Los dos hombres entraron en la habitación pasados cinco
minutos de la hora señalada. La luz inundaba la estancia gracias a dos grandes
ventanales de perfectos cristales transparentes, dándole un aire primaveral,
limpio… oxigenado… Las paredes, pintadas de un claro azul, intensificaban la
sensación de sosiego y reposo.
Frescor lavanda de toque silvestre.
En el centro, tras una espesa barba blanca desaliñada, le
estaba esperando. Mis ojos, de fío acero
templado, se clavaron ávidos sobre las pupilas de los dos intrusos, atravesando
sus córneas, taladrando el cerebro de aquellos desconocidos que habían osado
romper el sosiego reinante en las estancias de mi palacio.
Uno de ellos, vestido con traje firmado por sastre italiano,
se sentó en una silla frente a mí. Su cuadrada mandíbula estaba tensionada y su
espalda, rígida como el tronco de una secuoya, denotaba una intranquilidad
nerviosa. De larga y lacia melena, gastaba un perfume caro. Hombre de fino gusto, pensé en silencio.
Estiloso.
Cof.Cof.Cof.
Un ataque de tos se apoderó de mi maltrecho cuerpo
retorciéndolo en una torsión digna del mejor circo de los horrores. Cof.Cof.Cof. Con los ojos inyectados en
sangre convulsa, alargué un brazo para llenarme de agua uno de los dos vasos de
plástico que descansaban sobre la mesa.
- Romerales, puede marcharse. Déjenos solos.
Tras secarme la boca con la manga de la camiseta, mis ojos
decidieron al fin posarse sobre el sujeto que permanecía de pie. Pantalón negro,
camisa blanca, cinto reglamentario… Conocía a todos los mamarrachos que, día a
día, se paseaban ataviados con aquel uniforme, aunque a aquel chico no lo recordaba
haber visto nunca. Será un paleto interino,
pensé mientras el joven, inexperto, cruzaba su mirada con la mía… una vez… dos…
rápido… mostrando a las claras la inquietud que le provocaba mi presencia. O mi
existencia, vete tú a saber.
En menos de cinco segundos el novato, haciendo caso a las
palabras del señorito fino, había abandonado la estancia, cerrando la puerta
tras de sí.
- ¡Cómo has cambiado, cabronazo!
Las miradas tensionadas, las desconfianzas… los juicios,
prejuicios, supersticiones… Todo se esfumó, por arte de magia, a través de los
grandes ventanales… despreciando los fieros y fríos barrotes. La sala volvió a
su azul puro y eterno.
- ¿Yo? No me jodas, Josu… ¡Si estoy igual que siempre!
- Puto españolazo cabrón… -dije mientras me levantaba de mi
trono para fundirme en un abrazo con ese extraño que, ahora, había dejado de
serlo tanto-. ¿Quieres dejarte la melena de gitano, hermano?
- ¿De gitano? Maldito cabrón. ¿No me da un aire más juvenil?
- Juvenil, dice. Sí, ahora que lo dices… sí… Pareces un
pimpollo recién salido del horno. Supongo que te será muy útil para hipnotizar
a esas rameras con las que te juntas, ¿no?
- Ja. Veo que el tiempo que llevas metido aquí no ha
menoscabado tu sentido del humor. Me alegro, tío.
- Todavía no ha nacido quien pueda tumbarme, José Luís. Ya me
conoces. Estas cuatro paredes no significan nada para mí. Y lo que nada
significa, nada importa. Además, para eso estás tú aquí, ¿no?
El juez se miró la arrugada americana. Con una mano luchaba
por borrar las arrugas que habían nacido en la italiana seda pero, por mucho
que lo intentaba, nada podía hacer contra las trincheras que surcaban su
segunda piel… la buena… la de los Domingos de misa, comunión y comida familiar
con el hermano jesuita. Su pose, tan rígida en el momento de su teatral aparición,
había dejado paso a la comodidad y el relax. La espalda de secuoya se había
retorcido como un viejo olivo jienense.
- No creas que me ha sido fácil, amigo –dijo mientras se
sacaba una pitillera de plata del bolsillo interior de la americana -. Tuve que
hablar con decenas de “perros” antes
de poder presentarme hoy aquí.
- ¿Y querrás que te lo agradezcamos, no? –dije mientras le
arrancaba el cigarro de los labios. Ahora era yo el que me había convertido en
secuoya, rígido en mi asiento -. ¿Más? ¿No tienes suficiente con lo tuyo?
-Sí… sí… no es eso… Yo estoy con vosotros. Desde siempre, ya
lo sabes, pero… Oye, Josu, ¿no crees que es peligroso que te fumes un cigarro?
- Cof.Cof.cof… Me
ahogo, me ahog…
La cara de José Luís cambió por completo ante mi ataque
repentino de tos.
- Cof.Cof…
¡Policía! ¡Policía! ¡Este puto juez me está envenenando con sus cigarrillos! –
exclamé mientras aporreaba mi esternón con la mano abierta-. ¡Quiere enviarme
al hoyo!
- Hijo de la gran…
- ¡Que no, hombre, que no! – le dije mientras le sacudía
tres o cuatro bofetadas suaves en la mejilla -. No se preocupe tanto, señoría,
que no me voy a morir. Además, el cáncer lo tengo en la mollera, no en los
pulmones. Fumar, dice. Si vieras la de pitos que me arreo todas las noches. ¡Y
sin gastarme un maldito chavo! Ventajas que tiene uno, José Luís.
- Los sé. Yo las firmo, ¿recuerdas?
