casera.
Habrán castañas, y “panallets”…
que son panecillos hechos con no sé qué, no es cosa a la que preste mucha
atención, la verdad… riquísimos. Algún buñuelo se verá, aunque seguramente, al
final de la noche, embadurnarán más el suelo que los estómagos. Pero quedará el
aroma flotando en el aire. Ese olor dulzón que debería emitir el carbón
quemado, la castaña demasiado fogueada, el pastelito de anís desgajado sobre la
mesa… todo actuando a modo de condimento para una agradable velada social en una
primeriza noche de invierno que, a todas luces, se presenta crudo.
Cuando lleguen los hijos disfrazados tras realizar la ronda
habitual por la calle principal en busca de caramelos, puerta a puerta… truco o
trato… susto o muerte… nos reuniremos todos en la Sala X para, alrededor de la
chimenea, contar historias de terror a los infantes. Ridículas serán aquellas
que cuenten los padres, y acojonantes películas contaran quienes no tengan que
lidiar, ya en la cama, con pequeños aterrorizados. A los pocos minutos, estarán
dormidos los más pequeños y aburridos los mayores, deseosos de hacerse unas
partidas a la videoconsola o al Risk, versión customizada de El Señor de los
Anillos.
Hasta altas horas de la madrugada.
Y difícilmente, hoy, en el Cuartel General, hablaremos de
política. Esta noche las puertas están abiertas y, junto a la brisa fresca,
entrará aire viciado, corrompido, extraño caldo de ideologías y demagogias de
andar por casa. Según los libros, muchos son los aires de la rosa de los
vientos. Muchos se colaran esta noche a través de las ventanas abiertas. Siempre
actúan así. Aprovechan una celebración, una efeméride, un descuido para colarse
y sembrar la duda. Un segundo. Menos. En el Cuartel General sabemos defendernos
de ella. Nuestros Servicios de Inteligencia están siempre al acecho y, al rojo
de las alarmas, lo sigue la salida de la ignominia intelectual, por la puerta
de atrás, previa patada en el trasero.
Hoy no. Hoy niños disfrazados de Spiderman… seguro que
los hay… corretean por los pasillos y los fantasmas, como les recordaran los
padres al acostarlos, son cosa de cuentos y demás boberías. Historias para no
dormir. Para torpedear el sueño de los justos. No existen esos demonios a la
caza de tiernos corderitos inocentes, acumulando almas en su zurrón a la espera de conseguir un vale descuento en el olímpo de Isis, donde todo el Mundo es bueno.
Pero los otros, los fantasmas de sábana negra, sí existen,
Monos.
En el Cuartel General, esta noche, todos… disfrazados de
zombis, de momias, de vampiro o licántropo… castañeras, reyes magos de Oriente,
Santa Claus, Spiderman, E.T…. abducidos por el imperialismo o tradicionalistas
de zapato de esparto… todos sabemos que esos
fantasmas existen. Vestidos de negro tras quilos de gomina y toneladas de
parné, acechan en cada esquina sembrando el terror entre la población antaño
hermana… recogiendo el odio y el rencor fraternal que han ido regando durante
todos estos años de falsas apariencias y discursos malintencionados… regodeándose
mientras contemplan cómo, uno a uno, todos los pasos de su macabro plan han ido
tomando forma según su “hoja de ruta”.
La noche pasará. Las puertas volverán a cerrarse. Todo regresara
a su normal curso y mañana, los cementerios se llenarán celebrando el Día de
los Muertos. Este día también es conocido por todos. Nadie escapa de sus
garras.
Por muy fantasma negro que seas.
12 comentarios:
Si te gusta disfrútalo sin complejos y mañana no te olvides de ir a agradecer y recordar a los antepasados.
Saluditos.
Bueno solo es un consejo ¡eh!... jejeje
A mi es que me pone de los nervios esta fiesta importada de USA.Prefiero ir a un viejo cementerio con unas pocas flores y meditar,un saludo.
¡Coño, pues una vez leído y meditado el panorama que apuntas, tanto tú como los 12 monos os lo habréis pasado de cojones. Sobre todo con la degustación de los majares que describes.
