Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

2 ago 2012

Espíritu olímpico


Llevamos casi una semana de Juegos Olímpicos y todavía no había escrito nada sobre ellos. Un acontecimiento de esta índole, a cuatro años vista, se merece unas letras. Pocas, perdonadme. El calor es mucho y, si no estoy a remojo, no estoy.

Es otro entuerto curioso, este de los Juegos Olímpicos.

Según rezan los escritos, allá por la Grecia de Platón, Sócrates, Ovidio y demás desconocidos de nuestro tiempo, estas demostraciones de gallardía humana se ofrecían en, y para, deleite de los Dioses. Esos Dioses traviesos y crueles que tan a menudo malmetían en la vida de los sufridos mortales.

Así, entre lanzamiento de jabalina, carrera maratoniana y tiro con arco, los Zeus, Apolos y Afroditas de turno se olvidaban por un instante de lanzar rayos y centellas, al tiempo que disfrutaban del espectáculo ofrecido por las hormiguitas terrestres de piel y hueso.

Cuando Grecia cayó… porque, como dice la física, todo lo que sube tiene que caer… los Juegos Olímpicos se perdieron en la larga noche de los Tiempos, y los Dioses, igualmente coléricos, vieron como sus almas se iban pudriendo poco a poco… año a año… hasta que el edén olímpico en el que vivían se convirtió en un campo de batalla digno de la película de Los Inmortales.

Sólo puede quedar uno. Yhavé, Buda, Alá… Sólo uno.

Los hombres, fieles siervos, se olvidaron de la competición pacífica. Durante largos siglos las jabalinas, tras su frágil vuelo, no iban a clavarse sobre arena, sino sobre carne fresca. Así sucedió durante largos años y noches de tinieblas.

Hasta que un buen día… tras los primeros rayos de Sol de un nuevo amanecer… un mortal hijo de la modernidad del Hombre, decidió que podía ser buena idea desempolvar los Juegos Olímpicos. Una gran competición a nivel mundial… universal… donde los mejores atletas compitieran los unos con los otros en un sano y digno afán de superación.

¿Los Dioses? ¿Olimpo? Eso quedó superado. El Hombre ya se había despojado del yugo del templo. Dios estaba muerto, y enterrado. Los nuevos Juegos Olímpicos de la Era Moderna iban a ser en honor al Hombre. Al SuperHombre. Un acontecimiento único en el que la humanidad refrendaría ante sus propios ojos mortales lo científico de su existencia… lo físico de su entendimiento… la victoria sobre lo místico…

Sólo podía quedar uno… y quedó el Hombre Nuevo. A lo sumo, un segundo y un tercero… medalla de plata y de bronce…

Así, a lo largo de estos años de la Era Moderna, hemos ido asistiendo a increíbles espectáculos olímpicos. Enormes puestas en escena donde se ha paseado, bajo bandera y perfecta formación, los más y mejores hitos de la Humanidad presente. Hemos visto, como nos enseñaba Don Javier, el racismo científico de aquellos que se consideraban los más guapos del corral, o esos que se veían capaces de ganar los 100 metros libres ataviados con gruesas botas de acero, maravillando con su zancada de la oca. Años más tarde, también en germánica tierra, unos atletas falsos nos deleitaron con el récord mundial de asesinatos terroristas y en otra ocasión, un bloque decidió boicotear unas Olimpiadas porque no era de su agrado el menú de patatas fritas y hamburguesas en serie.

Los Juegos Olímpicos, Monos, se impregnaron a conciencia con los sinsabores de la Era Moderna. Los atletas desnudos dejaron paso a los superhéroes esponsorizados… y el oro, la plata o el bronce, dejaron de ser los metales más preciosos de las jornadas. Aparecieron los dólares, los marcos, los rublos, el euro… los contratos de TV, las desconexiones radiofónicas, las primeras portadas de los diarios… Los Juegos Olímpicos, como todo lo tocado por el Rey Midas marxiano, pasaron a convertirse en un negocio más.

Quizá siempre lo fueron.

Quizá, también, siempre fueron el instrumento con el que los Dioses… Olímpicos o Humanos… endulzaban las miserias de aquellos que pretendían rebelarse contra la Ley Natural. Hoy, los Juegos Olímpicos, mesiánicos por excelencia, son un altavoz con el que magnificar los logros de unos sobre los otros. Las proezas históricas de un rebaño de cabras que, con sus pezuñas y barbas de tres días, se creen salvajes. La poderosa China, la inmortal Alemania, la altruista Gran Bretaña, la libertina España…

No valoraré la ceremonia de inauguración. A unos les parecerá magnífica, a otros mediocre. No haré mofa del salto en paracaídas de la reina o del desfile del Orgullo Gay que realizó la delegación española. Pasaré por alto incluso los comentarios de unas periodistas que hablaban como si la cabina de retransmisión estuviera en un club de carretera. Lo dejaré pasar…

… como dejaré pasar el mensaje implícito en estos Juegos Olímpicos. Esa oda a la esperanza ciega y al Nuevo Mundo Posible, donde nos guiarán esos mismos que nos han dado ya la extremaunción, arrastrándonos por esa senda de baldosas amarillas cuya última estación se apellida Matadero.

Lo dejaré pasar… pero que sepáis que está ahí.

De ellos… de los Juegos Olímpicos… degustaré las competiciones acuáticas… Disfrutaré con la china Ye, con Phelps y con nuestra medallista Belmonte. Poco más.

Culpa del verano y de mi ceguera por el chapoteo diario.




NOTA. Me llega la noticia urgente de la consecución de una nueva medalla. Un atleta regio, de poderosas piernas, acaba de batir el récord de salto. Tropecientas caídas y otras tantas fracturas en las arenas del Estado Mayor de Defensa.

¡Oro para él!


8 comentarios:

Tío Chinto de Couzadoiro dijo...

Bien dices, amigo Herep. Con el calor excesivo que soportamos, bastante tiene uno con batir su propia marca olímpica, saliendo a la calle. Pero, eso sí, las medallas se las llevarán otros, allá, en Londres.
Un cordial abrazo.

Herep dijo...

La verdad es que Agosto ha empezado con ganas, Tío Chinto.
Veremos cómo acaba... meteorológicamente, claro.
En términos políticos, todos podemos hacernos una idea del final del verano.

Un abrazo.

Reinhard dijo...

je,je, buen hallazgo ese del borbón y su medalla.

Buenas vacaciones.

candela dijo...

¡Qué crueldad! ;) insinuar que el desfile de la delegación española era el desfile del orguyo gay :D :D.

En fin, que no se quejen, al menos ellos cobran por lucir semejante engendro. A otros nos da vergüenza decir de donde somos cuando vamos fuera y ni cobramos ni nada de nada...

Lin Fernández dijo...

De momento solo 3 medallas,Un pobre comienzo digo yo,un saludo,

Herep dijo...

En el Cuartel General nunca estamos de vacaciones, querido Reinhard. Algo más "dispersos" sí, pero siempre queda algún Mono de guardia.

Un abrazo.

Herep dijo...

Jajaja... está muy mal repartido el mundo, Candela. ¡Yo también quiero un chándal de esos!

Para mí fue uno de los puntos fuertes de la ceremonia: el desfile de la delegación española. Más bien parecía una conga digna de cualquier megabotellón berbenero.
Folclore en estado puro.

Un abrazo

Herep dijo...

Sí. Pensé que a estas alturas llevaríamos alguna más, aunque espero que en esta última semana se arregle un poco el asunto.
¿Seis o siete sería mucho pedir?

Un abrazo, Agustín, allí en tu paraíso.