El cerdo se acomodó en su asiento, inquieto. Involuntariamente,
su mirada escapaba hacia los anchos ventanales, quizá temerosa de encontrar,
tras ellos, ojos desconocidos espiando desde el exterior del palacio azul. Es divertido. Mucho. Él era un cerdo
rico… riquísimo… y una celda, por muy azul que sea, no es lugar para un cerdo
de su posición. Eso también lo sabía yo.
- Y nosotros firmamos tus letras. ¿Recuerdas?
Por un instante, el azul tornose marino… oscuro… pero dos
violentas carcajadas volvieron a redibujar un espléndido cielo de primavera
alrededor de nosotros. Si hubiéramos tenido copas y no vasos de plástico, ese habría
sido el momento perfecto para un brindis. Tendremos
que posponerlo… unos días, al menos.
- Venga, va, Josu… dejémonos de tonterías. No tenemos mucho
tiempo y en… son las cuatro y media, así que nos quedan dos horas para acabar
de limar los flecos. ¿Cómo va la tos?
- Perfecta. ¿Quieres que te tosa algo? ¿Un poco de sangre?
¿Un cacho de riñón? ¡Ay, perdona, que el huevo lo tengo en la cabeza!
- ¡Ves! Estas son las cosas con las que tienes que tener
cuidado, joder. Esta la gente demasiado al loro como para que tú vayas por ahí
metiendo la pata con tus gilipolleces.
- ¿Gilipolleces? No me jodas, tío. Lo tengo todo demasiado
estudiado. ¿No has visto en la TV cómo dejaba las zapatillas en el alfeizar de
los ventanales? Al principio no me di cuenta, pero luego vi las cámaras y… bueno…
si tardo más en sacar la segunda zapatilla me duermo de pie.
- Ya, ya… lo vi, lo vi… parecía que tuvieras cien años,
macho… pero más vale que no te cebes demasiado haciendo teatro barato, Josu. La
gente de la calle está algo mosqueada ahora mismo y no nos conviene demasiada publicidad.
Tú tranquilo, silencio, páginas guarras en internet y poca cosa más. ¿Qué te
dicen los médicos?
- ¿Cuáles?
- Los de aquí.
- Nada. Ellos dirán lo que yo quiera.
-Ok. Perfecto. Todo va según la “hoja de ruta”. A ver si acabamos con esto ya y en Navidades podemos
irnos por ahí a tomarnos unos txakolines y a follarnos a algunas furcias en
Venezuela. Ya queda poco, ¿ok? Unos días más, un poco de humo por parte de la
fiscalía… y para casa.
- ¿No pondrán ningún impedimento, no?
- ¿Impedimento? Josu, cabronazo, recuerda que firmo yo,
amigo.
De nuevo, el cristal blindado de los grandes ventanales de
la habitación azul, impide que la estruendosa carcajada retumbe en todos y cada
uno de los rincones de aquello que un día fue conocido como España.
9 comentarios:
¡Qué bien!
... que mal...
Una imagen real, descrita literalmente. Muy buen post.
S I M P L E M E T E C O J O N U D O
Querido HEREP, HAS BORDADO LA MÁS ASQUEROSA REALIDAD,-POR SI NO QUEDABA SUFICIENTEMENTE CLARA-, CON TUS GENIALES TOQUES IRÓNICOS.
Nada Más Puedo Decir, Salvo
¡PLASPLASPLASPLASPLASPLASPLASPLASPLASPLASPLASPLAS
Y
Desearte Un Buen Fin De Semana.
Un Brindis Con JEREZ Y "SUS BODEGAS"
Un Abrazo
y
¡¡RIAU RIAU!!
Si Te Puedes Pasar Por Casa, Verás Que he Pergeñado Un Sonetazzo Alla Cornamenta Con la JOTA, Como Me Su"J"eriste...
Vá A Tono Con Lo Que Expones y Creo Que Te Gustará.
Más que hoja de ruta es "Hoja de Putas". ¿Pero quienes son las putas?. Pondremos la cama, la palangana y las cortinas para que estos se limpien.
Lastima huracán.
Saluditos.
La contradicción, que diría Ayn Rand.
Un saludo, Carlos.
Tres horas dan para mucho, Doramas. Tan sólo me he centrado en señalar la relación de amistad. Pero en los temas privados, no me meto, aunque seguro que hablaron hasta de la comunión de las niñas.
Un saludo, y buen domingo.
Pasé, Old... pasé por su casa y todavía estoy riendo tras el Jonetazzo a la cornamenta parasitaria (judicial, política... institucional toda).
La ironía... ¡Qué haríamos sin ella! Mi gaznate no da para tan enorme sapo, Old.
Un abrazo fuerte, un brindis más para nuestro maltrecho hígado, y mis más bondadosos deseos para este domingo soleado, caballero.
¡Riau!¡Riau!
Sí, Zorrete. Una lástima que los huracanes cojan el camino de las Américas, y no la senda Europea.
Bien nos iría un tornado fuerza 5 que, contrariamente al relato cinematográfico, nos sacara del Reino de Oz de la casta para devolvernos al mundo real.
Un saludo, figura.
Buenas Herep:
Mucha ley, mucho Estado fiscalizador, mucha normativa de procedimiento, etc. pero el panorama que presentas es el que mueve todo el entramado. Gente que pasa arduos años de su vida preparando su formación como llave para entrar en una posición determinada y que, luego, se vende al mejor postor. Y los postores... Cada cual peor.
Un saludo.
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