Me viene a la memoria que en los años 40 del pasado siglo, una de las veces que tuve que asistir al velatorio de mi abuela materna, tras el responso y entierro, toda la familia se reunió en un banquete pantacruélico más propio de vikingos que de cristianos. Y allí se armó la de de Dios es Cristo, ya que quien más quien menos pilló una tajada alcohólica del carajo.
Eso sucedió y continúa sucediendo hoy en día en tierras del Aragón más profundo. Aunque creo que actualmente y debido a la crisis, los corderos de antaño se suplen con pizzas y hamburguesas y los recios caldos de 18 grados por tinto de brick con Casera.
Vivir para ver, mi estimado amigo.
Saluda de mi parte a tus 12 monos.
Como dice Agustín, esta fiesta o celebración es importada de los USA y no tiene raigambre alguna ni en nuestra historia ni en nuestras costumbres.
Sucede -eso sí...-, que los mismos que odian al "Imperio yanqui" y son apóstoles antiglobalización, son los primeros que se apuntan al frikismo de "Jalogüin", comen en Mc Donalds,visten Levi´s y teclean frenéticos su IPhone de Apple.
La estupidez es incorregible e incurable...
Bueno, la Santa Compaña, los fuegos que hacen en mi pueblo soriano cuando cae la noche en el castillo, algunas leyendas becquerianas de ánimas, etc, forman parte de lo mismo por la influencia celta, así que no es tan originalmente "yanqui" como se dice, aunque la parte de los desfiles monstruosos sí y guste más o menos siempre han triunfado las costumbres de la "metrópoli-imperio" en todas las épocas (y ahora con el cine y demás medios de comunicación de masas ni te cuento). Por tanto, "enfrentarse "a ello es batalla perdida porque además la gente se queda en la parte lúdica de disfrazarse y "pasar miedo" que gusta mucho por lo visto y no anda celebrando ritos satánicos ni esas majaderías que también se dicen, lo inteligente es compatibilizar e integrar en lo posible como hizo el cristianismo en sus comienzos "sustituyendo" en lugar de borrando, pero siempre algo queda por debajo, como es evidente...
La muerte nos quiere tanto, que nos da toda una vida de ventaja.
Lo disfruté, Zorrete, sí señor.
Y cumplí al día siguiente.
Hice pleno, amigo.
Un abrazo.
(Tus consejos son siempre agradecidos)
Todo lo que sea juntarse con la familia o los amigos, Agustín, es bien recibido en El Ejército de los 12 Monos.
Nosotros juntamos una fiesta típica con otra foránea, para gusto de grandes y pequeños.
Pero el día 1, como manda la tradición, a rendir respeto a los que ya no están físicamente.
Un abrazo.
Ves, eso de beber en el velatorio ya lo considero más peligroso. No olvidemos que, In vino, veritas. A la gente se le suelta la lengua con un poco de alpiste y luego uno no para a pensar dónde está.
Y si a esos dos ingredientes le añades una pizca de "política" o "fútbol"... ¡Ya la hemos hecho buena, José Luís!
No, no... dejemos el vino para otras ocasiones, amigo.
Doce abrazos.
La estupidez, como decía Einstein, es infinita, Natalia.
Todos con camiseta del Ché y con las últimas Nike Jordan del mercado, leyendo (permíteme la licencia poética) a Marx mientras bailan rap de Detroit.
Doble Moral al uso, marca registrada de la izquierda europea, española toda.
Un abrazo.
A mi me gusta mucho disfrazarme, Maribeluca. Hace poco visité el Salón Manga de BCN y me entristecí al ver que eran muchos los que iban disfrazados mientras que yo vestía de "niño bien".
Pasar miedo también es un hobby así que, como bien dices, la fiesta de "jalouín" reúne dos factores importantes... aunque he de confesarte que, tras leer tu comentario, he desempolvado el libro de Bécquer para releer "El Monte de las Ánimas".
Reconozco que no hay color.
Un abrazo.
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